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energía
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Von der Leyen viste de verde la energía nuclear

La inclusión del gas natural y la energía atómica en la taxonomía da alas a los ‘lobbies’ defensores para presionar al Gobierno sobre el futuro sectorial

Ursula von der Leyen intercambia impresiones con los comisarios Johannes Hahn, Paolo Gentiloni y Margaritis Schinas durante la polémica reunión del pasado miércoles del Colegio de comisarios en Bruselas.
Ursula von der Leyen intercambia impresiones con los comisarios Johannes Hahn, Paolo Gentiloni y Margaritis Schinas durante la polémica reunión del pasado miércoles del Colegio de comisarios en Bruselas.POOL (REUTERS)
Miguel Ángel Noceda

De vez en cuando el lenguaje económico-administrativo pone de moda vocablos desconocidos que duermen en el fondo del diccionario, pero que son perfectamente válidos. No hace mucho tiempo pasó con resiliencia, palabra que de repente comenzaron a utilizar en progresión geométrica los directivos de las grandes empresas como un descubrimiento que les haría ganar más dinero. Ahora le toca a taxonomía, que la Real Academia define, en su segunda acepción, como “clasificación u ordenación en grupos de cosas que tienen unas características comunes” y pone como ejemplo la “taxonomía ambiental”.

Pues bien, ha sido la presidenta de la Comisión Europea, la alemana Ursula von der Leyen, la que la ha catapultado, no sin polémica y muchos titubeos, para sacar adelante la inclusión de la energía nuclear y el gas natural en la lista de tecnologías que pueden contribuir a la lucha contra el cambio climático. Es decir, encuadradas dentro de las energías con etiqueta verde, lo que les da patente para atraer inversiones multimillonarias. Además, se las considerada tecnologías de transición, es decir, las que no pueden ser reemplazadas todavía por otras bajas en emisiones y más sostenibles. En el caso de la nuclear, se concederá a los proyectos que sean aprobados antes de 2045, lo que, dados los plazos de construcción de nucleares y su vida útil, los nuevos reactores podrían funcionar hasta finales de este siglo.

Von der Leyen, que quiso ser salomónica, recordó que la taxonomía “no ordena que haya inversiones en ciertos sectores, ni impide que las haya en actividades no recogidas en la clasificación, es un instrumento voluntario”. Sabía que la decisión arrastra mucha controversia, con la opinión contraria de los técnicos, de algunos miembros del Gobierno comunitario (como el vicepresidente de la Comisión y jefe de la diplomacia comunitaria, Josep Borrell) y de muchos países, entre ellos España, y algunos, como Austria y Luxemburgo, dispuestos a acudir a los tribunales europeos. Asimismo, se ha criticado porque facilitará el lavado verde en el sistema financiero. La Plataforma de Finanzas Sostenibles, principal órgano consultivo de la Comisión en este expediente, advirtió que ni siquiera las centrales de gas con mejores resultados pueden ser calificadas de inversiones verdes o de transición debido a sus niveles de emisiones de gases de efecto invernadero.

La pelea está servida. El Consejo de ministros y el Parlamento Europeo pueden tumbarlo, aunque se antoja difícil porque no alcanzaría la mayoría suficiente. El Gobierno de Pedro Sánchez ya ha adelantado que se reserva el derecho de aplicar sus propios criterios. A juicio del Ministerio para la Transición Ecológica, “no envía las señales adecuadas a la inversión en energía limpia, desde el momento en que otorga el mismo tratamiento al gas y la nuclear que a fuentes indiscutiblemente limpias, como la eólica o la solar, y puede distraer fondos e inversiones que podrían destinarse en la dirección correcta a las tecnologías renovables”.

Transición lo tiene claro: continuar con los planes de cierre programado entre 2027 y 2035 de las siete centrales nucleares que se mantienen abiertas (los dos grupos de Ascó, los dos de Almaraz, Trillo, Cofrentes y Vandellós 2) y cuya propiedad se reparten los grandes grupos eléctricos: Endesa, Iberdrola, Naturgy y EDP, que no precisamente mantuvieron posturas coincidentes en las negociaciones para acordar la clausura.

De momento, las eléctricas callan y están a la expectativa, a sabiendas de que un cambio es harto difícil. En cualquier caso, el asunto ha dado alas a los lobbies nucleares para presionar al Gobierno. Han salido en defensa del despliegue de energías no emisoras de carbono como garantía para la seguridad, la estabilidad y, en consecuencia, para atraer inversión. Sostienen que la energía nuclear es la mejor garantía para asegurar la transición sostenible y como alternativa real de suministro e independencia energética. Asimismo, han surgido informes de parte en los que se destaca el éxito de que la generación avanzada de energía nuclear y de gases renovables se considere sostenible, ampliando el debate sobre las distintas vías para acelerar la transición hacia una economía neta cero emisiones.

En España, el Foro Nuclear, en el que participan las eléctricas y les sirve de altavoz. Así ocurrió el pasado septiembre cuando anunció que “sería imposible la continuidad de las nucleares” si se aprobaba el proyecto de ley sobre retribución del CO₂ que retiraba los “beneficios caídos del cielo” (vender energía barata el precio de la más cara).

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Sobre la firma

Miguel Ángel Noceda
Corresponsal económico de EL PAÍS, en el que cumple ya 32 años y fue redactor-jefe de Economía durante 13. Es autor de los libros Radiografía del Empresariado Español y La Economía de la Democracia, este junto a los exministros Solchaga, Solbes y De Guindos. Recibió el premio de Periodismo Económico de la Asociación de Periodistas Europeos.

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