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Del campo a la mesa: ¿en qué paso del proceso se encarece el precio de la botella de aceite de oliva?

Los precios de producción suponen el 85% del valor final que pagan los consumidores en el supermercado, pero los olivareros trabajan a pérdidas

Trabajo de recogida de la aceituna en un olivar ecológico de la Sociedad Cooperativa de San Vicente, en Jaén.
Trabajo de recogida de la aceituna en un olivar ecológico de la Sociedad Cooperativa de San Vicente, en Jaén.Samuel Sánchez
Denisse López

El chorrito de aceite de oliva en la tostada, en el gazpacho o en la ensalada es casi un lujo en este momento en que los consumidores se enfrentan a precios récord en los pasillos de los supermercados. Pero ¿cómo aumenta tanto el valor del producto? ¿quién es el culpable? La respuesta está en el campo, aunque no porque los agricultores hayan inflado sus precios de manera artificial. En la práctica, una tormenta perfecta de condiciones climáticas adversas —como sequías e inundaciones—, altos costes de producción y sobredemanda ha pasado factura a toda la cadena de valor en los últimos dos años. Como consecuencia, todos sufren: desde el encargado de obtener la aceituna hasta el cliente que se ve forzado a comprar otro tipo de aceite por los precios tan elevados.

Para que una botella de aceite llegue hasta la cocina de cualquier casa española, la oliva ha tenido que pasar por tres grandes eslabones: el sector primario, encargado de obtener la aceituna; el industrial, que lo transforma el conocido como oro líquido; y el de la distribución comercial. Todos ellos se han visto dañados por el mismo mal: la falta de producto. El principal afectado ha sido el campo, y es también ahí donde más han aumentado las tarifas. La reducida obtención de aceite en las últimas dos campañas, unida a la revalorización de las labores de cultivo, han disparado los precios de producción. De hecho, el consenso de los analistas es que hasta el 85% del valor final que están pagando a día de hoy los consumidores se debe exclusivamente a esta primera parte de la cadena de valor. Esto supone un repunte de 15 puntos porcentuales respecto a la campaña 2020-2021, cuando suponía el 70,4% de la estructura del coste (en el que se contempla el margen neto sobre el precio de venta al público recomendado), según el último informe publicado por el Ministerio de Agricultura y Pesca y Alimentación.

“La gente debe entender que los precios suben por la propia carencia de la materia prima. Apenas un 15% de lo que se paga por una botella de aceite tiene que ver con el envasado, la distribución y el IVA, que además ahora mismo no aplica”, explica Primitivo Fernández, director de la Asociación Nacional de Industriales Envasadores y Refinadores de Aceites Comestibles (Anierac). El responsable de la patronal rechaza cualquier tipo de especulación y precisa que si la industria o la distribución estuvieran actuando de forma desleal, las existencias habrían aumentado. En efecto, los datos del Poolred, el principal índice de referencia utilizado por la industria en España, muestran que el precio promedio en origen durante 2022 fue de 3,57 euros el litro y al año siguiente repuntó hasta los 6,32 euros el litro. Esta tendencia al alza se ha mantenido durante la primera mitad de este año, con un precio promedio que supera los ocho euros, el registro más alto.

Las principales organizaciones agrícolas también reconocen que la tensión del mercado se debe a la dependencia del sector oleícola de las condiciones meteorológicas. Juan Luis Ávila, responsable de Coag Andalucía —la autonomía líder en la producción— recuerda épocas en las que el precio en origen era de dos euros y se ha terminado vendiendo en 10 euros. Pero con la situación actual no ha sido igual. “Si el coste de producción del aceite de oliva virgen extra ha estado en siete euros, lo más probable es que las envasadoras hayan tenido que mantenerlo más o menos igual porque no tenían margen de maniobra; en el mercado nacional, los incrementos de costes apenas se han visto reflejados en el precio de venta al público y en las exportaciones de hecho han tenido que asumir los repuntes porque habitualmente se firman contratos a largo plazo”, resume.

El ajuste de precios ha sido inevitable. El incremento en los costes de la materia prima ha derivado en que la botella de aceite había aumentado en los supermercados un 46,3% a cierre de 2023, según datos de Nielsen. No obstante, desde Deoleo enfatizan que lo que “se ha procurado en toda la cadena de valor ha sido minimizar el traspaso de este coste a los precios finales para aminorar el impacto en el consumidor”. Asimismo, en la Asociación Española de Distribuidores, Autoservicios y Supermercados (Asedas) explican que si de normal el margen de las tiendas es como mucho del 3%, en esos años han contenido los beneficios a fin de que el producto se siga comprando y no se dé un efecto sustitutivo por parte del consumidor. Desde esa patronal recuerdan además que la falta de producto no se debe a que ellos hagan acopio a fin de jugar con el precio, sino simplemente a que las almazaras —donde se muele la oliva— tienen menos aceite que en los años buenos de cosecha. Las botellas no están más de 72 horas en las plataformas logísticas porque se hacen previsiones de venta y se adquiere lo que se necesita en función de esa posible demanda. Dicho de otra manera, la distribución trabaja este producto como si fuera un fresco, lo mismo que unos plátanos o unas fresas, añaden en Asedas.

Los olivareros, sin ganancias

De enero a 2021 a junio de 2024 el aceite de oliva ha subido un 191%, según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Pero a pesar de la cifra tan estratosférica, el hecho es que los olivareros han sufrido grandes pérdidas por la falta de cosecha. Ávila pone de ejemplo su propia explotación: “Por mucho que se ha encarecido, no he producido ni un 20% de lo que cosecharía en una situación normal, así que me da igual el precio al que me paguen. Tendrían que darme 25 euros por botella para tener unos ingresos normales”, señala. El responsable regional de Coag añade que lleva dos años obteniendo en torno a un 40% de los ingresos que históricamente registraba, pese a que los costes son fijos (todos los años es necesario regar, abonar o podar). “La situación a pie de campo es dramática. Hay muchas familias que llevan dos campañas consecutivas sin producir absolutamente nada”, lamenta.

A pesar de las dificultades, a estas alturas del año las condiciones climatológicas e hídricas son alentadoras de cara a la próxima campaña. Los campos han superado los meses de abril y mayo, donde se produce la floración del olivo, sin episodios de calor extremo. Además, las reservas hídricas están ahora mismo por encima de la media gracias a las recientes lluvias. La combinación de ambos factores da consistencia a las estimaciones que apuntan a que en la próxima campaña la cosecha volverá a niveles normales. Luis Carlos Valero, portavoz de Asaja en Jaén, precisa que la situación real se concretará en octubre, que es cuando se da por buena la producción de mayo del año siguiente. Mientras esto ocurre, lo cierto es que “queda poco aceite y en teoría debería valer todavía más”, precisa.

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Sobre la firma

Denisse López
Es redactora de la sección de Economía de EL PAÍS y CINCO DÍAS. Escribe habitualmente de macroeconomía y coyuntura. Se incorporó a esta casa en 2022, después de haber trabajado en distintos medios digitales en México. Estudió Relaciones Internacionales en la Universidad Nacional Autónoma de México, y el Máster de Periodismo UAM-El País.
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