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La subida de la luz reduce en más de 750 millones la compensación a las renovables antiguas

La suspensión del impuesto sobre la producción también contribuye al descenso por los menores costes para estas centrales. El Gobierno calcula un precio mayorista de 207 euros por MWh

Ignacio Fariza
Vista de una planta de biomasa, en una imagen de archivo.
Vista de una planta de biomasa, en una imagen de archivo.

La abrupta escalada en el precio de la luz deja algunos efectos más allá del obvio —y mayúsculo— daño sobre el bolsillo de los consumidores. El coste de las renovables antiguas, las que necesitaban de una compensación para cubrir su alto coste de inversión y operación, caerá en 2023 en más de 756 millones de euros respecto a 2022, según la estimación publicada este jueves por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. Serán casi 5.139 millones de euros, frente a los 5.895 millones del ejercicio anterior.

La merma responde, en gran medida, a la mayor retribución que reciben estas centrales a mercado: al subir el precio de la luz, su retribución aumenta y los ingresos adicionales que necesitan para cubrir la brecha entre sus costes (de amortización y de operación) y lo que reciben al vender su energía al pool —hasta alcanzar la llamada rentabilidad razonable— son más bajos. También afecta positivamente la suspensión temporal del impuesto sobre la producción de electricidad, que el Gobierno seguirá sin cobrar en 2023 y que, por tanto, todas las centrales generadoras de electricidad —renovables o no— no tendrán que pagar, reduciendo sus costes de operación.

Por tecnologías, la mayor reducción en términos absolutos se producirá en la energía eólica de viejo cuño: pasará de sumar un coste para el sistema 583 millones de euros en 2022 a cero en 2023. También cae, y mucho, la compensación de la fotovoltaica y la solar térmica, que aunque costarán 160 y 104 millones menos, respectivamente, seguirán siendo las más onerosas para el sistema: 2.087 y 948 millones en 2023, respectivamente. La biomasa baja en 54 millones; la combustión de residuos, en 38; la hidroeléctrica, en 35; el biogás, en 29; y la oceanotérmica, en menos de uno.

“La retribución de ciertas tecnologías —como la eólica, la hidroeléctrica, la biomasa, el biogás y los residuos— prácticamente desaparece”, apunta un portavoz del ministerio. ¿El motivo? “La estimación de ingresos a futuro es muy alta en 2023: 207 euros por megavatio hora (MWh), en lugar los 120 euros [que marcaban los derivados] de 2022”.

En el lado contrario, la retribución de las centrales de cogeneración y tratamiento de purines y de lodos de aceite de oliva aumenta en más de 95 y 88 millones de euros, respectivamente. A diferencia de los casos anteriores, la amortización de la inversión es mínima (no son plantas muy costosas) pero tienen una serie de costes asociados a su operación del día a día. El mayor de ellos, el del gas natural —el combustible que utilizan la mayoría de ellas para iniciar el proceso—, se ha disparado. Los ingresos de estas instalaciones superarán el año que viene los 500 euros por MWh, más del doble que la media del mercado mayorista en el año que está por terminar.

La caída en la compensación total a las renovables antiguas no tendrá incidencia directa sobre los consumidores, pero sí sobre el erario y sobre el déficit del sistema eléctrico. Al ser financiada con los cargos, con parte de los ingresos provenientes de las subastas de CO₂ y con otros tributos específicamente creados en su día para reducir ese déficit tarifario, en condiciones normales sí debería rebajar la factura de la luz de los hogares.

“Como los cargos están bonificados por decisión política, en lugar de trasladarse a los consumidores en forma de recibos menores, la bajada en el coste de las renovables antiguas se traducirá en un menor déficit del sistema y, por tanto, en un menor coste para el Estado, porque tendrá que compensar menos”, explica Luis Atienza, expresidente de Red Eléctrica de España (REE) y uno de los mejores conocedores del entramado energético español. “Nadie podía prever que los precios iban a llegar a los niveles actuales”.

A diferencia de las renovables antiguas, las nuevas ya no necesitan compensación alguna para ser rentables, en gran medida por la madurez tecnológica conseguida en los últimos años. “Ahora el que se beneficia de la bajada de precio de las renovables es el consumidor, en gran medida gracias al mecanismo de subastas. Por eso son tan importantes”, zanja Atienza.

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Sobre la firma

Ignacio Fariza
Es redactor de la sección de Economía de EL PAÍS. Ha trabajado en las delegaciones del diario en Bruselas y Ciudad de México. Estudió Económicas y Periodismo en la Universidad Carlos III, y el Máster de Periodismo de EL PAÍS y la Universidad Autónoma de Madrid.

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