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La fiebre por la inteligencia artificial alienta una ola de especulación en Wall Street

Los inversores se lanzan a la caza de valores del sector, pese a que aún es pronto para dilucidar quiénes perdurarán

Recreación de una fábrica de automóviles del futuro funcionando con inteligencia artificial.
Recreación de una fábrica de automóviles del futuro funcionando con inteligencia artificial.Gorodenkoff Productions OU (Getty Images/iStockphoto)
Álvaro Sánchez

Los mercados financieros pueden ser muy afectuosos en su bienvenida a las tecnologías llamadas a cambiar el mundo, pero la historia está repleta de casos donde se pasaron de frenada. Los inversores acertaron al predecir la importancia de Internet, no así cuando se lanzaron en masa a comprar valores tecnológicos asociados a la red recién nacida: las llamadas puntocom fueron la primera gran burbuja que estalló en el siglo XXI.

Pocos dudan de que el coche eléctrico está llamado a dominar las carreteras en las próximas décadas, pero Lucid, Nikola o Rivian, fabricantes de vehículos 100% recargables, llevan un último año para olvidar. Porque no son rentables, porque Tesla hace tiempo que tomó la delantera y puede permitirse librar una guerra de precios, y porque el resto de la industria, equipada en muchos casos de un gran músculo financiero, también aspira a hacerse con su parte del pastel.

Ahora las palabras mágicas son dos: inteligencia artificial (IA). Toda empresa relacionada con el sector se fusiona rápidamente con el símbolo del dólar a ojos de Wall Street. Ni siquiera es necesario que sea su actividad principal para desatar movimientos especulativos. El caso más sorprendente lo ha protagonizado el portal estadounidense de artículos virales BuzzFeed. A finales de enero anunció que utilizaría el sistema ChatGPT de OpenAI para mejorar sus cuestionarios y elaborar otros contenidos, una labor que hasta ahora hacían empleados humanos. Inmediatamente se desató la locura: sus acciones, muy castigadas en los últimos tiempos, multiplicaron por cuatro su valor en dos días.

La euforia se enfrió poco después. BuzzFeed perdió la mitad de su capitalización en los días siguientes a su frenético ascenso, pero todavía cotiza casi al doble que antes de comunicar su salto a la inteligencia artificial, pese a que aún no hay indicios de que la medida vaya a mejorar sustancialmente su cifra de negocios. Comcast, uno de los grandes accionistas del grupo, no parece que lo vea como la panacea: aprovechó el calentón bursátil para soltar un buen paquete de acciones y reducir su participación del 24% al 15,5%. Lo hizo incluso perdiendo dinero, pues las compró en 2015 y 2016 a un precio muy superior al que cotizan ahora, señal de que no es optimista sobre la posibilidad de recuperar su inversión, por mucho ChatGPT que se utilice, y solo busca minimizar pérdidas.

El fenómeno de BuzzFeed ha sido el caso más llamativo de especulación asociada a la IA, pero no es la única firma que está viendo cómo le alcanza la fiebre por todo lo que lleve esas iniciales. La californiana Soundhound AI, especializada en soluciones de reconocimiento de voz y procesamiento de lenguaje natural acumula una revalorización cercana al 150% en lo que va de 2023, y su capitalización es ahora de casi 700 millones de dólares.

En su web, anima así a los restaurantes a utilizar su nuevo asistente de voz. “Mientras su personal cocina, limpia, sirve comida y brinda un servicio al cliente excepcional, el asistente de voz de SoundHound está al teléfono respondiendo preguntas sobre el menú y tomando pedidos, lo que aumenta la cantidad de pedidos procesados y aporta valor a su negocio”. También ofrece soluciones para centros de atención al cliente, servicios de habitaciones de hoteles, y como asistente de voz para el coche. “Encuéntrame un restaurante mexicano en mi camino a casa que tenga al menos cuatro estrellas, acepte pedidos para llevar, y no sea una taquería”, cita como ejemplo de cómo puede ser útil a los clientes que van conduciendo.

