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El estoicismo de sobrevivir a 100 días de huelga en Acerinox

La empresa dice acumular ya 31 millones de pérdidas por el paro, mientras que los casi 1.900 trabajadores de la planta de Los Barrios se mantienen firmes: “Hemos cedido mucho, pero ya no aguantamos más”

Trabajadores de Acerinox en el campamento montado a las puertas de la empresa, el 8 de mayo.
Trabajadores de Acerinox en el campamento montado a las puertas de la empresa, el 8 de mayo.PACO PUENTES
Jesús A. Cañas

Alba Herrera no podía creer su suerte cuando, con 22 años, consiguió trabajo en la planta de Acerinox en Los Barrios (Cádiz). Todo eran enhorabuenas de su familia y amigos: “Parecía la panacea, el pelotazo”, rememora la joven sobre aquella alegría vivida hace seis años. Pero la felicidad duró poco. Al poco tiempo, “comenzaron a echar gente” en un ERE. Luego, llegaron los ERTE tras la pandemia o por la crisis de suministros debida a la guerra de Ucrania. “Y mira ahora cómo estamos”, suspira Herrera mientras prepara los lotes de comida comprados con la caja de resistencia para ayudar a algunas de las familias de los 1.876 trabajadores que, este martes, cumplen 100 días de huelga y ya están al límite económico de sus fuerzas. Aunque rendirse no parece una opción.

Hace ya más de tres meses que la carretera que va a la entrada principal de la planta de Acerinox en el polígono de Palmones es un escenario impracticable de guerra. Tres enormes ruedas de tractor resaltan entre el batiburrillo de objetos tirados a modo de barricada. Los quitamiedos se mezclan con metales retorcidos y restos de contenedores achicharrados. En la que fue la primera fábrica integral de acero inoxidable del mundo en 1970, hace ya casi 100 días que no entra ni sale un camión. La huelga que paraliza la planta y que, según la multinacional, ha provocado pérdidas de 31 millones de euros —sumados a la situación del mercado— ya ha superado el récord local de ser la más larga de la planta —el límite estaba en los 96 días que duró otra en 1977— y no tiene visos de acabar.

Comité de empresa y dirección constataron el pasado jueves que las posturas siguen alejadas en la última ronda de negociaciones, de las más de 30 que llevan, que realizaron en Sevilla con la mediación del Consejo Andaluz de Relaciones Laborales (CARL). Sobre la mesa, los trabajadores llevan todo este tiempo exigiendo una batería de mejoras en materia salarial, social y de inversiones en maquinaria en las negociaciones del IV convenio. Piden ligar las subidas salariales al IPC —en lugar del 2% actual— y actualizar las primas de producción de los 300 euros actuales a los 650 euros —que han rebajado a 550 en distintas negociaciones—. “Esas primas suponen el 30% o 33% de nuestro salario. Deberían ser un incentivo, pero lo usan como un equilibrador porque lo ligan a los programas de producción”, explica Alberto Padilla, miembro del comité de huelga.

Aunque Rubén Gómez, presidente del comité, asegura que el verdadero caballo de batalla de los trabajadores son los problemas de conciliación que les generan los turnos rotatorios, compuestos por seis días de trabajo y cuatro de descanso, de los que dos proceden de sus jornadas de vacaciones. “Con esos turnos ya llevamos perdidos demasiados cumpleaños en nuestras familias”, apunta el presidente, del sindicato independiente ATA. Las distintas rondas de negociación han llevado a Acerinox a aceptar la subida del IPC y a estudiar el incremento de las primas a más de 400 euros y ligar subidas de hasta 600 a materiales de alto valor añadido. Pero la compañía, que a preguntas de EL PAÍS se ha remitido a comunicados ya realizados sobre su postura, ha mantenido su propuesta de implantar una nueva flexibilidad horaria voluntaria con la idea de disponer de un grupo de trabajadores dispuestos a trabajar en sus días de descansos a cambio de un plus.

