Bruselas empeora las previsiones económicas europeas lastradas por Alemania
La Comisión Europea mantiene su pronóstico de crecimiento sobre España en el 1,7% gracias al tirón del turismo
Alemania sigue enferma y Europa se resiente. La primera economía europea volverá a rozar el comportamiento plano este año y eso debilitará más de lo previsto la actividad de la zona euro y del conjunto de la UE que, respectivamente, apenas crecerán un 0,8% y un 0,9%, según las previsiones divulgadas por la Comisión Europea. Ya hace meses que se habla de que Europa vivirá una era de estancamiento, pero los números conocidos este jueves lo acentúan para 2024. Que Francia o España, que crecerá un 1,7% este año, tengan mejor comportamiento no es suficiente para compensar el lastre alemán.
Las conclusiones de esta revisión de las previsiones que hace la Comisión —los vaticinios de invierno son una mera actualización del trabajo de otoño— son muy parecidas a las que se vieron en las primeras estimaciones sobre la actividad económica en 2023: debilidad y estancamiento sin llegar a caer en la recesión, pese a flirtear con ella, porque países como España o Italia compensan algo el mal desempeño de Alemania.
“El importante estancamiento de la UE a lo largo de 2023 se tradujo en un débil impulso al entrar en el nuevo año. [...] Así pues, la economía de la UE entró en 2024 en una situación más débil de lo previsto, y los últimos indicadores no sugieren un repunte inminente”. Las primeras frases del informe sobre las previsiones económicas para este año y el que viene del Ejecutivo de la Unión describen con mucha claridad qué se espera para los próximos meses y anticipan que ha rebajado sus pronósticos de crecimiento: cuatro décimas en 2024 y una décima en 2025, ejercicio en el que se apunta un repunte, todavía débil, del 1,5%.
Para la inflación, los vaticinios son mejores. La media prevista del IPC para la zona euro en 2024 es del 2,7%, cinco décimas menos que en el informe de otoño. La cotización de las materias primas con las que se produce la energía, principalmente el gas, se ha hundido respecto a lo sucedido en el primer año de la agresión de Rusia a Ucrania, y el conflicto en Gaza no ha cambiado ese signo, al menos por el momento. Y, además, está la propia espiral que buscaba el Banco Central Europeo (BCE) al subir los tipos de interés: enfriar la economía para debilitar la demanda y aflojar la presión sobre los precios. Hay incertidumbres, como la situación en el mar Rojo, con los ataques a los buques que atraviesan esa transitadísima ruta comercial, pero los economistas de la Comisión creen que pese a ellas “”la inflación caerá en 2024 más rápidamente de lo previsto en las previsiones de otoño”.
También el BCE otea este horizonte, lo cual refuerza la creencia, de que en Fráncfort no tardarán en plantearse si ha llegado el momento de aflojar el dogal de los tipos de interés, que siguen en el 4,5%. Aunque sus portavoces más autorizados, su presidenta, Christine Lagarde, y su vicepresidente, Luis de Guindos, insisten día tras día en advertir que hay que estar seguro de que la inflación está controlada antes de tomar esa decisión.
La situación alemana abunda en esta línea. En 2023 su economía se contrajo un 0,3%. Para 2024 se espera un comportamiento algo mejor, un 0,3% al alza. Pero sigue siendo un dato anémico. Alemania está atrapada entre una apuesta energética fallida con la invasión rusa de Ucrania, el nuevo escenario geopolítico que lleva a ver a China como un rival estratégico y ya no tanto como un socio comercial y que, además, ese gigante asiático al que tanto vendía Alemania ya no crece como lo hacía.
Con todo esto, en Bruselas creen que Alemania crecerá menos este año de lo que se esperaba hace apenas tres meses. En esta revisión de los números presentados en otoño, el pronóstico sobre la actividad germana este año se ha reducido en cinco décimas, de un crecimiento del 0,8% al 0,3%. Y eso se nota mucho en el club comunitario, en el que esa economía representa un cuarto del total. “Se prevé que el crecimiento de la inversión siga siendo bajo en relación con los valores anteriores a la pandemia [...]. La escasez de mano de obra sigue siendo un obstáculo para la actividad. Tampoco es probable una recuperación impulsada por el comercio, ya que las exportaciones y las importaciones crecerán prácticamente al mismo ritmo”, analizan los técnicos comunitarios.
Cuando eso pasa, de poco sirve que España tenga un buen comportamiento: un 1,7% puede considerarse así, al menos en un contexto tan débil como el que rodea a sus principales socios. Esto evita datos mejores porque, como señala la Comisión en su informe, frena las exportaciones. No obstante, se espera que el turismo siga siendo un motor que empuje el crecimiento español.
El análisis sectorial no se separa mucho del geográfico. Es la industria, un sector de gran peso en Alemania, de la que se espera un peor comportamiento. En cambio, las encuestas de sentimiento económico que se observan para elaborar las previsiones aventuran un mejor comportamiento en los servicios, actividad de mayor protagonismo en España, por ejemplo.
El consumo, por su parte, “sigue lastrado por una elevada tasa de ahorro”, que seguiría por encima de los niveles anteriores a la pandemia. Durante la Covid-19, los hogares europeos aumentaron su ahorro de forma significativa, entre otras cosas porque las medidas de restricción económica limitaban las oportunidades de gasto. La situación se dio la vuelta cuando los precios se dispararon. Los hogares echaron mano de sus reservas para amortiguar el impacto. Lo que estaría pasando ahora y podría pasar en los próximos meses, cree Bruselas, es que el aumento de los tipos lleve a que el consumo que precisa de crédito (automóviles) se contenga por los altos tipos de interés y, además, las familias vuelvan a pensar que hay que reconstruir el colchón “erosionado por la inflación”.
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