El auge del populismo en la era de la incertidumbre económica
A pesar de que la respuesta pública ha sido distinta a la de la crisis financiera, el miedo de la sociedad da alas a los ultras
Nadie podía prever que en menos de tres años dos brutales crisis pondrían patas arriba el mundo. La pandemia y la guerra en Ucrania han detonado con la Gran Recesión aún en la retina, y han supuesto una ulterior embestida para una economía más frágil que en 2008, con más deuda y menos músculo, y una sociedad más cansada y más desigual. La receta de los gobiernos y de la UE frente a estos shocks ha sido radicalmente distinta a los recortes impuestos hace una década, pero el futuro viene cargado de incertidumbre y lastres. Todo es más caro, los ahorros de los hogares menguan, las revalorizaciones salariales llegan con cuentagotas y la barra libre de ayudas públicas se acerca a su fin. Y ante la incertidumbre y las dificultades, los movimientos populistas y ultras vuelven a exhibir su receta como la solución. Y ya no son solo una amenaza. La victoria de la ultraderecha en Sonneberg (Alemania) ha sido un golpe para Europa, pero ya antes habían logrado grandes cotas de poder en Italia o Hungría.
Las economías avanzadas se movieron de forma rápida y enérgica para hacer frente a la pandemia. En Estados Unidos, la actuación pública incluso permitió que 20 millones de personas escaparan de la pobreza en 2020 y 2021, según el World Inequality Lab. Los socios de la UE hicieron lo propio, pero ni era fácil prever las dimensiones de esa crisis ni lo que iba a venir después. “La movilización de la UE frente a la covid salvó a Europa de una catástrofe social. El problema que tenemos ahora es que va para largo”, alerta el economista José Moisés Martín Carretero. La inflación se va conteniendo, pero sigue golpeando a los hogares más pobres, la economía de la eurozona renquea, los tipos están altos y encarecen préstamos e hipotecas y el margen de los Estados se achica. “Al final son tres crisis seguidas en 12 años, y ahora viene una época de ajustes”.
El Gobierno español acaba de prolongar varias de las medidas que implementó para limar el impacto de la crisis inflacionaria, un paquete de 9.000 millones entre nuevos apoyos y prórrogas, que se suma a los cerca de 40.000 millones movilizados desde el inicio de la guerra en Ucrania. Pero Bruselas y Fráncfort llevan ya meses reclamando a sus socios que retiren las ayudas generalizadas para toda la población, muy caras para las arcas públicas y regresivas para los ciudadanos. Este repliegue también servirá para meter algo de orden en las cuentas públicas –drásticamente tocadas por la pandemia pese a los flujos de dinero europeo– de cara a la vuelta de las reglas fiscales comunitarias.
“Los políticos deberán ajustar las medidas con cautela. La inflación está bajando, pero los precios se mantienen elevados sobre todo en los Estados miembros de Europa central y oriental. Y lo más importante es que impactan más en los hogares de menores ingresos”, analiza Jannik Jansen, investigador del Jacques Delors Centre de la Hertie School de Berlín. “La persistencia de la inseguridad económica y los temores a perder el estatus social pueden socavar la confianza en las instituciones políticas en los hogares de rentas bajas y medias”, alerta.
Erosión institucional
El reciente estudio de Jansen When trust becomes a luxury (Cuando la confianza se convierte en un lujo) analiza cómo las crisis han dañado la percepción que los ciudadanos tienen de las instituciones. El punto de partida es el crash financiero de 2008: la austeridad de los Gobiernos y de Bruselas alimentó los recelos hacia la política y agrandó la brecha entre clases. Al llegar la pandemia, las piezas aún no habían vuelto a encajar: la confianza en la política, crucial para la legitimidad de las instituciones, seguía por debajo de los niveles de hace 15 años. Los países del norte, como Dinamarca, Finlandia, Países Bajos, Austria, Bélgica y Alemania registran niveles más elevados de confianza en sus gobiernos que en las instituciones europeas. En cambio, los Estados del sur y del centro y este de Europa recelan más de sus propios políticos.
“La serie de crisis superpuestas desde la pandemia”, argumenta Jansen, “han provocado inseguridades económicas en gran parte de las sociedades europeas”. Reconoce que este tsunami “ha preparado un caldo de cultivo peligroso” para el surgimiento de partidos populistas de derecha, aunque subraya que sería un error señalar a la situación económica como la única razón de su triunfo en las urnas. “Reducir la incertidumbre económica y los temores de perder estatus social será fundamental para contener el auge de los partidos de derecha en Europa”.
De hecho, en el Vigo Global Summit celebrado esta semana, el Premio Nobel Paul Krugman decía que uno de los asuntos que más le quitan el sueño es el ascenso de los populismos. Martín Carretero cree que la clave está en la estabilidad económica: “Es el elemento fundamental de seguridad para la clase media. ¿Qué pasa si la pierden? Es más receptiva al discurso de seguridad y de la vuelta a lo que era antes, típico de la extrema derecha”. La mejor herramienta para que la clase media no mengue y no haya fractura social, considera, es la actualización salarial. “Bajar impuestos ahora es populismo”, zanja.
“Desde 2008 ha habido una serie de multicrisis que de alguna manera apuntan a un cambio de paradigma. La crisis financiera, el cambio tecnológico, la crisis ecológica, la guerra en Europa están transformando nuestra manera de producir, de consumir, de comerciar, de movernos que generan ansiedad en la ciudadanía y nos obligan a repensar cuál debe ser rol del estado, la globalización o nuestra autonomía estratégica”, enumera Toni Roldán, director de EsadeEcPol.
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