Con las posturas encalladas, la compañía llegó a amenazar a la plantilla este mismo jueves con la posibilidad de realizar un ERE y otro nuevo ERTE, según han explicado fuentes del comité. Pero ni la posibilidad de esa medida de presión amilanaba a los trabajadores en huelga, conocedores ya desde el día antes de esa posibilidad y quejosos del uso “habitual” que la compañía hace de los ERTE desde la pandemia, como denuncia un empleado que prefiere no dar su nombre. “Hemos cedido muchos años, pero ya no aguantamos más”, tercia Sergio Ortega, vocal de la asociación Familias del Metal, creada para gestionar las ayudas de la caja de resistencia, que ya asiste a más de 40 familias. “Estos dos años de ERTE constantes a mí me han causado una merma de más 400 euros al mes. He pasado de ganar 2.100 a 1.600″, apunta el operario. El único avance que salió del último encuentro hasta ahora es que ambas partes aceptaron que el CARL redacte una propuesta de convenio, compuesto por propuestas de ambas partes que el comité asegura que elevará a consulta de los trabajadores en huelga, algo que no había sucedido hasta ahora.

Hacía ya tiempo que en Acerinox soplaban vientos de huelga, como asegura Padilla. Tanto que “ha habido compañeros que se han preparado y han podido ahorrar para esto, porque veían cómo la empresa no se estaba portando bien”, añade el miembro del comité. Pero difícilmente podían imaginarse que iban a alcanzar la barrera de los 100 días que les ha obligado a habilitar una caja de resistencia con comida y establecimientos asociados. “Con tanto recorte no me he podido preparar tanto para la huelga. De mi salario comen mi mujer, mi hija y yo. Si no fuese por mi madre que nos ayuda…”, explica Ortega.

Varios de los trabajadores de Acerinox acampados, cerca de la empresa, el 8 de mayo.
Varios de los trabajadores de Acerinox acampados, cerca de la empresa, el 8 de mayo.PACO PUENTES

Una tapia recorre el lateral izquierdo que lleva a la entrada de la fábrica. Hace ya meses que se ha convertido en una suerte de “muro de las lamentaciones”, como bromea Gómez, donde escribir consignas contra la empresa. En la margen derecha, el parking ya es un campamento improvisado donde los trabajadores acuden vestidos con su ropa de trabajo amarilla fosforita a cumplir con el turno de trabajo que les habría tocado. Más allá, el presidente de Familias del Metal, Antonio Torrejón, entrega bolsas con leche y alimentos de primera necesidad. Él, que lleva desde 2007 compaginando su trabajo en Acerinox con el voluntariado en Cáritas de su parroquia de Nuestra Señora de la Luz, se ve ahora repartiendo comida entre sus propios compañeros: “Este perfil nunca lo había visto. Son personas de poder adquisitivo bueno que se han quedado sin dinero y con vergüenza para pedir”.

Torrejón, noqueado por lo que ve cada día, asegura haber dejado de entender la postura de la empresa: “Aseguran que esto le ha generado 31 millones de pérdidas, pero lo que le pedíamos iba a tener un coste de dos millones en los cuatro años del convenio. No lo entiendo”. Por eso, entre la plantilla de Acerinox aseguran que, llegados a este punto, rendirse no parece una opción, según apuntan desde su comité, donde prometen que las filas siguen prietas. El colectivo ya ha llevado su situación al Parlamento de Andalucía y al Congreso de los Diputados, donde se llegaron a reunir con la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. Pero el bloqueo, por ahora, sigue ahí. “Esto es duro. No esperábamos que fuese tan largo y que todo estuviese tan bloqueado. Está creando un precedente peligroso porque se ha ido de las manos y la desesperación es grande”, zanja un trabajador que pide anonimato por miedo a posteriores represalias.

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Sobre la firma

Jesús A. Cañas
Es corresponsal de EL PAÍS en Cádiz desde 2016. Antes trabajó para periódicos del grupo Vocento. Se licenció en Periodismo por la Universidad de Sevilla y es Máster de Arquitectura y Patrimonio Histórico por la US y el IAPH. En 2019, recibió el premio Cádiz de Periodismo por uno de sus trabajos sobre el narcotráfico en el Estrecho de Gibraltar.
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