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Macroeconomía
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La niebla de la guerra

El conflicto en Gaza ha puesto a los inversores en modo conservador, huyendo hacia activos de menor riesgo

Guerra Israel Gaza
Maravillas Delgado

El ataque sorpresa de Hamás a Israel hace dos semanas conmocionó a la comunidad internacional. Su impacto geopolítico es considerable, pero el efecto en los mercados lo esconde aún la niebla de la guerra, aunque las consecuencias dependerán de su duración y de una posible escalada. Kristalina Georgieva, en su reciente intervención en la reunión del FMI en Marrakech, afirmaba que el conflicto era otra fuente más de incertidumbre, ensombreciendo unas perspectivas económicas mundiales ya de por sí turbias. Aun así, trabajos recientes como el de Michael Cembalest de JP Morgan, examinando acontecimientos geopolíticos en la historia de la posguerra y su efecto sobre los mercados, concluyen que el ciclo económico ha sido más importante para los inversores, salvo que se produzca un desequilibrio económico considerable.

El último informe del FMI de octubre pronostica una desaceleración del crecimiento mundial del 3,5% en 2022 al 3% en 2023 y el 2,9% en 2024, como consecuencia del aumento de la fragmentación geoeconómica, el endurecimiento de la política monetaria y la retirada del apoyo fiscal. Septiembre estuvo marcado por dilemas difíciles para los bancos centrales. Los datos indicaban una caída de inflación en las economías del G20 pero el índice subyacente sigue resistiéndose al cambio.

La reunión de Jackson Hole de agosto estuvo marcada por el discurso de Jerome Powell, que advirtió que era temprano para celebrar una victoria sobre la inflación, siendo probable otro nuevo incremento de tipos en diciembre. Para cimentar el éxito, la Reserva Federal optó por higher for longer (más altos por más tiempo), manteniendo los tipos entre 5,25 y 5,5%. El BCE fue más radical, subiendo los tipos otros 25 puntos básicos durante su reunión el 14 de septiembre. Esta decisión fue seguida por varios bancos centrales nórdicos, países especialmente afectados por la crisis energética y los elevados precios del petróleo. Por otro lado, el Banco de Inglaterra sorprendió a los analistas manteniendo intactos los tipos en una muy reñida votación. Lo mismo hizo el Banco Nacional Suizo.

En este ambiente de política monetaria restrictiva sobresale el Banco de Japón, liderado por Kazuo Ueda, que sigue manteniendo los tipos negativos, esperando reavivar la economía japonesa, estancada durante las tres últimas décadas. Ueda afirmaba que no pretendía cambiar de estrategia hasta que la inflación se estabilice en la meta del 2%. El lento crecimiento de China está afectando negativamente a toda la región asiática, llevando al Banco Mundial a concluir que este año Asia está ante sus peores perspectivas económicas en medio siglo. El futuro de la política monetaria está condicionado por las expectativas de evolución de la inflación, afectadas por las fluctuaciones en los precios de la energía. La guerra entre Israel y Hamás puede complicar la situación en caso de que se involucre Teherán, llegando a bloquear el estrecho de Ormuz.

Estamos en un momento histórico del mercado de deuda. Nunca en la historia de EE UU se habían producido tres años consecutivos de caída de su cotización. El rendimiento de los bonos estadounidenses está alcanzando niveles no vistos desde la víspera de la crisis financiera de 2008, habiendo más que triplicado su tasa de rentabilidad en los últimos tres años. El bono a 30 años está en el entorno del 5% frente al 1,5% de octubre de 2020. Hay quien señala que esta situación tiene que ver con que la curva de rendimientos está siendo atacada en su parte más larga por la desinversión de China o Japón, los dos mayores tenedores de deuda americana. El incremento de la rentabilidad, junto con la política expansiva del Gobierno de Joe Biden suponen una importante carga financiera sobre su presupuesto.

El conflicto de Oriente Medio ha puesto a los mercados en modo risk-off, lo que significa huida hacia activos de menor riesgo como bonos gubernamentales, oro, petróleo y dólar. Las Bolsas no han entrado en pánico y el ciclo bursátil está estancado en un canal transversal que puede romper a la baja si no mejoran las expectativas. Los índices europeos han reaccionado con un leve ajuste a la baja que no se ha producido en los índices americanos, salvo en el Nasdaq. Los resultados de las compañías en EE UU están siendo mejores de lo esperado, tanto en ventas como en beneficios. El ciclo está siendo más resistente de lo previsto, aunque Austan Goolsbee, presidente de la Reserva Federal de Chicago, afirmaba que “los shocks de los precios del petróleo y los shocks externos han descarrilado aterrizajes suaves que eran más fáciles que este”.

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