La también californiana C3.ai es otra de las que lleva un comienzo de año fulgurante. Este proveedor de software, sin embargo, tiene un perfil más asentado. Entre sus socios están Microsoft, Alphabet y Amazon. Sus herramientas sirven a diferentes industrias: permiten a los bancos a dedicar menos tiempo a las solicitudes de préstamos, ayudan a prevenir fallos en la red eléctrica, y son capaces de optimizar el uso de la flota de las aerolíneas, según asegura en la página de la firma su consejero delegado, Tom Siebel. “El software puede usar datos de telemetría conectados a sensores en el avión para realizar mantenimiento predictivo y aumentar la disponibilidad de la aeronave en un 50%”, calcula. Sus acciones han subido un 148% su precio desde el 1 de enero, lo que la valora en 3.000 millones de dólares.

Onda expansiva

En medio de una amplia cobertura mediática, y de operaciones corporativas tan importantes como la inversión de 10.000 millones de dólares de Microsoft en OpenAI, resulta complicado encontrar alguna empresa del sector a la que le esté yendo mal. BigBear AI, con sede en Maryland (EE UU), sube en Bolsa un 335% este ejercicio. La empresa de software de IA tiene entre sus clientes al Ejército de Estados Unidos, centros médicos a los que ayuda a administrar sus camas libres, o industrias a las que asiste en la gestión de sus cadenas de suministro.

La onda expansiva va más allá de los actores puros de IA. La estadounidense Nvidia, uno de los mayores fabricantes de chips del mundo, está beneficiándose del tirón al erigirse en el gran proveedor de procesadores para este ámbito. Durante la presentación de sus resultados, su consejero delegado, Jensen Huang, dijo que el uso de sus chips para potenciar servicios de inteligencia artificial como los chatbots se ha disparado en los últimos dos meses. Las acciones crecen un 65% en 2023, lo que en su caso tiene más mérito, pues se trata de un gigante ahora valorado en más de 550.000 millones de euros. Su evolución contrasta con la de rivales del sector de los semiconductores como Intel, que se ha quedado muy atrás en la inmersión en IA. Pierde un 3% en el el índice Nasdaq en lo que va de año, y ha anunciado una rebaja del dividendo.

Para la dupla Microsoft-Google, que ahora libran la principal batalla por dominar la inteligencia artificial generativa, la incidencia en Bolsa de estos movimientos es menor. Principalmente porque su tamaño y diversificación las vuelven menos volátiles, y su evolución depende de otras muchas fuentes de ingresos, como la nube, programas para instalar en los PC, la publicidad, o sus negocios de buscador. Eso no quiere decir que no se vean afectados: Google pagó muy caro un error en la respuesta de Bard, el chat inteligente con el que pretende hacer frente al ChatGPT de Microsoft. Cuando el pasado 8 de febrero se le preguntó sobre los últimos descubrimientos del telescopio espacial James Webb y su contestación fue errónea, los títulos de su matriz Alphabet se desplomaron un 7%. Es decir, se esfumaron 100.000 millones de valor en Bolsa.

El dinero se mueve nervioso e impaciente en busca de los triunfadores de la revolución de la inteligencia artificial. Muchos de ellos seguramente ni siquiera existen todavía, otros desaparecerán por el camino. Quien encuentre a uno de los vencedores antes de que sea conocido —algo tan complicado como hallar una aguja en un pajar—, es probable que multiplique su capital. Así sucedió cuando explotó Internet con los que entraron en una pequeña startup que vendía libros en línea llamada Amazon.

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Sobre la firma

Álvaro Sánchez
Redactor de Economía. Ha sido corresponsal de EL PAÍS en Bruselas y colaborador de la Cadena SER en la capital comunitaria. Antes pasó por el diario mexicano El Mundo y medios locales como el Diario de Cádiz. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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