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Los ‘polluelos’ de Google alzan el vuelo

Más de un centenar de empresas han pasado por el campus del gigante tecnológico, que reabrirá sus puertas en Madrid tras la covid

Doinn
Noelia Novella y Nuno Rodrigues, fundadores de Doinn.
María Fernández

Los hijos de Noelia Novella y Nuno Rodrigues comenzaban a gatear cuando ambos decidieron dar la vuelta al mundo, en 2013. “Por aquel entonces vivíamos en Lisboa. Yo tenía una start-up relacionada con currículos y mi marido era consultor de telecomunicaciones. Siendo papás de dos niños tan pequeños —tienen 22 meses de diferencia— nos parecía aburridísimo tener que ir de casa al parque”. Asumiendo que no podrían saltar de una suite a otra —organizar comidas infantiles era poco compatible con alojarse en hoteles—, optaron por ir de un Airbnb a otro, de país en país. Cumplido el trayecto vital, se trajeron en la maleta una idea de negocio que hasta ahora se ha mostrado poderosamente resistente: desarrollaron una tecnología que hiciese posible la contratación de un servicio profesional de limpieza para los dueños de apartamentos turísticos.

No querían intermediar con autónomos, así que tuvieron que convencer a empresas de limpieza que normalmente trabajaban para hoteles: eran pymes consolidadas pero con escasas ideas de lo que la tecnología les podía ofrecer. A muchas les aterraba la posibilidad de hacer 20 servicios en otras tantas casas distintas y cuadrar horarios con propietarios diferentes. “Años después aquí seguimos”, sonríe Noelia al otro lado de la pantalla. No se olvida de las miserias del camino. Seis años después de fundar Doinn, cuando estaban a punto de empezar a ganar dinero con las comisiones que cobran por cada servicio, estalló la pandemia y se hundieron las reservas turísticas (y con ellas la demanda de limpieza). Fue poco después de que la empresa entrara en uno de los programas de Google for Startups en su campus de Madrid. En estos dos años terribles para su sector han conseguido sobreponerse disparando el número de ciudades en las que están presentes (pasaron de unas decenas a 600 en varios países) y manteniendo una facturación cercana al millón de euros en 2021. Este año cruzan los dedos para que todo vuelva a la normalidad y alcancen su objetivo de llegar a 2,5 millones de ingresos.

Sofía Benjumea, directora de Google for Startups en Europa, cuenta que su ejemplo no es extraño. “Estamos apoyando a aquellos negocios que tienen la mayor capacidad de sobrevivir, de adaptarse y seguir creciendo. No tenemos cerrados los datos del año pasado, pero en 2020 las start-ups de nuestra comunidad fueron capaces de levantar 64 millones de euros de financiación, crear cerca de 1.000 puestos de trabajo y casi la mitad aumentaron sus ingresos”.

Dos tipos de sectores

Ahora que el campus Google de Madrid está a punto de reabrir tras dos años trabajando en modo remoto por el coronavirus, el centro de emprendimiento de la todopoderosa tecnológica norteamericana recapitula. “En este tiempo nos hemos enfocado en dos tipos de sectores: los que más estaban siendo dañados por la pandemia —porque podían ayudar al resto de la industria, que también estaba sufriendo, al aportar innovación y tecnología— y los que más estaban creciendo, como la salud, el e-commerce o las empresas que estaban ayudando a las pymes a digitalizarse”. Google dice hacer esta labor sin esperar un retorno tangible, aunque sí lo mide en su propia popularidad. “Si nuestros productos ayudan a las start-ups que acogemos, los usarán; si no, no. Si los hemos ayudado con nuestros programas hablarán bien de Google, de lo contrario no lo harán”, explica Benjumea.

Otra de esas células resistentes fue Laconicum. Fundada por María Martínez y Anabel Vázquez, sus ventas de cosméticos por internet no tenían buena pinta tras el confinamiento y la congelación de las reuniones sociales. “En cambio, creció la distribución de los productos de cuidado personal y uso diario. Además, llevábamos muchos años en el comercio electrónico y eso fue una ventaja para no sufrir tanto”. Lo que en 2012 arrancó casi como un entretenimiento —solo invirtieron 3.000 euros, no captaron capital en ninguna ronda de financiación y no tuvieron plan de negocio hasta años después de empezar—, es ahora una empresa que factura 2,5 millones de euros y envía cada año unos 40.000 pedidos. Su próximo paso será vender en Francia, la meca de la cosmética. “Todo lo hicimos al revés de lo que recomiendan las escuelas de negocio, pero nos ha ido funcionando”, sonríe Anabel Vázquez.

Las pymes casi siempre saben lo que necesitan, pero no tienen grandes conocimientos tecnológicos. Es lo que aprovechó el consultor sevillano Gonzalo Román para poner en marcha otro proyecto resistente a estos tiempos. Pensó que la tecnología tenía que adaptarse a cualquier compañía por pequeña que fuese, y reunió todas las funcionalidades imprescindibles de las aplicaciones que utilizan normalmente las empresas (de comunicación tipo WhatsApp o Slack, programas para gestionar los flujos de trabajo, de inteligencia, bases de datos colaborativas o de gestión documental tipo Google Docs) en un solo programa que suministra su empresa, bautizada como Zinkee. Desde la filosofía del No-code, que facilita que cualquier persona pueda crear una aplicación sin conocimientos de programación, tienen ya 20 empleados y están creciendo a marchas forzadas con un modelo de pago por cuotas.

Los fundadores de la plataforma de salud mental Nuna, otra de las empresas que pasaron por el campus, también se vieron beneficiados colateralmente por la pandemia. “Intentábamos entender por qué la mayoría de las personas que necesitan, o incluso se plantean la posibilidad de hacer terapia, no dan realmente el paso para la primera sesión o abandonan en las primeras fases. Hicimos una amplia investigación y descubrimos que, entre otros, los dos principales motivos fueron el responder a unas preguntas (¿necesito ayuda? Si es así, ¿con quién hablo?) y la asequibilidad”, relata por correo electrónico Vignesh Anand, cofundador y máximo directivo. Medio millar de psicoterapeutas autónomos de España, Argentina y Perú han montado su consulta digital con esta plataforma. Han llegado a 6.000 clientes y esperan disparar el número de terapeutas este año. También ha habido fracasos en el campus —­han cerrado varios proyectos—, pero lo que más preocupa a los emprendedores no es eso. Es no perder su mentalidad de resistencia y la ilusión. “Si no, no habríamos llegado hasta aquí”.

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Sobre la firma

María Fernández
Redactora del diario EL PAÍS desde 2008. Ha trabajado en la delegación de Galicia, en Nacional y actualmente en la sección de Economía, dentro del suplemento NEGOCIOS. Ha sido durante cinco años profesora de narrativas digitales del Máster que imparte el periódico en colaboración con la UAM y tiene formación de posgrado en economía.

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