¿Vuelta a los setenta?
Los cuellos de botella y los riesgos inflacionistas durarán más de lo previsto, hasta bien entrado el año que viene, pero deberían desaparecer paulatinamente
En pocos meses las discusiones sobre las perspectivas globales han pasado de poner el foco en los efectos económicos de la pandemia a centrarse en aquellos derivados de los cuellos de botella en las cadenas de valor sobre la producción y la inflación. Si durante la crisis de la década pasada rescatamos de los manuales lo que se sabía de la depresión de los años 30, y hace apenas un año se hizo inventario de la lista de pandemias de la historia, ahora se buscan los paralelismos con la estanflación de los años 70.
Pero las diferencias no son menores. El shock de precios de la energía es más complejo que entonces, con influencia de factores geoestratégicos, de política contra el cambio climático y de un exceso de demanda acumulada durante la pandemia y fomentada por las políticas de estímulo monetario y, sobre todo, fiscal en muchos países avanzados. Se unen además los cuellos de botella ligados a la falta de recuperación total de la actividad en muchos productores de bienes intermedios y vías de comunicación para el comercio global.
El sesgo a la producción de bienes industriales frente a los servicios durante la covid-19 y la extensión del virus por la variante delta también han agravado estos problemas. Frente a estas fuerzas, que sin duda empujan a una subida de precios y recorte de la actividad, la mayoría de los analistas sigue viendo su impacto como temporal, aunque algo más persistente de lo esperado.
En la distinción entre persistente y permanente está la clave para evitar la estanflación: la vacunación creciente en países emergentes y las menores presiones de demanda deberían ayudar a limitar eventualmente los problemas de oferta. Y, sobre todo, las políticas fiscales y monetarias actuales son mejores y más creíbles que las de los años 70, mientras que la mayor flexibilidad de los mercados hace que los riesgos de indiciación sean mucho menores. Con todo ello, las proyecciones apuntan a que la economía global se va a seguir recuperando de los efectos de la pandemia, con un crecimiento del PIB en torno al 6% este año y del 4,5% el que viene. Estados Unidos y China crecen menos de lo previsto anteriormente, aunque ya habían recuperado los niveles anteriores a la pandemia. Europa crecerá algo más del 5% en 2021 y algo menos el próximo, y tiene los riesgos de inflación más controlados.
Los cuellos de botella y los riesgos inflacionistas durarán más de lo previsto, hasta bien entrado el año que viene, pero deberían desaparecer paulatinamente. Eso sí, la vigilancia sobre estos riesgos es ahora la principal tarea de los bancos centrales.
Miguel Jiménez González-Anleo, BBVA Research.
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