La inflación en la zona euro vuelve a bajar tras el repunte de finales de 2023
El IPC de los países con moneda única pierde una décima en enero y baja al 2,8%
Los precios en la zona euro han vuelto a la senda bajista en enero. Solo han perdido una décima respecto a diciembre y han quedado en el 2,8%, según la oficina estadística Eurostat. La ligera pérdida es suficiente para demostrar que el repunte del último mes de año fue un susto provocado por efectos estadísticos y por el fin de medidas antiinflacionistas que se aplicaron como respuesta a la presión de los precios durante el final de 2022 y el ejercicio 2023.
Con esta vuelta a la senda descendente conocida este jueves, más los datos de actividad divulgados el martes en los que se veía una clara parálisis, se acentúa la presión sobre el Banco Central Europeo para que afloje el dogal de los tipos de interés, ahora en el 4,5%. La propia Reserva Federal estadounidense, que suele ser mucho más ágil y rápida en sus respuestas a la coyuntura económica, ya ha anunciado que es probable que afloje pronto y comience a recortar el precio del dólar.
No solo el dato general de inflación mete presión al BCE, sino que también lo hacen el índice subyacente, en el que se elimina la evolución de la cotización de productos con precios más volátiles: productos frescos, energía, tabaco. Esta cifra ha bajado en diciembre hasta el 3,3%, una sola décima, pero suficiente para mostrar que la tendencia a la baja que también se observa en este indicador es sólida. Este detalle no es menor, pues la inflación subyacente es uno de los elementos sobre los que el BCE pone más atención a la hora de decidir sobre los tipos de interés.
Ayudará al BCE que conforme los precios han ido bajando, los diferentes datos de inflación de los 20 países que componen el área monetaria única se han ido acercando. En los meses en que el dato comparable de la zona euro estaba en máximos, las diferencias entre algunos países llegaban a superar los 15 puntos porcentuales. Las tres repúblicas bálticas incluso superaron de largo el 20%, mientras que Francia se quedó en el 7%.
Esa disparidad genera una gran dificultad a la hora de responder a la institución que dirige la política monetaria, puesto que las consecuencias de sus decisiones van a ser desiguales en función de la situación de los precios en cada país. En enero, en cambio, con la caída del IPC, la distancia entre el país con un índice más alto, Estonia con el 5%, y el más bajo, Finlandia con el 0,7%, apenas llega a los cuatro puntos. España, esta vez, está en la banda alta con el 3,5%.
Del análisis detallado de los epígrafes, se aprecia, de nuevo, las tendencias de fondo que se ven durante toda la crisis inflacionista. La más clara es, sin duda, la evolución de las cotizaciones energéticas. Ellos, que durante los primeros meses se dispararon y fueron los principales responsables del shock inicial, han sido después el principal catalizador de la reducción del IPC. En enero, los precios de la energía se redujeron un 6,3% respecto al mismo mes del año anterior. Pese a ser un dato negativo, esa cifra también indica cierta normalización en estos mercados, puesto que en algunos meses anteriores la rebaja respecto al mismo mes de 2022 ha llegado a ser superior del 40%.
Todos los demás epígrafes han tenido, por el contrario, un comportamiento netamente inflacionista al tener evoluciones alcistas. Ese ha sido el caso, sobre todo, de los alimentos no procesados, que han crecido en el último año un 7%. También la comida procesada y el alcohol se pagan más caros, un 5,3%. El incremento de los servicios, el epígrafe que más pesa en la configuración del índice de precios, ha sido, por su parte, de un 4%.
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