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El año récord de Endesa riega de millones Italia

El beneficio sin precedentes de la eléctrica permite un dividendo histórico a su matriz Enel, que se embolsará casi 1.100 millones en 2023. Lleva acumulados 30.800 millones desde 2008

José Bogas, consejero delegado de Endesa, en la sede de la compañía.
José Bogas, consejero delegado de Endesa, en la sede de la compañía.Álvaro García
Ignacio Fariza

La mayor apuesta de Enel fuera de su Italia natal está viéndose espoleada, y de qué manera, por la crisis energética. La toma definitiva del control de Endesa por parte de la eléctrica semipública, culminada hace casi 15 años —una década después de que el Estado español se desprendiese de sus acciones—, está revelándose como especialmente provechosa para los intereses del país transalpino, que está recibiendo una auténtica —y muy bienvenida— lluvia de millones en forma de dividendos.

En 2022, el año más crudo de la crisis energética, en el que el gas y la luz batieron máximos históricos, casi uno de cada tres euros ganados por Enel provinieron de su negocio en España. Esta geografía aportó a su cuenta de resultados, de hecho, casi tanto como Italia (3.239 millones de euros de beneficio antes de impuestos e intereses —Ebit— frente a 3.251 millones), y solo un poco menos que todo el continente americano (3.640 millones). La buena marcha de Endesa, que entre 2021 y 2022 ha multiplicado por cuatro esta métrica, le proporcionará un dividendo histórico a la matriz: serán casi 1.100 millones los que se embolse en 2023.

A Enel, con casi un cuarto de capital público, le viene de perlas este chute récord procedente de su filial española: desde 2014, cuando el perímetro de Endesa cambió por completo por la transferencia de su negocio en América Latina a su matriz, la empresa no repartía tanto dinero a los accionistas. “Enel está muy satisfecha con la inversión que hizo en su día, y nosotros de ser una pieza muy importante para ellos”, reconoce el consejero delegado de Endesa, José Bogas, en conversación con Negocios. El gigante italiano, con un valor de mercado de casi 60.000 millones de euros y en la que la primera ministra Giorgia Meloni acaba de relevar a su consejero delegado, mantiene hoy una posición de algo más del 70% en el capital de la segunda eléctrica española.

Aquella compra de Enel, hoy lejana, fue cara a ojos de muchos observadores del sector. Sin embargo, como sacan pecho desde la propia empresa, la Endesa actual vale más que aquella. Todo, pese a haberse visto despojada por el camino de su negocio latinoamericano, transferido a la matriz hace casi una década. En números gruesos, la italiana pagó 40.000 millones por su hoy filial española, que hoy vale 21.500. Pero a esa cuenta hay que sumar el valor de esos activos latinoamericanos —algo más de 8.000 millones— y los jugosos dividendos que se ha embolsado desde 2008: 30.800 millones.

Todo momento es bueno para recibir una lluvia de millones por dividendos, pero este lo es especialmente. Por varios motivos. Primero, porque su negocio italiano está mucho más acotado y es, por definición, más estable y menos rentable: históricamente, el rock and roll de sus cuentas de resultados viene de Latinoamérica (Chile, Colombia, Perú, Brasil…), y pocos esperaban que ahora fuese a ser Endesa la que se sumase a la fiesta. Segundo, porque llega en una coyuntura de cierta zozobra para Enel, con la deuda disparada, muy por encima de la mayoría de competidores europeos y —también— muy lejos de sus objetivos. Y eso, con los tipos de interés al alza, es una pesada losa en sus ambiciosos planes de expansión.

“Siempre digo que a Enel le da igual si Endesa paga o no dividendos”, matiza Bogas. “El 70% de nuestros beneficios quedan dentro del cascarón del grupo y, se repartan o no, disponen a efectos de su balance, de la reducción de su deuda… Por eso, cuando la gente dice que está recibiendo un buen dividendo, no tiene en cuenta que podría recibir unos recursos incluso más potentes si Endesa no distribuyera los beneficios entre sus accionistas”.

El pasivo acumulado es hoy el principal quebradero de cabeza de la italiana. Para tratar de reducirlo acaba de poner en marcha un ambicioso proceso de venta de activos que, sin embargo, solo afectará de refilón a Endesa, con la salida al mercado de su cartera mayorista de gas. Una prueba más del potencial que le ven a su negocio en España, en el que está invirtiendo del orden de 2.300 millones al año, cuatro veces más que antes de que Roma se hiciese definitivamente con los mandos de la otrora eléctrica pública española. Todo, claro, a expensas de lo que pueda decidir el nuevo consejero delegado de Enel, Flavio Catteneo.

