El sigiloso ascenso empresarial de los Aperribay, la familia que esquivó a ETA y dirige la Real Sociedad
Este clan guipuzcoano, que ha convertido a SAPA en un referente en el sector de la defensa, entra como accionista significativo en Indra e ITP Aero
Un halo de misterio envuelve a Sapa Placencia, una empresa familiar especializada en tecnología de transmisiones y movilidad de vehículos militares. El hermetismo y la discreción son sus señas de identidad. En la compañía vasca con sede en Andoain (Gipuzkoa) impera una máxima que se cumple a rajatabla: hacer poco ruido. Esta introversión es un signo que caracteriza a una gran parte de la clase empresarial de Euskadi y, en gran medida, tiene su razón de ser en el escudo que muchos industriales emplearon años atrás para protegerse del acoso que sufrían del terrorismo de ETA. La familia Aperribay, principal accionista de Sapa, no es ajena a esta realidad. Su carácter reservado se ve acentuado por las exigencias que marca el mercado de defensa al que va dirigido su negocio.
La actividad de Sapa está ligada al sector de la defensa y sirve principalmente al Ejército español. Así ocurre, desde hace siglos, en esta empresa que tiene su origen en las Reales Fábricas de Armas Portátiles de Fuego y Blancas de Guerra, que se fundaron en 1573 en la localidad guipuzcoana de Placencia de las Armas (hoy Soraluze) y estuvieron organizadas como talleres gremiales hasta mediados del XIX. Es una de las más longevas de España. En 1935 se transformó en Sociedad Anónima Placencia de las Armas (SAPA) y comenzó el traslado de su producción a Andoain, donde actualmente la ejecuta.
En sus instalaciones se fabrican sistemas de transmisión, propulsión y de gestión de energía para vehículos de combate y defensa antiaérea. En los últimos tiempos ha desarrollado “soluciones tecnológicas propias basadas en la innovación que le han dado un alto prestigio en el concierto internacional”, asegura la compañía en su página web. La facturación de la empresa hasta la pandemia era de 59 millones de euros, cifra que se redujo hasta los 23 millones en 2020, último ejercicio con las cuentas cerradas. El resultado neto de ese año fue de medio millón de euros, frente a los 5,1 millones de un año antes.
El foco mediático, que siempre ha tratado de evitar la dirección, se ha colocado los últimos meses sobre esta firma tras involucrarse en dos operaciones corporativas de calado. Por un lado, Sapa tomará el 6% del capital de la aeronáutica ITP Aero si prospera la oferta liderada por el fondo estadounidense Bain Capital para adquirirla por 1.700 millones de euros. Por otro, en diciembre pasado se convirtió en el tercer accionista de Indra tras la compra a la Corporación Financiera Alba (familia March) del 5% de las acciones del gigante tecnológico español por 90,8 millones. Estos movimientos responden, señala un representante de Sapa, a la “necesidad de participar en alianzas sólidas para tener una buena posición en el mercado europeo y mundial”.
El rumbo de SAPA lo marcan desde hace más de tres décadas los Aperribay, una saga originaria del municipio costero de Deba. El padre, Joaquín Aperribay, sigue siendo el presidente desde 1985. Él fue quien puso los cimientos de la modernización y dio paso a que sus hijos Ibon y Jokin le tomaran el relevo. Aperribay padre, primero concejal y después alcalde de Deba entre 1967 y 1976, fue vicepresidente de la Real Sociedad a comienzos de los ochenta, durante la época dorada de un club que tenía en sus filas a los Arconada, Zamora, Satrustegi o López Ufarte. Aquel industrial visionario pasó a estar en la diana de ETA. Un comando terrorista intentó secuestrarle en junio de 1989, pero ese día retrasó su salida y los activistas asesinaron a su chófer, Gregorio Caño, cuando le estaba esperando en el coche a las puertas de la casa. Tres meses después, la policía desactivó un paquete bomba enviado por correo a su domicilio. El industrial vasco y su familia tuvieron que abandonar temporalmente el País Vasco ante la presión terrorista.
Los hijos son actualmente los principales administradores de Sapa. Los Aperribay han declinado realizar declaraciones a este diario sobre la actividad de la empresa. Ibon se ocupa del día a día de la fábrica y Jokin se encarga de la gestión y la parte comercial. Un exdirectivo que mantiene una “buena amistad” con ellos comenta que “se complementan muy bien y ambos han destacado por su carácter emprendedor y su visión de futuro. Son abnegados en el trabajo”.
Los Aperribay son muy celosos en preservar la intimidad familiar y de la empresa. “Son el prototipo de empresario guipuzcoano que huye de la notoriedad. Para ellos el núcleo familiar está por encima de todo”, señala este exdirectivo. Jokin (55 años) es el rostro más visible. Apasionado del fútbol y gran admirador y amigo de Arconada, fue portero en varios equipos. En diciembre de 2008 fue elegido presidente de la Real Sociedad en una turbulenta junta de accionistas. Entre gritos de repulsa, ese día tuvo que salir escoltado por la Ertzaintza. Sin embargo, gracias a su gestión, el club txurirdin, que entonces atravesaba una etapa muy convulsa y estaba sumido en una profunda crisis deportiva (en Segunda División) y económica (en concurso de acreedores), logró en pocos años enderezar el rumbo y volver a donde solía. Sin alharacas, el consejo dirigido por Aperribay saneó las cuentas, remodeló el estadio de Anoeta, se logró el ascenso a Primera, clasificarse para competiciones europeas y el título de la Copa del Rey en 2001, algo que no sucedía desde 1987.
Tercera generación
Jokin Aperribay supo trasladar a la Real un modelo de gestión empresarial que ya venía aplicando con éxito en Sapa. “Es brillante en los números, sabe rodearse de buenos equipos y no le asustan los retos”, le retrata una persona cercana a la familia. Con una plantilla de unos 200 trabajadores, Sapa asegura estar en condiciones de estar “a la vanguardia mundial” en defensa gracias al “impulso decidido por contar con una tecnología propia desarrollada por un amplio equipo de jóvenes ingenieros”, entre los que ya se encuentra la tercera generación de los Aperribay.
El grupo vasco se ha aliado con Indra, Santa Bárbara y Escribano en la sociedad Tess Defence, adjudicataria de un contrato para el Ejército de Tierra que contempla la entrega de 348 vehículos de combate sobre ruedas 8×8 por 2.100 millones. Su entrada en ITP Aero y en Indra responde a la estrategia de fortalecer su capacidad tecnológica en el sector y mejorar su posición en el exterior. Su trayectoria internacional se remonta a 15 años atrás y tuvo un hito en 2019 con la apertura de una planta en el Estado norteamericano de Michigan (también tiene una sede en Madrid).
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