Hogares y empresas aceleran la reducción de la deuda ante las subidas de tipos
La caída del crédito provoca un frenazo de la inversión a largo plazo y, en consecuencia, de las perspectivas de crecimiento
Las familias han reducido su deuda en el último año en 13.900 millones. Y las sociedades no financieras, en 24.300 millones. Si se toman estas cifras en relación al PIB, y por tanto a la capacidad de pago de la economía, los hogares y empresas han recortado su endeudamiento en casi 15 puntos de PIB entre junio de 2022 y junio de 2023, según datos del Banco de España. El proceso de desendeudamiento, que se inició en 2010 tras el estallido de la crisis inmobiliaria y que solo se interrumpió por la pandemia, se ha reanudado. Y lo ha hecho incluso con más fuerza para hacer frente a las subidas de tipos que ha aprobado el BCE en su lucha contra la inflación. En apenas año y medio, el precio del dinero ha escalado del cero al 4,5%.
Los hogares han logrado llevar sus pasivos ligeramente por debajo del 50% del PIB, una cifra que se sitúa ya en niveles de otros países europeos y que no se registraba desde 2002. En su punto máximo, allá por 2010, alcanzó el 85% del PIB. Por su parte, las empresas, después de haber engordado su crédito por la covid en casi 80.000 millones, han vuelto a disminuirlo y lo han dejado en el 66% del PIB frente al 120% que se anotó en 2010. Estas cotas también son similares a las de otras economías del euro.
Enfrentadas con la escalada del euríbor, las familias están firmando menos hipotecas y están acelerando la amortización de forma anticipada para protegerse del repunte de los costes financieros. Los préstamos suscritos para la compra de vivienda acumulan seis meses consecutivos de caídas interanuales. Y las amortizaciones subieron el año pasado un 20% hasta los 60.000 millones. Según las principales entidades, en la primera mitad del año se está manteniendo esta dinámica, aunque con una intensidad algo menor. En estas circunstancias, el stock vivo de hipotecas ha descendido por debajo del medio billón de euros por primera vez desde mayo de 2006, lejos de los 663.000 millones de 2010.
El colchón del ahorro
Con la pandemia, los hogares dispararon su ahorro, llevándolo a porcentajes de renta récord. Y han vuelto a elevarlo, si bien de forma más moderada, durante la primera mitad del año. Están aprovechando estos colchones y la progresiva mejora de los salarios reales para anticipar pagos. Al reducir su carga financiera, pueden mejorar su renta y capacidad de consumo. Pero lo están haciendo en mayor grado aquellas familias con más ingresos. No sucede así con los colectivos vulnerables, que apenas pudieron engordar sus colchones con la pandemia y que ahora sufren más para capear la espiral alcista de precios. De hecho, fuentes financieras advierten de que se está detectando en estos grupos una subida del crédito al consumo y del uso de tarjetas para llegar a fin de mes. Aunque la morosidad no ha aumentado, el número de créditos en vigilancia especial sí crece porque se detectan señales de riesgo de impago.
Las amortizaciones se están concentrando en las hipotecas variables (aquellas que están referenciadas al euríbor y se revisan habitualmente una vez al año). Según explican fuentes financieras, más de la mitad de las amortizaciones se han realizado con la idea de reducir las cuotas mensuales y no de ahorrar el máximo posible de intereses reduciendo años. Es decir, han escogido rebajar el desembolso mensual para no ir tan asfixiados ante la escalada de tipos y precios. Esta tendencia se ha visto favorecida por la eliminación de las comisiones de amortización durante este año.
Por otra parte, a la hora de conceder una hipoteca, las alzas de tipos provocan un incremento de las cuotas calculadas. De esta forma, las familias con menor renta se encuentran automáticamente con más dificultades para acceder al crédito, ya que el pago mensual previsto rebasa con mayor facilidad el tercio de los ingresos del hogar, uno de los límites fijados por el sector a la hora de conceder estos préstamos. Eso sí, en la práctica los bancos no están siendo tan exigentes con este requisito, pero sí que se están mostrando inflexibles con el de no financiar más de un 80% del valor de la vivienda. Además, en los últimos meses se están registrando menos transacciones de vivienda y más operaciones en efectivo. Es decir, sin una hipoteca y, por tanto, con patrimonio para costearlo.
Las empresas también están aminorando su deuda para evitar el castigo de los tipos. Muchas tomaron los préstamos del ICO para asegurarse la liquidez mientras la financiación era barata. Ahora están deshaciendo esos créditos con rapidez. El conjunto dispuesto ha caído en más de 20.000 millones en el último año. La mejora de los márgenes empresariales tras la covid también está ayudando a facilitar este saneamiento.
Endeudamiento exterior
Y la inflación está engordando a gran velocidad el PIB en euros, lo que está acelerando todavía más este proceso al comparar con el tamaño de la economía. O lo que es lo mismo: en porcentaje del PIB baja todavía más. El desapalancamiento ha llegado a tal punto que el endeudamiento neto con el exterior (una vez restado los activos en el extranjero) se coloca ya en apenas 30.000 millones. Este tocó los 400.000 millones y fue uno de los talones de Aquiles de la crisis de 2008: las familias y empresas contrajeron mucha deuda con el exterior a través de las titulizaciones de la banca, dejando a España muy expuesta al crash crediticio que se inició con las subprime y que se agudizó con la crisis de deuda europea. La restricción financiera colocó al país al borde del impago y fue necesario un rescate europeo, un duro ajuste macro y la intervención del BCE para aliviar la presión.
La rebaja de la deuda deja a la economía española en una posición más saneada y menos vulnerable. Sin embargo, tiene una lectura negativa pensando en el crecimiento económico a medio y largo plazo: la baja demanda de crédito sería una señal de falta de perspectivas económicas y, en consecuencia, estaría disminuyendo la inversión. Están aumentando los proyectos que no son financiados porque al tener tipos más altos no salen las cuentas. Según fuentes financieras, la mayoría de las inversiones a largo plazo se están posponiendo debido a la incertidumbre y los tipos. Es el peaje de la guerra de Ucrania, la ralentización europea, unos tipos altos que seguirán así durante más tiempo y, ahora, el conflicto entre Israel y Gaza.
Todo ello se produce en un contexto en el que la inversión no ha sido muy boyante incluso con la llegada de los fondos europeos. Solo se financia, según explican estas fuentes, los flujos indispensables para mantener la actividad. Las empresas están ahorrando para autofinanciarse en lugar de pedir nuevas líneas de liquidez.
Estos efectos ya se sienten a pesar de que el golpe de la subida de intereses todavía no ha llegado con toda su fuerza. Según el gobernador del Banco de España, aún queda más de un 50% del impacto por trasladarse conforme se renuevan los préstamos e hipotecas con los mayores tipos y se encarece el nuevo crédito.
Fuentes financieras insisten en que este proceso de desendeudamiento no está perjudicando a las entidades. Aunque bajan los depósitos, este ahorro se usa para devolver deuda a los bancos, de manera que estos mantienen su liquidez y reducen los riesgos de impago.
La otra cara de este fenómeno es la deuda pública. Mientras el sector privado ha estado recortando sus pasivos, el Estado ha seguido el camino inverso: desde 2008 ha elevado su endeudamiento del 35% del PIB al entorno del 110%, en parte asumiendo una porción de la deuda privada vía rescate financiero, en parte supliendo la contracción del sector privado.
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