Emergencia en medio de la calamidad
La sustitución en Europa de gas natural ruso no debe frenar la transición energética
El Informe del IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático por sus siglas en inglés) ha podido pasar más desapercibido con la calamidad provocada por Rusia al invadir Ucrania, y no debería. El IPCC define el estado del conocimiento en torno a la física del clima, de sus impactos y cómo adaptarse a ellos, y qué hacer para mitigarlos. El diagnóstico no es favorable, no basta que el crecimiento de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) se redujera a la mitad la década pasada: hay que lograr caídas de emisiones con más eficiencia energética y, sobre todo, con mucha más energía no fósil. Y la ventana temporal para alcanzar el objetivo de temperatura del Acuerdo de París se cierra rápidamente, ya que queda esta década a lo sumo.
La energía requiere de una transición decidida por la larga vida de las instalaciones, evitando que el nuevo capital para explotar combustibles fósiles obstaculice la expansión de las renovables. Concretamente: que la sustitución en Europa de gas natural ruso por el de otros productores no frene la transición energética, más dados los avances exponenciales en capacidad de generación de energía fotovoltaica, eólica, o en la movilidad eléctrica gracias a la caída de costes. Sin embargo, más del 60% de la electricidad mundial sigue originándose con combustibles fósiles, y el ritmo actual de incorporación de renovables no es consistente con el objetivo neto cero en 2050. Se necesita más, incluido el desarrollo de la captura de carbono, más eficaz si se hace en depósitos geológicos y oceánicos que a través de la vegetación y el suelo, más vulnerables.
¿Cómo lograrlo? Con políticas ambiciosas. El IPCC reconoce los avances en precios de carbono, que abarcan algo más del 20% de las emisiones mundiales, aunque con niveles bajos para ser suficientemente efectivos. Precios, regulaciones y políticas redistributivas que mitiguen efectos regresivos tienen que implementarse decididamente, con alcance global y a largo plazo, como lo es el problema a solucionar.
Dadas las ingentes necesidades de inversión, es determinante la alineación de los flujos financieros, que el IPCC estima que son entre tres y seis veces inferiores a lo necesario. En países en desarrollo, más vulnerables y endeudados, y donde los costes y riesgos de la financiación, climática o no, también son mayores, se necesitará además ayuda tanto por justicia como por eficacia. El impulso a la financiación climática internacional dependerá de que se logre reducir la prima de riesgo con fortalecimiento institucional y esquemas de colaboración público-privada en el reparto de riesgos.
En resumen, la calamidad no debería frenar la emergencia de la mitigación climática, con un enfoque ambicioso e integrando diferentes políticas.
J. Julián Cubero, de BBVA Research.
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