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ESTADOS UNIDOS
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Traicionar a Ucrania y hacer grande a América de nuevo

Estados Unidos no es ni mucho menos el único país que soporta la carga de la ayuda financiera al país invadido

EEUU
Monumento a la Patria en el Museo Nacional de la Historia de Ucrania.GENYA SAVILOV (afp / Getty Image (AFP via Getty Images)
Paul Krugman

Resulta que el Gobierno federal no se cerró el pasado fin de semana, aunque es posible que tengamos que volver a pasar por todo esto dentro de seis semanas. El entonces presidente de la Cámara de Representantes, el republicano Kevin McCarthy, acabó haciendo lo obvio: presentar a la Cámara un proyecto de ley de financiación que solo podía aprobarse con los votos demócratas, porque la línea dura de su partido no estaba dispuesta a pactar nada viable. Y el proyecto de ley no incluía ninguno de los recortes de gastos que los republicanos han estado exigiendo, a excepción de algo importante y malo: la interrupción de la ayuda a Ucrania.

Pero ¿por qué han salido así las cosas? Michael Strain, del American Enterprise Institute, un grupo de expertos de derechas, pero en su mayoría no partidarios del “Haz que Estados Unidos vuelva a ser grande”, o MAGA por sus siglas en inglés, ha bautizado el enfrentamiento fiscal como “cierre Seinfeld”, o sea, un cierre por nada. La frase es buena, pero si empezamos con las referencias a la cultura popular, creo que sería mejor llamarlo cierre “apagado de red”, como cuando la gente grita: “¡Estoy muy cabreado y no pienso aguantarlo más!”.

Nada salvo un golpe de Estado puede apaciguar esta rabia incipiente. Pero está claro que McCarthy pensó que podría suavizar el rechazo a su acuerdo si los demócratas traicionaban a Ucrania, o al menos fingían traicionarla. Está claro que eso es lo que quieren los del MAGA. Pero ¿por qué?

A pesar de lo que puedan pretender voces como la de Elon Musk contrarias a Ucrania, no es una cuestión de dinero.

Los partidarios de la línea dura de la derecha, tanto en el Congreso como fuera de él, afirman estar molestos por la cantidad que gasta Estados Unidos en apoyar a Ucrania. Pero si realmente les importara la carga financiera de la ayuda, harían un mínimo esfuerzo por hacer bien las cuentas. No, la ayuda a Ucrania no está socavando el futuro de la Seguridad Social, ni haciendo imposible la seguridad de nuestra frontera, ni consumiendo el 40% del producto interior bruto de Estados Unidos.

¿Cuánto estamos gastando realmente en apoyar a Ucrania? En los 18 meses posteriores a la invasión rusa, la ayuda estadounidense ascendió a 77.000 millones de dólares. Puede parecer mucho, y lo es si lo comparamos con las ínfimas sumas que solemos destinar a la ayuda exterior. Pero el gasto federal total asciende actualmente a más de seis billones de dólares al año, o más de nueve billones cada 18 meses, de modo que la ayuda a Ucrania representa menos del 1% del gasto federal (y menos del 0,3% del PIB). La parte militar de ese gasto equivale a menos del 5% del presupuesto de defensa de Estados Unidos.

Por cierto, Estados Unidos no es ni mucho menos el único país que soporta la carga de la ayuda a Ucrania. En el pasado, Donald Trump y otros se han quejado de que las naciones europeas no gastan lo suficiente en su propia defensa. Pero en lo que respecta a Ucrania, las naciones e instituciones europeas han asumido colectivamente compromisos de ayuda considerablemente mayores que los nuestros. Concretamente, la mayor parte de los países europeos —Francia, Alemania y el Reino Unido, entre ellos— han prometido una ayuda que supone un porcentaje mayor del PIB que lo que ha ofrecido Estados Unidos.

Pero volvamos a los costes del apoyo a Ucrania: teniendo en cuenta lo pequeña que es esa partida presupuestaria, las afirmaciones de que la ayuda a ese país europeo impide hacer otras cosas necesarias, como asegurar la frontera, no tienen sentido. Los tipos del MAGA no son conocidos por hacer bien las cuentas, o ya puestos, por preocuparse de hacerlas bien, pero dudo que ni siquiera ellos crean realmente que los costes monetarios de ayudar a Ucrania son inasumibles.

Y los beneficios de ayudar a una democracia asediada son enormes. Recordemos que, antes de la guerra, Rusia era ampliamente reconocida como una gran potencia militar, a la que la mayoría de los estadounidenses consideraban una amenaza fundamental (y cuyo Ejército no concienciado socialmente ensalzaban algunos republicanos). Ahora esa potencia se ha visto humillada.

La resistencia inesperadamente eficaz de Ucrania ante la agresión rusa también ha puesto sobre aviso a otros regímenes autocráticos que podrían haberse sentido tentados de emprender guerras de conquista y que están viendo que las democracias no son tan fáciles de dominar. Dicho sin rodeos, los fracasos de Rusia en Ucrania seguramente han reducido las posibilidades de que China invada Taiwán.

Por último, lo que hasta los republicanos solían llamar el mundo libre se ha visto claramente reforzado. La OTAN ha estado a la altura de las circunstancias, desconcertando a los cínicos y sumando miembros. Las armas occidentales han demostrado su eficacia.

Son grandes beneficios a cambio de unos desembolsos que representan una pequeña fracción de lo que gastamos en Irak y Afganistán; y no olvidemos que son los ucranios los que están luchando y muriendo. Entonces, ¿por qué los políticos del MAGA quieren cortar el grifo a Ucrania?

Por desgracia, la respuesta es obvia. Digan lo que digan los republicanos de la línea dura, quieren que gane el presidente ruso, Vladímir Putin. Consideran que la crueldad y la represión del régimen de Putin son características admirables que Estados Unidos debería emular. Apoyan a un aprendiz de dictador en el país y simpatizan con dictadores de verdad en el extranjero.

Así que no presten atención a todas esas quejas sobre lo mucho que estamos gastando en Ucrania. El coste real de la ayuda no las justifica, y a la gente que dice estar preocupada por el coste no le importa realmente el dinero. Básicamente, son enemigos de la democracia, tanto en el extranjero como en Estados Unidos.

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