El paso en falso de Ferrovial
El inmenso poder de mercado de algunas compañías ha sido a costa de muchas empresas que han desaparecido
Se mire como se mire, la trayectoria de Ferrovial es una historia de éxito. La compañía fundada en 1952, dedicada a la ejecución de redes ferroviarias y grandes obras públicas, apareció ya en el número 92 en la lista de las empresas españolas con mayores ventas de 1980 del Anuario EL PAÍS. En 1995, logró escalar hasta el puesto número 30. Y el año pasado había ascendido ya hasta el número 20 del ránking de Informa D&B y el Economista. Ciertamente una marcha tan trepidante tiene difícil encaje en un país sin seguridad jurídica, como ha dado a entender la compañía para justificar el traslado de su sede a los Países Bajos. Aunque después sus directivos lo hayan negado, la verdad es que en el documento de la compañía Proyecto común de fusión transfronteriza del pasado 28 de febrero indica textualmente: “Los Países Bajos han sido el destino escogido por muchas empresas comparables a Ferrovial, activas a nivel mundial y con fuerte presencia en Europa y en Norteamérica. Se trata de una jurisdicción con calificación crediticia AAA, un entorno favorable para negocios e inversores, un ordenamiento jurídico confiable y un sólido marco de gobierno corporativo”.
La historia de un crecimiento tan fulgurante se explica mejor si se consideran los extraordinarios privilegios de los que ha disfrutado la compañía a lo largo de toda su vida en un país donde el funcionamiento de una economía de mercado sigue siendo dificultosa. La reciente sanción impuesta a Ferrovial y otras cinco constructoras por la Comisión Nacional de los Mercados y de la Competencia (CNMC) por alterar las licitaciones de construcción de infraestructuras (carreteras, y hospitales) durante 25 años revela quiénes son los auténticos privilegiados en nuestro país.
El inmenso poder de mercado de algunas compañías ha sido a costa de muchas empresas que han desaparecido y que son las que de verdad podrían haber invocado la falta de seguridad jurídica creada por las más poderosas. La decisión de Ferrovial refuerza las ventajas fiscales de las que ya disfrutaba la compañía con su estructura internacional, aprovechando las deficiencias de la Unión en este campo. Su marcha perjudica a Hacienda y daña la imagen de España. Un golpe para la reputación del país y el sistema de protección de los ciudadanos con independencia de los gobiernos.
El profesor Ricardo Méndez en su último libro Tiempos críticos para el capitalismo global, (Revives), escribe: “Una característica esencial de este periodo del capitalismo global ha sido la creciente primacía alcanzada por una serie de actores colectivos privados de carácter empresarial, que configuran un poder corporativo en expansión”. Los Estados ya no son la parte fuerte.
A pesar de ello, la mayoría de las grandes corporaciones no cometen la temeridad de dar pasos en falso y renunciar a la protección de su Estado de origen por cautela. O, quizá, porque comparten las reflexiones de nuestro ingenioso hidalgo: “Entre los pecados mayores que los hombres cometen, aunque algunos dicen que es la soberbia, yo digo que es el desagradecimiento”.
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