El año de la fata morgana
2023 ha comenzado con un ritmo y un ímpetu en las Bolsas que será difícil de mantener
En algunas ocasiones, cuando los rayos del sol inciden sobre el agua del mar y existe una gran diferencia de temperaturas, se produce una refracción óptica que genera anomalías visuales. Este efecto que, a veces, nos puede llevar incluso a percibir que algún barco es capaz de “volar” varios metros por encima del horizonte, se llama fata morgana. ¿Es este efusivo arranque de 2023, en el que las Bolsas globales suman casi un 10% y los bonos acumulan su mayor revalorización desde 1974, un espejismo? Tras atravesar el proceso inflacionista más severo y la subsiguiente mayor retirada de estímulos de los bancos centrales de los últimos 50 años, ¿será posible conseguir un aterrizaje suave de la economía?
Bien podríamos estar ante una Fata Morgana considerando la “ilusión” con la que los mercados están acogiendo el frenazo generalizado de la inflación y que los datos más recientes apuntan a que el impacto de las subidas de tipos de interés sobre el crecimiento económico no está siendo demoledor. En los últimos días hemos conocido que el PIB de EE UU creció un 2,9% en el cuarto trimestre mientras la eurozona, en un invierno que está siendo menos frío, ha podido esquivar por una décima la entrada en negativo. Datos positivos que conviene matizar: el PIB norteamericano creció a pesar de una caída de la inversión residencial del 27% y que la mitad de su crecimiento se explicó por el aumento de los inventarios —un factor que consideramos no continuará en los próximos meses dado que las empresas ya han logrado recomponer gran parte de los mismos y ante la previsible moderación del consumo—. En Europa, el crecimiento del 0,1% trimestral, se debió en gran medida a una desproporcionada aportación de la economía irlandesa que avanzó un 3,5%.
Por el momento, los mercados prefieren ignorar que el mayor riesgo para 2023 reside en sobrestimar el crecimiento económico y que, en el pasado, los bancos centrales solo han conseguido estirar el ciclo en dos de las últimas nueve ocasiones. Lo normal es que los tipos de interés terminen impactando de manera contundente en el crecimiento económico y que, unos cinco meses más tarde —promedio histórico en EE UU—, se produzcan las primeras bajadas de las tasas de interés. En la mayor parte de las ocasiones, este recorte suele ser preludio de recesión que históricamente ha llegado entre 2 y 14 meses más tarde.
2023 ha comenzado con un ritmo y un ímpetu que será difícil de mantener. Igual que en el espejismo Morgana, no es lo mismo que el “barco vuele” a que “flote”. Para nosotros será un ejercicio en el que volveremos a incrementar el riesgo en renta variable. Tenemos muy presente que todo tiene un precio y que, por el momento, preferimos tener mayor exposición en renta fija: se comporta mejor incluso si el ciclo termina antes de tiempo. Por ahora preferimos centrarnos en capturar el efecto positivo que nos ofrecen unos tipos base más altos en las carteras de renta fija.
Joan Bonet es director de Estrategia de Mercados de Banca March
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