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DANA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Solidaridad y protestas en Valencia

En la tragedia de Valencia se dan elementos para protestar: los afectados sufren una clara desigualdad económica y se primaron los intereses empresariales sobre los de los trabajadores

Un policía a caballo durante las protestas contra la visita de los Reyes, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez y el presidente de la Comunidad Valenciana a Paiporta, (Valencia). REUTERS/Eva Manez
Un policía a caballo durante las protestas contra la visita de los Reyes, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez y el presidente de la Comunidad Valenciana a Paiporta, (Valencia). REUTERS/Eva ManezEva Manez (REUTERS)
Andreu Missé

El alivio más valioso que están recibiendo las víctimas de la sobrecogedora riada de Valencia es la ola de solidaridad de los voluntarios que han reforzado decisivamente los auxilios de los servicios públicos. La abnegación mostrada por miles de personas, (bomberos, policías, militares y sobre todo voluntarios), es un fuerte revulsivo contra el individualismo del capitalismo.

La fraternidad no se improvisa y depende de su preparación y organización. En Valencia actuaron con rapidez porque ya existían importantes entidades como Cruz Roja, Plataforma del Voluntariado de la Comunidad Valenciana, Cáritas, Oxfam Intermón, los sindicatos, ECOSOL, Petjades, Farmamundi y Metges del Món entre muchos otros. Ha sido lamentable el rechazo inicial a los bomberos de otras comunidades por parte de la Generalitat Valenciana.

Junto a las acciones de solidaridad han aparecido las protestas ciudadanas por los fallos de las autoridades antes y después de la tragedia. Este tipo de acciones son cada vez más relevantes en las sociedades democráticas. Son necesarias para hacer reaccionar a las autoridades e instituciones ante las necesidades reales desatendidas. El profesor de Filosofía Moral de la Universidad de Girona, Joan Vergés Gifra, acaba de publicar La protesta i la queixa, (Arcadia), que aporta una fecunda reflexión sobre el distinto impacto social de ambas formas de acción ciudadana.

Es notorio el crecimiento de este tipo de acciones. Según el Ministerio del Interior en 1994 se notificaron en España 10.902 manifestaciones y en 2018 se elevaron a 53.726. Con base al libro World Protests: A Study of Key Protest Issues in the 21 st Century, el autor analiza el aumento de las protestas en el mundo que han pasado de 576 entre 2006 y 2010, a 1.152 entre 2016 y 2020. Incluye algunas tan significativas como la Primavera Árabe, el 15 M en España, el MeToo o el Procés catalán o el Black Lives Matter. Destaca la huelga general contra liberalización de la agricultura en la India en 2020 en la que participaron 250 millones de personas, probablemente la huelga más grande de la historia.

Vergés, realiza una triple caracterización de la protesta: desigualdad socioeconómica; su percepción como un perjuicio y entendimiento que esta desigualdad es injusta. Reflexiona sobre el papel de los activistas y la desobediencia civil de la mano de Howard Zinn, John Rawls y Donald Dworkin. Inspirado por Albert Camus, cree que “no hay nada más democrático que protestar”.

En la tragedia de Valencia se dan elementos serios para protestar. Los afectados sufren una clara desigualdad económica, al pertenecer a ciudades convertidas en barrios pobres de Valencia. Los fallos y retrasos en la información se debieron en buena parte por anteponer los intereses empresariales de no parar las actividades económicas a la seguridad de los trabajadores. Hay un tercer factor global que afecta a la planificación urbanística y a los sistemas de protección que explica los fallos anteriores: La negación del cambio climático. Quedó patente con el desmantelamiento de la Unidad Valencia de Emergencias por el PP y VOX. Harán falta muchas protestas para logar una acción pública al servicio de los ciudadanos.

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