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Pekín extiende sus tentáculos económicos: así ‘coloniza’ África y Latinoamérica con una lluvia de millones

China redobla sus inversiones en países emergentes para controlar tierras y recursos naturales

Un hombre chino prueba la pureza del cobalto en el mercado de Musompo, en las afueras de Kolwezi (Congo).
Un hombre chino prueba la pureza del cobalto en el mercado de Musompo, en las afueras de Kolwezi (Congo).Sebastian Meyer (Corbis via Getty Images)
Miguel Ángel García Vega

El grupo chino Fufeng Group ha comprado 121 hectáreas de tierra cultivable en Estados Unidos. Cualquiera podría advertir que quizá, hoy, no es el mejor lugar del mundo. Sobre todo si está en Grand Forks, Dakota del Norte, al lado de una base de las Fuerzas Aéreas estadounidenses. El senador republicano Mike Rounds ya ha pedido que se prohíba la inversión en cualquier negocio agrario. China, en su ambición, llega tan lejos como le permiten los meridianos, como si el mundo no viviese una nueva guerra fría. América Latina, África, el sudeste asiático. La influencia de China en Latinoamérica ha crecido rápidamente desde 2000. Primero invirtiendo en la luna de miel del bum de las materias primas. Después, creando preocupación, sobre todo, en Estados Unidos.

Las compañías estatales chinas se han convertido en el mayor inversor de Latinoamérica en infraestructuras, energía, industria espacial. Pekín ha incrementado su presencia diplomática y militar e incluso suministró millones de dosis contra el coronavirus. Ni Joe Biden, ni nadie, ve altruismo. El presidente estadounidense ha declarado a China un “competidor estratégico” en la región. “Además”, como recuerda Mario Esteban, investigador principal de Asia-Pacífico del Real Instituto Elcano, “Latinoamérica se ha puesto de perfil en la guerra entre Ucrania y Rusia”. La Administración estadounidense teme que toda esta política busque aislar a Taiwán. Solo ocho países de la región la reconocen. Y el resto se comporta al igual que “incubadoras de populismo”. “No es que China intente producir regímenes antidemocráticos, sino que estos regímenes encuentran un aliado complaciente”, sostiene Evan Ellis, profesora en la Escuela de Guerra de Estados Unidos, en declaraciones al think tank Council on Foreign Relations (CFR).

Solo entre 2009 y 2019, Pekín vendió más de 615 millones de dólares (casi la misma cantidad en euros) en armamento a Venezuela. El comercio chino alcanzó en 2021 unos 450.000 millones en la región y se espera que supere los 700.000 durante 2035. China es el mayor socio comercial, después de Estados Unidos, de América Latina. E importa cobre, petróleo, aceite, soja y otras materias primas que necesita para su industria. Hace poco destinó 4.500 millones a la producción de litio en México, dentro del denominado triángulo del litio (Argentina, Chile, Bolivia). Un metal básico para las baterías eléctricas. Estos tres territorios controlan más de la mitad de la elaboración mundial.

Chile envió a China en 2020 el 39% de todas sus exportaciones. Incluso bajo el Gobierno conservador de Piñera. “Pekín está cansada de depender de las democracias liberales en ciertos productos básicos, y América del Sur es un lugar prometedor para invertir y disminuir la dependencia de los que China considera socios ‘poco fiables”, observa Jacob Gunter, analista sénior de la consultora Merics. “La presión china por las tierras raras continuará con los nuevos gobiernos progresistas de la región”, avisa un economista español. Sudamérica quiere ser una especie de Suiza. Los argentinos viajan a Chile a comprar los bienes electrónicos porque son más baratos, y circula ese estereotipo de que el “puerto de Valparaíso ya es chino”.

