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Repsol gana 4.251 millones, un 70% más y el mayor beneficio de su historia sin extraordinarios

La petrolera recorta en un 60% su deuda, acelera en su plan de recompra y amortización de acciones propias y anuncia una “histórica” inversión de 5.000 millones para 2023

Ignacio Fariza
El consejero delegado de Repsol, Josu Jon Imaz, en una imagen de archivo.
El consejero delegado de Repsol, Josu Jon Imaz, en una imagen de archivo.Pablo Monge

La mayor petrolera española, Repsol, se anotó un beneficio neto de 4.251 millones de euros el año pasado, el mejor de su historia tras un 2010 marcado por los extraordinarios y un 70% más que un año antes, que ya había sido el más provechoso en una década. En 2022 —un ejercicio récord para los gigantes fósiles de Occidente, y en el que el barril de crudo llegó a rozar los 140 dólares, su precio más alto en 14 años—, el 64% de sus ganancias procedieron de su negocio internacional.

Los resultados, remitidos este jueves a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), son incluso mejores de lo que esperaban las principales casas de análisis y bancos de inversión, que en los últimos días ya habían podido analizar las cuentas de la mayoría de grandes competidores internacionales de Repsol. La compañía argumenta, en cambio, que sus boyantes resultados cosechados en 2021 y, sobre todo, este último año —6.750 millones de beneficio agregado entre ambos ejercicios—, son, sin embargo, insuficientes para borrar las pérdidas de 7.105 millones de 2019 —cuando provisionó 6.100 millones por la pérdida de valor de sus activos fósiles— y 2020 —el año de la pandemia—. Y que pagará 450 millones por el impuesto sobre los beneficios extraordinarios de las energéticas, que rechaza de plano.

La empresa presidida por Antonio Brufau ha aprovechado para anunciar este jueves una inversión orgánica “histórica” de 5.000 millones en 2023. Esa cifra supera con creces los 4.182 millones invertidos en 2022, que a su vez eran un 40% más que un año antes. Más de la tercera parte del dinero se destinará a “proyectos bajos en carbono”, como marca su plan estratégico 2021-2025, entre ellos la transformación de sus seis complejos industriales en España y Portugal.

El verano pasado, Repsol anunció una provisión extraordinaria de más de 1.800 millones por deterioro en el valor de sus refinerías, “fruto de la regulación europea”, que marca el fin del coche de combustión en 2035. Pese al reciente bum en el margen de ganancia en el refino de carburantes —que seguirá en los próximos trimestres, tras el cerrojazo al diésel ruso—, la petrolera avisa de que la rentabilidad y la competitividad de estas instalaciones “quedarían impactadas si no se corrigen aspectos que están lastrando al sector en Europa, como la inseguridad del entorno de negocio y la presión regulatoria y fiscal”.

Imaz: “El populismo solo dificulta la actividad empresarial”

“En Europa somos altamente dependientes de las importaciones porque los reguladores han preferido olvidar la necesidad de invertir en petróleo y gas y, también, en capacidad de refino”, se queja este jueves el consejero delegado de la petrolera, Josu Jon Imaz. “Los precios energéticos se incrementan porque la demanda sube, a la vez que, contrario a lo que dictaría la lógica, se imponen dificultades a la producción de algunos productos energéticos. Los precios altos no son caídos del cielo, son consecuencia de las incorrectas decisiones adoptadas en Europa”.

En un año marcado por el anuncio de un impuesto sobre los beneficios extraordinarios de las energéticas y los bancos, dos de los sectores que —como ilustran los resultados de las últimas semanas, más se están beneficiando por el cambio de entorno económico—, Repsol pone el acento en su “contribución fiscal” récord: 17.000 millones en el conjunto del ejercicio. De esa cantidad, dice, el 70% se pagó en España, lo que la convierte en “la empresa del Ibex-35 que más impuestos paga en el país”. “El debate social sobre los beneficios empresariales hay que ponerlo en contexto: los mensajes populistas solo sirven para dificultar la actividad empresarial, provocar desconfianza en los inversores, reducir la inversión y la actividad económica, disminuir la recaudación de impuestos y poner en riesgo el empleo industrial”, ha deslizado Imaz.

Menos deuda; más dividendos

En 2022, Repsol redujo su deuda neta un 61%, hasta 2.256 millones de euros. La liquidez, por su parte, se disparó hasta los 12.022 millones de euros, una cantidad “suficiente para cubrir cuatro veces los vencimientos de deuda bruta a corto plazo”. La buena marcha de su negocio en el ejercicio recién terminado, con una inusual generación de caja, llevará a la empresa a aumentar en 11% la retribución en efectivo para sus accionistas, hasta los 0,7 euros por título en 2023, un año antes de lo que contemplaba su plan estratégico.

La petrolera también ha adelantado en tres años su objetivo de recompra y amortización de acciones —otra forma, indirecta, de remunerar al accionista, muy popular en prácticamente todas las grandes petroleras y gasistas occidentales—, “al alcanzar a finales de 2022 los 200 millones de títulos amortizados, cantidad inicialmente prevista para todo el periodo 2021-2025″. Este año, la empresa someterá a la junta de accionistas un nuevo programa de recompra de títulos propios por un máximo de 35 millones de acciones, así como la amortización de 50 millones de títulos, con una consecuente reducción de capital que eleva el valor del resto de participaciones.

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Sobre la firma

Ignacio Fariza
Es redactor de la sección de Economía de EL PAÍS. Ha trabajado en las delegaciones del diario en Bruselas y Ciudad de México. Estudió Económicas y Periodismo en la Universidad Carlos III, y el Máster de Periodismo de EL PAÍS y la Universidad Autónoma de Madrid.

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