La fortaleza cripto de Prosegur: “Aquí hay más dinero que en todas las sucursales de Madrid y Barcelona juntas”
La empresa de seguridad custodia en su sede madrileña de Vicálvaro las claves privadas de plataformas y fondos expuestos al sector
El móvil no pasa, no vaya a ser que alguno grabe lo que no debe. La puerta no se abre hasta que las otras se han cerrado, una regla de seguridad básica para convertir cada sala en una ratonera para malhechores. Vigilantes armados caminan de aquí para allá, y uno de ellos acompaña siempre a los visitantes. Si hubiera algún problema —un intento de robo, algo que nunca ha ocurrido hasta ahora—, basta con apretar un par de botones para llenarlo todo de humo y que no se pueda ver nada a un palmo de distancia. En una desangelada zona industrial, tan gris como el inusual cielo de comienzos de junio, sin bares ni tiendas cerca, solo el ruido de motores trabajando entre los cilindros de fábricas de morteros para la construcción, hormigoneras, camiones y una estación de servicio, la fachada de Prosegur en el distrito madrileño de Vicálvaro destaca por su llamativa pintura amarilla corporativa.
El edificio puede parecer idéntico a otros centenares que la empresa tiene repartidos por el mundo con el mismo fin: custodiar valor, ya sea en forma de efectivo, oro, cuadros o cualquier otro formato. Hay un aparcamiento con furgones blindados capaces de resistir el balazo de un fusil AK-47, salas donde se apilan bolsas llenas de monedas y fajos de billetes, máquinas que clasifican el dinero o lo cuentan —una de ellas va sumando dígitos y acaba de superar los 600.000 euros, y es solo una— bajo la supervisión de cámaras que todo lo registran y varios empleados, en su mayoría mujeres. ”Tienen las manos más pequeñas, mejores para manejarlo”, justifican desde la compañía.
El tránsito es bidireccional. Entra cash de parquímetros, supermercados o tiendas. Se va, entre otros muchos destinos, hacia los cajeros automáticos de los bancos. “Ahora estamos preparando el dinero con que se paga a los miembros de las mesas electorales”, explican. Hay también palés llenos de efectivo convenientemente etiquetados con su peso, el número de monedas que albergan y el valor de cada una. “1 euro, 50.000 euros, 399 kg” puede leerse en uno de ellos. La escena es vagamente familiar, y alguien enuncia en voz alta la semejanza. “Es como un Ikea, pero con dinero en vez de muebles”. Eso es.
Sin embargo, entre las paredes de la fortaleza de Prosegur hay algo que la hace distinta. Una puerta con una cerradura biométrica que solo un puñado de personas puede atravesar junto a la que están escritas las palabras búnker crypto. Y un misterioso y sofisticado maletín fabricado por la empresa israelí GK8, cuya aparición se hace de rogar porque el protocolo dice que antes de moverse de donde está escondido debe recibir varias autorizaciones de seguridad. Son las herramientas con las que Prosegur ha dado el salto a las criptomonedas, un mundo tan vanguardista tecnológicamente como controvertido por su alta volatilidad y las investigaciones abiertas contra algunas firmas del sector.
La empresa española diversificó su negocio hace tres años hacia este segmento, al que sus defensores auguran un futuro prometedor en un mundo donde la emisión de dinero dejará de ser monopolizada por los bancos centrales. Y almacena, con una seguridad que compara a la militar o nuclear, las claves privadas de clientes institucionales —desde las plataformas que ofrecen comprar y vender bitcoin, ethereum y otras divisas digitales, a fondos y sociedades de inversión que han invertido en ellas—. Cobra tanto por custodiarlas como por cada transacción que ordenan sus clientes. Un particular, por muchas criptos que tenga, nunca podrá contratar los servicios de Prosegur, dice la empresa, centrada solo en los institucionales.
Para sacar sus criptomonedas, los clientes hacen el pedido a través de una aplicación móvil de alta seguridad, y Prosegur, si no percibe nada extraño que le haga sospechar de una posible coacción o suplantación —órdenes a altas horas de la madrugada, por ejemplo—, la cumplirá utilizando el maletín donde se guardan las claves. El secretismo rodea toda la operación. Por seguridad, ni siquiera enseñan el interior del maletín, pero los que lo utilizan lo comparan con un portátil especialmente avanzado, sin conexión a internet para que no pueda ser hackeado, con una capa propia de seguridad de Prosegur que incluso impediría a la empresa israelí que lo ha confeccionado acceder a él, y sin oxígeno en su interior, un muro extra para impedir ataques con micrófonos y otros dispositivos.
Si un asaltante audaz lograra atravesar los filtros de seguridad previos y llegara al maletín —lo cual resulta de por sí altamente improbable—, no lo tendría mucho más sencillo para sacar tajada. Si se equivoca con las contraseñas, las claves de los clientes se borrarían automáticamente, y solo podrían ser recuperadas más tarde por Prosegur. Y si alguien les hubiera filtrado las contraseñas para entrar, necesitarán llevar el maletín al búnker para conectarlo, y además coger un aparato gemelo sin el cual no funciona, con lo que el reto adquiere dimensiones más propias de ladrones de ficción como los de Ocean’s Eleven en los casinos de Las Vegas.
Algunas preguntas quedan sin respuesta. ¿Cuánto dinero custodia Prosegur en criptomonedas? Los responsables de la empresa eluden dar cifras concretas, pero lanzan una comparación que permite hacerse una idea de la magnitud. “Aquí hay más dinero que en todas las sucursales bancarias de Madrid y Barcelona juntas”, asegura José Ángel Fernández, presidente ejecutivo de Prosegur Crypto. El botín es jugoso. Por eso, cierto sigilo es parte del juego. Tampoco desvelan cuánto cuesta ese intrincado maletín, sin el que nada es posible, pero un hecho permite hacerse una idea de su complejidad: actualizarlo no es tan sencillo como descargar un archivo e instalarlo. Es necesario que un experto tome un vuelo de 5.000 kilómetros desde Tel Aviv a Madrid para hacerlo personalmente.
¿Son estas medidas de seguridad para las criptomonedas exageradas? Hay precedentes que respaldan esa meticulosidad. En noviembre de 2021, Zaryn Dentzel, uno de los fundadores de Tuenti, fue retenido y golpeado durante horas en su casa cerca del madrileño Parque del Retiro por cuatro encapuchados que le exigían sus claves privadas para robarle 25 millones de euros en criptomonedas. Hoy los agresores están en prisión, pero el caso muestra que la delincuencia organizada no ha ignorado el enorme caudal de dinero que mueven las criptomonedas como fuente para enriquecerse.
Prosegur, la segunda empresa española con más empleados tras Inditex (más de 150.000 trabajadores en 31 países), cree que su sólida posición en el universo de la seguridad, unida al búnker que ha construido expresamente para proteger las criptomonedas de sus clientes, equipado con 116 medidas de protección “que evitan cualquier posibilidad de ataque físico o cibernético”, le facilita crecer en el sector. Y espera que el mayor impulso llegue cuando la banca tradicional se sume masivamente a ofertar criptomonedas, bajo la premisa de que en un futuro, cuando uno de sus clientes pida comprar o vender bitcoins o ethereums, sea Prosegur, y no las entidades financieras, quien ejecute la operación y se encargue de proteger el capital gracias a esa infranqueable barrera física y tecnológica que ha levantado al este de Madrid, mezcla de ingenio digital y vigilantes con revólver cuidadosamente seleccionados.
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