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Sánchez cita al Ibex 35 en Davos tras las tensiones por los impuestos

El presidente, al que algunos en el mundo económico daban por acabado hace unos meses, ha invitado también a Del Pino y Sánchez Galán

Pedro Sanchez
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante su participación en el foro de Davos del año pasado.Borja Puig de la Bellacasa (Pool Moncloa/EFE)
Carlos E. Cué

Pedro Sánchez ya es un habitual del foro de Davos, donde aprovecha para concentrar en pocas horas todas las reuniones posibles con responsables económicos internacionales para buscar inversiones, este año centrado especialmente en empresas tecnológicas como Cisco, Qualcomm o Intel pero también con colosos como Siemens Energy, la farmacéutica Sanofi, Fujitsu o un encuentro privado con Bill Gates y una cita con el columnista del New York Times Thomas Friedman. Pero esta cita también le sirve como termómetro del mundo económico con su Gobierno, no solo el internacional sino especialmente el español. Sánchez monta cada año un encuentro con los líderes del Ibex 35 presentes en la localidad suiza, que no son pocos, y en las presencias, ausencias y el tono de la conversación se puede apreciar el nivel de tensión de este mundo con el Ejecutivo de coalición progresista.

Este año, de nuevo, ha invitado a todos, y algunos ya han confirmado su presencia en el encuentro de este miércoles, después del discurso central de Sánchez en el foro, como Ana Patricia Botín (Santander), Carlos Torres (BBVA), José María Álvarez Pallete (Telefónica) o Josu Jon Imaz (Repsol). Pero aún no aclaran si irán dos especialmente simbólicos que están invitados: Rafael del Pino (Ferrovial) e Ignacio Sánchez Galán (Iberdrola). Este último, muy crítico con los nuevos impuestos, ya faltó a la cita el año pasado. La tensión con Del Pino es aún mayor desde que decidió trasladar a Holanda la sede de la multinacional de la construcción española, crecida alrededor de contratos públicos con el Estado. Sánchez y Del Pino nunca han hablado desde la crisis, y de hecho tampoco lo hicieron cuando se produjo.

Sánchez sabe, y así lo admiten algunos en La Moncloa, que tiene enfrente a buena parte del mundo económico español por los impuestos especiales a la banca y a las energéticas que aprobó su Gobierno. De hecho, en La Moncloa habían detectado meses antes de las elecciones generales que algunos directivos llamaban mucho menos de lo habitual, que hablaban en otro tono, porque daban por hecho, como decían la mayoría de las encuestas, que el PP volvería al Gobierno y Sánchez saldría de La Moncloa en 2023.

Pero sucedió lo inesperado, el presidente logró conformar una nueva mayoría y ahora llega a Davos por sexta vez con la confianza no solo de tener hasta cuatro años de legislatura por delante sino sobre todo unos datos económicos mejores que los de los países de su entorno europeo y unos resultados históricos de casi todo el Ibex 35 que le dan mucha fuerza para contestar a cualquier crítica sobre sus subidas de impuestos. Algunos de estos ejecutivos consultados insisten en que el malestar por esos impuestos extraordinarios no ha desaparecido, y es probable que alguno se lo traslade al presidente, pero también admiten en conversaciones informales en los pasillos de Davos que sus resultados económicos son extraordinarios.

Sánchez no admite públicamente esta tensión con el Ibex 35 y el mundo económico, y en la entrevista con EL PAÍS el pasado domingo insistía en que no había nada que reconciliar en Davos. Pero sí parece evidente el interés del presidente por mantener las mejores relaciones posibles con este mundo una vez que se ha vuelto a consolidar su mandato para cuatro años más. Sánchez está convencido de que, pese a la aparente inestabilidad de su pacto con Junts, logrará acabar la legislatura como casi consiguió hacerlo con la anterior, y por eso está trabajando con vistas al medio plazo. Sánchez se siente cómodo en Davos, donde ninguno de los ejecutivos internacionales con los que se reúne le pregunta por cuestiones internas españolas porque en el circuito internacional está asumido que Sánchez, de una manera o de otra, logra aprobar las principales medidas a las que se compromete con la Unión Europea y además tiene números mejores que otros países.

El presidente se ha convertido ya en una cara conocida en este tipo de encuentros internacionales y después de cinco años en La Moncloa empieza a ser uno de los líderes más veteranos. Sánchez y el ministro de Transición Digital, José Luis Escrivá, paseaban este martes por un gélido Davos —hasta 12 grados bajo cero se alcanzarán esta semana— para reunirse con ejecutivos tecnológicos en la sede que Cisco monta en este idílico enclave suizo que se convierte en el corazón del capitalismo. Lo hacían con la seguridad de que España es un país atractivo para la inversión y que no genera ruido a los grandes agentes económicos internacionales a pesar de las tensiones políticas internas, como demuestran las cifras récord de inversión internacional y la ampliación de sus intereses en la Bolsa española de un coloso como BlackRock. Sánchez este año no se ve con Larry Fink, el líder de este fondo, pero lo ha hecho otros años. El presidente quiere aprovechar este año su presencia en Davos para vender la buena marcha de la economía española y su baja inflación —si se compara con el entorno europeo— para mostrar las oportunidades de inversión. Pero el momento más difícil no vendrá con los ejecutivos internacionales, sino con los españoles, mucho más críticos con el presidente y sobre todo con su política fiscal.

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