El porcino corta en seco su racha de crecimiento por los mayores costes y las nuevas limitaciones
El sector líder en el ámbito ganadero se ve obligado a ajustar censos y reducir su actividad, una realidad común a muchos países europeos
Por primera vez en las últimas décadas, el sector del porcino —con un valor en origen de casi 11.000 millones de euros, el 17% del valor de la producción final agraria, y con unas exportaciones de más de 8.000 millones—, registró el pasado año un parón en su crecimiento continuado y sufrió un recorte en su actividad. Esta línea de ajustes se ha mantenido en los primeros meses de este ejercicio, tanto por el incremento de costes como por las nuevas limitaciones en el empleo de productos zoosanitarios. El sector, además, teme que esta situación negativa en el corto y medio plazo ante las exigencias comunitarias futuras sobre bienestar animal. En este escenario, se ha registrado una subida de precios hasta una cifra récord superior a los dos euros por kilo en vivo.
A pesar de ello, España se mantiene como el primer país productor comunitario. La razón es que esta situación de ajustes se ha repetido también en otros grandes productores, como Dinamarca, Alemania, Países Bajos o Polonia. Todos ellos han tenido que reducir sus producciones, bien por la peste porcina bien por el aumento de costes.
Entre las principales razones de este cambio en la dinámica del sector en España se encuentran en la subida de un 40% en el precio de los insumos o la reducción en el empleo de antibióticos, con el consiguiente aumento de la mortalidad. Las preocupaciones, además, vienen de la mano de las nuevas exigencias en materia de bienestar animal que conllevan más espacio por cabeza en la granja, lo que provocará menos censos o una ampliación de las explotaciones. Se requerirán, por tanto, más inversiones, y permisos para acometer este crecimiento de las explotaciones. Algo nada sencillo, dada la creciente resistencia a este tipo de explotaciones en muchas zonas rurales.
Plan nacional
Desde la organización sectorial Anprogapor, su responsable, Miguel Ángel Higuera, considera se trata de una actividad sometida ya hoy a múltiples amenazas, por lo que estima indispensable la puesta en marcha de un plan nacional para defender su viabilidad, tanto desde la perspectiva medioambiental y de bienestar animal, como desde la económica. Ese plan, dice, debería abordar de forma conjunta todos los problemas y las amenazas que afectan a una actividad importante por su papel en la ocupación del territorio, con casi 200.000 empleos directos, así como por su impacto indirecto sobre la economía rural, donde hay implantadas más de 2.000 pequeñas y medianas industrias de piensos y carne ligadas al sector. En esa hoja de ruta también deberían incluirse las posibilidades que ofrece el sector en materia de transformación de residuos, como la obtención de energías renovables, bioetanol o abonos para la actividad agrícola frente al uso de abonos minerales.
Según los datos de Interporc, en 2022 hubo un ligero recorte en el censo, que pasó de 31 a 30,6 millones de cabezas. El número de animales sacrificados también ha seguido a la baja, al pasar de 56 a 51 millones. En el volumen de la carne, frente a una producción hace una década de 3,47 millones de toneladas, en 2021 se llegó a los 5,2 millones, para caer en 2022 solo cinco millones y seguir bajando en el primer trimestre del año en curso. El ajuste ha proseguido en las granjas pasando las mismas en los dos últimos años de 87.000 a 86.250 explotaciones.
Las exportaciones se sitúan en tres millones de toneladas, con China —a pesar del descenso en las compras por la recuperación de su cabaña— como cliente con más de 1,2 millones de toneladas. Le siguen otros grandes países asiáticos y vecinos comunitarios como Francia, Italia o Portugal.
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