Las dos velocidades de la morosidad: pocos impagos en los hogares y más apuros en el ocio y la hostelería
Los créditos dudosos se mantienen en niveles históricamente reducidos, por debajo del 4%, aunque no ocurre así con los sectores más castigados por la pandemia
Desde la pandemia, una de las métricas sobre la que más atención se presta es la morosidad bancaria. Se trata de un termómetro fiable para corroborar si los nubarrones que se vislumbran llegan de verdad a la economía real. Por el momento, para sorpresa de muchos, la alerta no ha sonado: la proporción de créditos dudosos sobre el total se situaron en el 3,68% en noviembre, según el último dato del Banco de España, en unos niveles históricamente bajos. Sin embargo, esa cifra esconde dos velocidades: en las familias la mora es incluso más reducida (3,24%), mientras en las empresas esa tasa es algo superior (4,43%). Los impagos cobran mucha más relevancia en los sectores más azotados por la pandemia y la crisis derivada de la guerra de Ucrania: el ocio, la hostelería y, en menor medida, la construcción.
El factor más relevante que explica que las familias hayan evitado el socavón de los impagos es la fortaleza del mercado laboral. Es decir, la mora no crece, ni lo hará con fuerza, mientras el empleo aguante. Esto ocurre porque en España, tradicionalmente, se tiene preferencia por tener vivienda en propiedad, lo que hace que los deudores sean más responsables en el pago del préstamo hipotecario. “Sorprende que a pesar de la intensidad de la crisis de la covid y de la que estalló con la guerra de Ucrania, la tasa de morosidad siga cayendo. A ello contribuye la fuerza de la recuperación en 2022 y las medidas adoptadas para amortiguar el impacto de la crisis. En el caso del negocio doméstico en España, el empleo ha resistido y eso es una buena noticia para que no aumente la morosidad de las familias”, explica Joaquín Maudos, director adjunto del IVIE y catedrático de la Universidad de Valencia.
En el caso de las empresas, los impagos dependen más del ciclo económico que del empleo. Históricamente, cuando la actividad se ha enfriado, ha crecido la mora. De ahí el temor que existía con el zarpazo de la pandemia. Los precedentes recientes no eran nada halagüeños: en la Gran Recesión, la tasa de impagos llegó al 13,6% en diciembre de 2013. Por este motivo, los gobiernos se prepararon para lo peor y no se escatimaron esfuerzos en forma de ayudas públicas para evitar el desastre. Esta bombona de oxígeno, así como el impulso de la economía (creció un 5,5%, según avanzó este viernes el INE), ha ayudado a que los créditos dudosos por ahora se hayan contenido.
Pero en esta historia también hay perdedores: los sectores vinculados al turismo (ocio y hostelería) o los dependientes de las materias primas, como la construcción, según relata Javier Santacruz, investigador del Instituto Español de Analistas. “Ya se ven los síntomas en los más afectados por la pandemia y la crisis energética”, afirma.
Según los datos del tercer trimestre del año pasado de la Autoridad Bancaria Europea (EBA, por sus siglas en inglés), las actividades artísticas, recreativas y de entretenimiento registraron una tasa de morosidad del 12,28% (dos puntos por debajo de la de junio por la buena temporada de verano); la hostelería, del 9,28%, y la construcción, del 7,14%. “La desaceleración de la actividad y cómo se comporte el turismo será muy importante para la economía española y para las empresas que están al límite. También influirá la capacidad que tengan de trasladar a los precios finales los incrementos de los costes que hayan tenido”, avanza Marta Alberni, consultora del área de banca de Analistas Financieros Internacionales (AFI).
Hay empresas muy dañadas que tendrían complicado capear nuevos contratiempos. De ahí que necesiten el viento a favor del ciclo económico para poder sortear las dificultades. Según recoge Bank of América en un informe, no se está valorando correctamente los posibles apuros que afrontan las empresas. “El mercado sigue subestimando los riesgos de quiebra. Los inversores están realmente preocupados por los riesgos de recesión, mientras le quitan el foco a los impagos”, expone.
Estos sectores son precisamente los que más ayudas públicas aglutinan, por ejemplo con los créditos avalados por el Instituto de Crédito Oficial (ICO). Y eso explica asimismo que entre los préstamos respaldados por el Estado, algo más de una cuarta parte de estos están clasificados bajo vigilancia especial (20,2%) o dudosos (5,9%), en línea con la media europea. Según un informe reciente del Banco de España, “los sectores más afectados por la pandemia continuaban presentando en septiembre de 2022 una mayor proporción de activos problemáticos, si bien esta había compartido la tendencia descendente observada en el resto de los sectores”.
Venta de carteras
La evolución de los impagos está siendo muy positiva, mucho más de lo que se dibujaba hace un año, aunque hay otras razones que explican ese desempeño más favorable. “Cuando se analizan los dudosos, hay una parte de la bajada de la tasa que se explica por la venta de carteras de las entidades. Hay un claro escalón en junio de 2022, antes de la presentación de resultados del primer trimestre”, añade Alberni. En concreto, según los datos del Banco de España, el pasado junio se redujo el saldo total en 2.847 millones de euros, cuando se pasó de una tasa del 4,08% en mayo al 3,8% del mes siguiente.
De cara a este ejercicio, la previsión es que la morosidad suba algo, aunque no a un ritmo preocupante. César González-Bueno, consejero delegado de Banco Sabadell, aseguró este jueves que los dudosos de la entidad crecerán en los próximos meses, aunque prevé que la tasa no rebase el 4%. Maudos coincide con esa visión en términos agregados, con la duda de la evolución de la política monetaria europea: “La morosidad es previsible que aumente ante una previsión de crecimiento del PIB en 2023 muy por debajo de la del año pasado. El gran interrogante es el recorrido que tendrán los tipos de interés del BCE. Si la subida fuera intensa, sería una mala noticia, ya que afectaría a la capacidad de pago de familias y empresas”.
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