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Los países de la UE compran a Rusia un 40% más de gas natural licuado que antes de la invasión de Ucrania

Bélgica y España son los principales importadores mundiales de GNL ruso en lo que va de año. Las empresas españolas han aumentado un 71% la compra de este combustible procedente de Rusia en el primer semestre

El buque 'Hoegh Esperanza' atraca en el punto de regasificación del puerto de Wilhelmshaven (Alemania).
El buque 'Hoegh Esperanza' atraca en el punto de regasificación del puerto de Wilhelmshaven (Alemania).DAVID HECKER / POOL (EFE)
J. Sérvulo González

Las importaciones europeas de gas natural licuado (GNL) de Rusia, que llega por barco en estado congelado, han aumentado un 40% hasta julio en comparación con los niveles anteriores a la invasión de Ucrania, según un análisis de la organización sin ánimo de lucro Global Witness basado en datos de la consultora Kpler. “Se estima que los países europeos han gastado casi 5.300 millones de euros comprando más de la mitad de todo el GNL de Rusia durante los primeros siete meses de 2023, siendo España y Bélgica el segundo y tercer mayor comprador a nivel mundial”, señala el informe del Centro de Investigación de Energía y Aire Limpio. En los primeros siete meses de 2023, los Veintisiete contrataron un total de 22 millones de metros cúbicos a Rusia, frente a los 15 millones del mismo período de 2021, lo que supone un aumento del 40%, muy por encima del ascenso medio global del 6% de las importaciones de GNL ruso.

Global Witness advierte, a través de un comunicado difundido este miércoles, que “las importaciones europeas de GNL experimentan un aumento mucho más pronunciado que el aumento medio mundial de las importaciones rusas de GNL, que asciende al 6%”. Y remarca: “Los países de la UE ahora compran la mayor parte del suministro de Rusia, apuntalando una de las fuentes de ingresos más importantes del Kremlin. Entre enero y julio de 2023, la UE compró el 52% de las exportaciones de Rusia, frente al 49% en 2022 y el 39% en 2021″.

Durante los siete primeros meses del año, España representó el 18% de las ventas totales de gas natural licuado de Rusia y Bélgica el 17%, superadas solo por China (20%). Dos años antes, en 2021, antes de la invasión rusa de Ucrania, España ocupaba el quinto lugar y Bélgica el séptimo, según el análisis de Global Witness. Según los datos de la Corporación pública de Reservas Estratégicas de Productos Petrolíferos (Cores), las importaciones de gas natural licuado procedente de Rusia ha aumentado un 71% durante el primer semestre del año. En los seis primeros meses del año pasado, cuando estalló la guerra en Ucrania, las empresas importaron 24.016 gigavatios hora (GWh) de GNL procedente de Rusia, frente a las 41.145 (GWh) compradas en el mismo origen entre enero y junio de 2023, según los datos del operador de almacenamiento energético (Cores).

Aunque España tiene desde hace semanas las reservas de gas natural cubiertas prácticamente al 100% es uno de los países que más gas natural liquado (GNL) está importando de Rusia. La península cuenta con ocho plantas regasificadoras, que son utilizadas por las empresas para aprovechar este combustible. Durante la pasada primavera, la vicepresidenta tercera del Gobierno y ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, envió una carta a las energéticas españolas y a los principales comercializadores privados de este combustible para reclamarles que dejen de comprar GNL procedente de Rusia. Ribera pedía en la misiva a las empresas la “máxima colaboración y apoyo” para que “las medidas sancionadoras destinadas a debilitar económica y financieramente a Rusia para detener su agresión (…) tengan el efecto deseado”. Pero la advertencia parece haber caído en saco roto.

La energética española Naturgy tiene un contrato a largo plazo para comprar el GNL de Yamal, en el noroeste de Siberia, que vence en 2038. A diferencia del gas que llegaba a Europa por tubo, que gestionaba Gazprom, el grupo controlado por el Kremlin, el GNL que llega a Europa lo vende principalmente Yamal LNG, un consorcio liderado por la empresa privada rusa Novatek y en cuyo accionariado hay capital europeo y chino. La ONG también apunta a la compañía de Países Bajos Shell y a la francesa TotalEnergies como las principales importadoras.

Desde que estalló la guerra en Ucrania, España ha sido —junto con Francia y Bélgica— la principal puerta de llegada de gas ruso por barco a los puertos europeos. En 2022, las importaciones españolas de este combustible procedente de Rusia casi se duplicaron, hasta superar los 56.000 gigavatios hora (GWh). En parte, para suplir el cierre de uno de los dos gasoductos procedentes de Argelia; en parte, por la amplísima capacidad española de recepción y regasificación para enviar luego el combustible al resto de Europa.

Los flujos de gas ruso por tubo hacia la UE han caído a mínimos históricos desde el inicio de la invasión. Para compensar el déficit, los envíos de GNL procedentes de todo el mundo se han disparado. Incluidos los procedentes de Rusia, sobre los que no pesa ninguna sanción: de haberlo vetado, los Veintisiete temían por su suministro. Los países bálticos —y ya fuera de Europa, el Reino Unido— sí ha suspendido totalmente las compras de GNL ruso.

La comisaria europea de Energía, Kadri Simson, pidió en marzo a los países de la UE que no compraran GNL a Rusia, pero no existe un marco jurídico para imponer dicha prohibición. La vicepresidenta española y ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, declaró el pasado julio que no le gustan “nada” las compras de gas ruso y pidió una solución europea para impedir esas importaciones, pues legalmente las empresas europeas son libres de adquirir ese hidrocarburo en Rusia. Desde la invasión de Ucrania, la UE ha vetado las compras de carbón y de casi todo el petróleo ruso (con ciertas excepciones para Eslovaquia y Hungría), pero nunca sancionó el gas de Moscú, que antes de la guerra era el primer proveedor del club comunitario.

De hecho, fue Rusia la que fue cerrando el grifo de los bombeos por gasoducto hacia la UE, en lo que Bruselas ha calificado como “chantaje energético”, acusando al Kremlin de convertir la energía en un “arma de guerra”. “El hecho de que las capitales nacionales estén comprando más GNL de Rusia que antes de la guerra muestra que simplemente no estamos avanzando lo suficientemente rápido para reemplazar el gas con energías renovables”, declaró en un comunicado el experto en combustibles fósiles de Global Witness Jonathan Noronha-Gant. Reclamó, además, que los países de la UE elaboren “un plan de emergencia para su eliminación total, comenzando con una prohibición del comercio del gas ruso que está llenando los bolsillos de [Vladímir] Putin”. “Comprar gas ruso tiene el mismo impacto que comprar petróleo ruso. Ambos financian la guerra en Ucrania y cada euro significa más derramamiento de sangre. Mientras que los países europeos critican la guerra, están poniendo dinero en los bolsillos de Putin”, lamentó Noronha-Gant.

Tras la agresión de Rusia a Ucrania en febrero de 2022, la UE se marcó el objetivo de desprenderse de todas las importaciones de gas ruso en 2027.

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Sobre la firma

J. Sérvulo González
Redactor jefe de Economía y Negocios en EL PAÍS. Estudió Económicas y trabajó cinco años como auditor. Ha cubierto la crisis financiera, contado las consecuencias del pinchazo de la burbuja inmobiliaria, el rescate a España y las reformas de las políticas públicas de la última década. Ha cursado el programa de desarrollo directivo (PDD) del IESE.

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