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La AIE cree que la producción de baterías será “más que suficiente” para cumplir los objetivos del coche eléctrico

Las previsiones de la Agencia Internacional de la Energía apuntan a que el consumo de gasolina y diésel tocará techo en 2025 para caer en cinco millones de barriles a finales de la década

A Chevrolet Bolt EV
Un utilitario eléctrico, conectado a una estación de carga en Colma (California).JUSTIN SULLIVAN (Getty Images via AFP)
Ignacio Fariza

A la Agencia Internacional de la Energía (AIE) le salen los números. Solo los proyectos de fábricas de baterías anunciados hasta ahora son “más que suficientes” para cubrir íntegramente la demanda requerida para alcanzar los objetivos de despliegue del coche eléctrico fijados por los Gobiernos. Es más: podrían incluso dar abasto para toda la producción de nuevos vehículos a pilas en el escenario de cero emisiones netas en 2050, el más ambicioso. “Es, por tanto, muy posible alcanzar porcentajes de venta de coches eléctricos más altos que los que fijan las metas actuales”, sentencian los técnicos del organismo en su informe anual sobre electrificación del parque móvil, presentado este martes.

La demanda de baterías de litio creció un 65% en 2022, en gran medida por el estirón del coche eléctrico, que supone el 60% de la demanda total de litio, el 30% de la de cobalto y el 10% de la de níquel. Hace cinco años, esas cifras eran muchísimo menores: del 15%, el 10% y el 2%, respectivamente. Las alternativas al litio, sin embargo, están creciendo a toda velocidad, sobre todo en China, que concentra gran parte de las cadenas de suministro de las baterías de ion de sodio.

El brazo de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE, una suerte de think tank de los países ricos) para temas energéticos muestra, por lo general, un tono optimista sobre el despliegue del vehículo eléctrico, un elemento clave en la lucha contra el cambio climático. Las ventas registraron un “crecimiento exponencial” en 2022, hasta un total de 10 millones de unidades en todo el mundo: el 14% de los coches nuevos ya cuentan con un motor a pilas, frente al 9% de un año antes y el 5% de 2020. En este 2023, el organismo prevé que sean 14 millones los coches eléctricos comercializados, un 35% más.

El cambio en la composición del parque automovilístico, que acelera año tras año —y que lo hará aún más—, ya empieza a dejar huella en el consumo de carburantes: incluso si no se produce ningún cambio normativo de relevancia en los principales países, la demanda de gasolina y gasóleo tocará techo en 2025. Cinco años más tarde, el tijeretazo sobre el consumo mundial de carburantes será ya de cinco millones de barriles de crudo al día, según el ente con sede en París.

China, al frente

El acelerón es particularmente evidente en China, un país que ha tomado claramente la delantera en este ámbito: ya concentra el 60% de las ventas globales de coches eléctricos y por sus carreteras ruedan la mitad de los matriculados en todo el mundo. “Ya ha rebasado sus objetivos de ventas de coches eléctricos para 2025″, constata el organismo dirigido por Fatih Birol. En Europa, el segundo mayor mercado mundial, algo más de uno de cada cinco turismos nuevos ya son eléctricos; en Estados Unidos, algo menos de uno de cada diez.

“La cadena de suministro está creciendo, pero la fabricación sigue estando altamente concentradas en algunas regiones, con China como principal suministrador de baterías y componentes”, apunta el estudio. El año pasado, el 35% de las exportaciones fueron de coches chinos, 10 puntos más que en 2021. La cuota del coloso asiático ha crecido con especial fuerza en Europa.

Un mercado cada vez más competido y dominado por los SUV

Tras años de precios sustancialmente más altos respecto a sus pares de combustión, el mercado del coche eléctrico se está volviendo cada vez más competitivo. “Un creciente número de fabricantes, sobre todo chinos pero también de otros países emergentes, están ofreciendo modelos más asequibles. Las grandes compañías automovilísticas también están aumentando su ambición, especialmente en Europa”, apuntan los técnicos de la AIE. El número de modelos ofertados en 2022 rondó los 500, aún menos que de combustión pero también más del doble que en 2018.

De combustión o a pilas, el todocamino urbano sigue siendo el rey en las preferencias de los compradores. Y eso no es, precisamente, una buena noticia: si un SUV de combustión interna es claramente más contaminante que un utilitario, uno eléctrico “suele tener baterías entre dos y tres veces mayores que los coches pequeños, y requieren [por tanto] una mayor cantidad de minerales críticos”. Con todo, la electrificación de los SUV resultó en una reducción de 150.000 barriles diarios de crudo, según los cálculos de la Agencia. El 60% de la oferta de coches completamente eléctricos en Europa y en China es de esa gama, una cifra que es aún mayor en EE UU.

Más allá del coche

Cuando se piensa en electrificación del parque móvil es habitual caer en el error de circunscribir el movimiento al coche eléctrico. No es así. En el vasto mercado de vehículos de tres ruedas en la India, por ejemplo, las unidades eléctricas ya suponen la mitad de las ventas, impulsadas tanto por los incentivos gubernamentales como por su menor coste a lo largo de todo el ciclo de vida. “En muchos países en vías de desarrollo, los vehículos de dos y tres ruedas son una alternativa asumible de entrada a la movilidad, y su electrificación es importante”, se lee en el informe publicado este martes.

Igualmente importante es la electrificación de los vehículos comerciales, donde las ventas de unidades a pilas crecieron más de un 90% el año pasado, hasta las 310.000 en todo el mundo. Y de los autobuses y camiones, donde la penetración se queda en un muy magro 4,5% y 1,2%, respectivamente. El camino por recorrer es, todavía, enorme.

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Sobre la firma

Ignacio Fariza
Es redactor de la sección de Economía de EL PAÍS. Ha trabajado en las delegaciones del diario en Bruselas y Ciudad de México. Estudió Económicas y Periodismo en la Universidad Carlos III, y el Máster de Periodismo de EL PAÍS y la Universidad Autónoma de Madrid.

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