Guerra y sacudida energética al margen, la eólica y —sobre todo— la solar, son las dos fuerzas que moldearán el futuro de Endesa en los próximos años. Con su auge, dice Bogas, la compañía ha pasado de operar “en un mercado muy maduro a hacerlo en uno que, aunque sigue siendo maduro, se ha convertido en emergente en muchos activos: hay que cerrar todo el carbón y las nucleares, hay que reforzar y digitalizar la red… Es superatractivo para nosotros. Por eso que hemos cambiado al paso y hemos pasado a invertir muchísimo más”. Lo hace, sin embargo, con un considerable retraso respecto a sus competidores más directos, que le llevan varios cuerpos de ventaja en este capítulo.

A la vista de la gran cantidad de proyectos que acaban de recibir la declaración positiva de impacto ambiental, la eclosión de las energías verdes en España en los próximos años está garantizada. “Se han aprobado más megavatios que todos los que llevamos instalados en este siglo: si todos los proyectos realmente entran en operación en 2025, nos habremos adelantado en cinco años al objetivo fijado para 2030 y los precios [de la electricidad] se hundirían”, augura en referencia al panorama macro español. No sin algunas reservas: “El año pasado se instalaron 5.000 megavatios renovables y ahora tenemos que instalar 15.000 al año... ¿Tenemos capacidad y recursos técnicos y humanos para hacerlo?”, se pregunta retóricamente. “Va a haber un cuello de botella importante”.

Aún más dudas le suscita al jefe de Endesa la carrera por el hidrógeno verde, en la que están embarcadas prácticamente todas las energéticas, pero en la que la eléctrica se está mostrando mucho más tímida. “Todo el mundo dice que será un elemento esencial en el futuro de la energía, y me lo creo…”, desliza Bogas. “Tiene maneras y promete, pero hay un camino que recorrer por ahora, pero técnicamente sigue dificilísimo de gestionar y de transportar. Preferimos aprender, con proyectos piloto, para ver hasta qué punto es escalable”.

Bogas, ‘rara avis’ en el sector

El jefe de Endesa se ha convertido en una rara avis entre los ejecutivos del panorama energético español, de uñas con el Gobierno. Con un tono sensiblemente distinto es, además, el único que ha reconocido abiertamente la existencia de beneficios extraordinarios. “Lo que dije en la presentación de resultados, y mantengo, es que los buenos resultados de 2022 no han venido de la electricidad, sino del gas: nuestros ciclos combinados son más modernos y eficientes, y en un año de producción muy fuerte hizo que la generación fuera tremenda, con 500 millones de euros más de margen que el año anterior”, apunta.

La segunda “circunstancia extraña” que aderezó —y de qué manera— su cuenta de resultados fue el ingente volumen de gas resultante del bajo consumo de la industria española, sacudida por los parones de producción por los altos precios. “Nosotros nos quedamos colgados con una gran cantidad [de ese combustible], que pudimos vender en un mercado mayorista que en ese momento estaba disparado y que nos dio otros 500 millones”, reconoce el jefe de la eléctrica española.

Aunque —como el resto de energéticas— Endesa recurrirá el impuesto específico aprobado por el Congreso, su consejero delegado aplaude el límite de 67 euros por megavatio hora (MWh) fijado el año pasado por el Gobierno sobre la generación nuclear y renovable. “Ha hecho que nuestro beneficio haya sido de 5.000 millones en lugar de 11.000, pero es algo que me parece absolutamente correcto. Fue una medida para mitigar el impacto sobre el cliente final: eso sí era un beneficio caído del cielo de manual”, describe gráficamente. “Lo que no comparto es que me tasen con un 1,2% los ingresos”, se queja en referencia al nuevo gravamen. Ahí sí hay unanimidad.

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Sobre la firma

Ignacio Fariza
Es redactor de la sección de Economía de EL PAÍS. Ha trabajado en las delegaciones del diario en Bruselas y Ciudad de México. Estudió Económicas y Periodismo en la Universidad Carlos III, y el Máster de Periodismo de EL PAÍS y la Universidad Autónoma de Madrid.

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