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Las falsificaciones pasan al ‘top manta’ digital con la generación Z

El nuevo escenario genera dudas sobre la responsabilidad de las plataformas de venta ‘online’ por ofrecer productos de terceros que infringen los derechos de las marcas

Centro logístico de Amazon en Peterborough, en el Reino Unido.
Centro logístico de Amazon en Peterborough, en el Reino Unido.Alamy Stock Photo

De productos falsificados de reconocidas marcas de moda y tecnología a preservativos falsos de Durex o pastillas con el principio activo de la Viagra. Son algunos de los artículos que han decomisado en el último mes las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado en diferentes operaciones, la última en la Comunidad Valenciana la semana pasada. Este mercado, mecido por el crimen organizado, hace que en España se pierdan al año 5.753 millones de euros y 44.697 puestos de trabajo directos, según la Oficina de Propiedad Intelectual de la Unión Europea (EUIPO).

Además del agujero que generan en la economía, son “un peligro para la salud”, advierte Pilar García, directora técnica de Stanpa, la Asociación Nacional de Perfumería y Cosmética. Según explica, solo las copias de colonias o maquillaje pueden dar lugar a distintas reacciones, como “irritaciones oculares, dermatitis o intoxicaciones por inhalación”. No en vano, pueden contener disolventes industriales, componentes tóxicos o prohibidos.

Los datos sobrecogen, pues nuestro país es el segundo europeo, por detrás de Bulgaria, en consumo intencionado de falsificaciones. Hasta un 20% de los españoles reconoce haber comprado a propósito estos productos en el último año, un 15% más que en 2020, de acuerdo con un reciente estudio de la EUIPO. La generación Z representa la cara nueva de este viejo problema, pues el 49% de los españoles con una edad comprendida entre los 15 y los 24 años reconocía hace un año haber comprado productos falsos.

“El consumidor tipo tiene menos de 35 años”, experimenta “sentimientos de orgullo narcisista” ante la compra y tiende a justificar sus acciones cuando el precio del producto original es elevado, describe Gerard Guiu, director general de la Asociación para la Defensa de la Marca (Andema). Con base en un estudio que elaboraron junto al Colegio de Psicólogos de Madrid en 2021, señala que adquieren falsificaciones “como una forma de adaptación social”, de encajar en un determinado grupo, por lo que es frecuente que experimenten miedo ante la idea de ser descubiertos.

Más que al top manta, suelen acudir a las plataformas digitales de venta o marketplace, redes sociales o páginas web. De hecho, el comercio electrónico se ha convertido en el principal canal de distribución de productos falsos, según la EUIPO. A las marcas, este nuevo escenario digital les está generando dudas sobre la responsabilidad de las plataformas por ofrecer productos de terceros que, además de incidir en la salud o seguridad pública, infringen sus derechos. Como explica la abogada Cristina Mesa, socia de Garrigues, la regla general es que los marketplace “no son responsables” de lo que otros ofertan en ellos, siempre y cuando desconozcan que se trata de un “producto ilícito”.

No obstante, añade Juan José Caselles, jefe de Antipiratería de Elzaburu, responderán si los titulares de las marcas ponen en conocimiento de las plataformas la existencia de falsificaciones y estas no hacen nada por “bloquear el acceso” a las mismas. Pero “si la plataforma digital establece como un proceso propio la retirada inmediata de cualquier producto sobre el que haya alguna denuncia o queja, su responsabilidad se verá disminuida, puesto que estará actuando bajo un canon de diligencia adecuada”, precisa José Carlos Erdozain, of Counsel de Pons IP.

En la práctica, las fronteras se tornan más complejas, puesto que hay que analizar el caso concreto. Amazon, que ha sido objeto de diferentes resoluciones en los últimos tres años, puede servir de ejemplo. La compañía que comercializa los perfumes de la marca Davidoff, Coty, accionó contra la empresa porque un tercero, sin su autorización, vendía a través del marketplace sus perfumes. Aunque los contratos de compraventa se formalizan entre el tercero y los compradores, los productos eran almacenados por una filial de Amazon. Al resolver la cuestión prejudicial planteada por el Tribunal Supremo alemán, la justicia europea falló en 2020 que Amazon no había incurrido en responsabilidad. Y ello por no “tener conocimiento de la infracción” de los derechos de marca por parte del tercero, habiéndose limitado a almacenar los perfumes, pero sin tener la intención de comercializarlos.

A diferente argumentación llegó el Tribunal de Justicia de la Unión Europea en diciembre de 2022, cuando abrió la puerta a responsabilizar a Amazon por infringir los derechos de Christian Louboutin, el famoso diseñador de los icónicos zapatos de tacón alto con suela de color rojo. La diferencia con los perfumes de Davidoff se basa en que, según argumentó el diseñador, los anuncios de los zapatos imitados “formaban parte de la propia comunicación comercial” de Amazon. Por lo tanto, desde su punto de vista, “no puede considerarse que sea un intermediario neutro, ya que presta asistencia a los terceros vendedores para optimizar la presentación de sus ofertas” en el marketplace.

El caso, no obstante, ha sido devuelto a la justicia de Luxemburgo y Bélgica, que aún tiene que dictar sentencia. Desde la compañía, explican a EL PAÍS que están “estudiando la decisión del tribunal europeo” porque “Amazon siempre deja claro a los clientes a quién están comprando”. “Somos los primeros interesados en que no haya falsificaciones” para no perder la confianza de los consumidores, añaden.

Una de las medidas que ha tomado la empresa ha sido crear su propia unidad contra los delitos de falsificación, cuyo objetivo es colaborar con la justicia para detener a quienes pretenden vender productos falsos en su tienda. En línea con lo que hacen otras plataformas, también dispone de herramientas informáticas que identifican patrones o logotipos incorrectos, basándose en la información de las marcas, para luchar contra las falsificaciones.

Nueva normativa europea

La Comisión Europea ha acometido una importante reforma para actualizar la directiva de comercio electrónico del año 2000 a los nuevos servicios digitales. Fruto de esta, destaca el Reglamento de Servicios Digitales (conocido como DSA), que será plenamente aplicable en 2024. Entre otros objetivos, persigue luchar contra las falsificaciones en línea. Aunque el sector de las marcas está razonablemente satisfecho, ha afeado que las pequeñas plataformas no tengan que disponer necesariamente de procesos de notificación y retirada de productos falsificados. Por eso, Gerard Guiu, director general de la Asociación para la Defensa de la Marca, considera adecuado que las autoridades los designen como “alertadores de confianza”.

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