Renovada ambición

Mientras, en África (Nigeria, Etiopía, Angola, República Democrática del Congo, Zimbabue, Egipto o Kenia), China cartografía el mapa de su renovada ambición. El cobalto del Congo, el litio de Zimbabue o las infraestructuras de transporte de Egipto y Kenia. Sin límites. Angola, con 60 millones de hectáreas de tierra cultivable, quiere que los inversores chinos planten más en su país. “Tenemos mucha tierra”, apuntó recientemente Mário Caetano Joâo, ministro de Economía. Desde 2013, el gigante asiático ha situado a los países en desarrollo en el centro de su BRI (conocida como Ruta de la Seda) a la vez que la contramedida estadounidense del programa Reconstruir Mejor el Mundo (Build Back Better World o B3W) pasa de largo como un torpedo que yerra su objetivo. “China es la mayor fuente de inversión extranjera directa en Etiopía y no existen pruebas creíbles de que suponga un riesgo para el país”, defiende Murithi Mutiga, director del Programa para África de la oenegé Crisis Group. “La posición dominante de China puede considerarse un desafío estratégico para Occidente, pero sería exagerado calificarlo de riesgo”, añade.

China se ha comprometido a importar 300.000 millones de dólares en productos africanos durante los próximos tres años e invertir 10.000 millones en una década. De hecho, “más del 80% de los préstamos financian infraestructuras”, reflexiona Deborah Brautigam, directora de la Iniciativa de Investigación China-África (CARI) de la Universidad Johns Hopkins. Biden está preocupado por la creciente presencia militar china. Aunque a ninguna nación africana parece inquietarle, por ejemplo, el opaco endeudamiento asumido con el gigante asiático. “La deuda está denominada en yuanes y al Gobierno chino le costaría poco aumentar la masa monetaria, pero tampoco le interesa acorralar naciones hasta el impago”, comenta el economista. Pese a todo, la ruta no va como la seda. “La guerra en Ucrania está cambiando muchos elementos del cálculo político chino. Están congelando la BRI y reagrupándose. Se han dado cuenta de que la inversión extranjera resulta más complicada de lo que creían”, advierte Francesco Sisci, sinólogo y experto en China.

En el otro extremo del mundo, el sudeste asiático, la rivalidad entre Estados Unidos y China surge más intensa que en ningún otro lugar del planeta. La Asociación de Naciones de Asia Sudoriental (ASEAN, por sus siglas en inglés) será la cuarta mayor economía en 2030. Tailandia, Indonesia, Filipinas, Singapur y Malasia, sus creadores, evidencian una fuerte interdependencia tanto de China como de Estados Unidos. “Ofrecen mano de obra joven y cualificada, costes laborales competitivos, apoyo gubernamental y una posición geopolítica favorable tanto con Occidente como con Oriente”, desgrana Bing Yuan, analista de Edmond de Rothschild AM.

Un tesoro llamado Siberia

China puede ser rica en producción, pero es pobre en materias primas. Por eso ha invertido en medio planeta. Aunque existe una veta cerca de casa. El Lejano Oriente de Rusia (RFE, según sus siglas inglesas). O sea, Siberia hacia el lado este del lago Baikal. Gas, petróleo, diamantes, cobre, oro, plomo, zinc, bauxita. Un tesoro para Pekín. Rusia ha sido incapaz de desarrollar esta región de extremas condiciones climatológicas, y casi vaciada de población. Qué sucedería si Putin la “alquila” a China. ¿Difícil? Hoy nada lo es. Alemania relanzó la idea de los fondos Next Generation cuando vio que el mercado chino en 2019 se les cerraba. Realpolitik

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Sobre la firma

Miguel Ángel García Vega
Lleva unos 25 años escribiendo en EL PAÍS, actualmente para Cultura, Negocios, El País Semanal, Retina, Suplementos Especiales e Ideas. Sus textos han sido republicados por La Nación (Argentina), La Tercera (Chile) o Le Monde (Francia). Ha recibido, entre otros, los premios AECOC, Accenture, Antonio Moreno Espejo (CNMV) y Ciudad de Badajoz.

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