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España refuerza su protagonismo en la batalla energética europea

La victoria de las tesis del sur en el pulso sobre el tope al gas se suma a una larga lista de cambios en los que la realidad ha acabado respaldando la posición meridional. Ribera eleva su peso en Bruselas

Teresa Ribera, al fondo de la imagen, en la reunión de ministros de Energía celebrada la semana pasada en Bruselas. Foto: EFE | Vídeo: EPV

El golpe en la mesa de Teresa Ribera el pasado 23 de noviembre, tras escuchar la inaplicable propuesta inicial de la Comisión Europea para el tope al gas —un umbral tan alto que, en la práctica, era poco más que un brindis al sol— se produjo en Madrid, pero se escuchó hasta en Bruselas. Un día después, en una de las muchas negociaciones con el resto de ministros de Energía de los Veintisiete, la ministra española reiteraba cara a cara lo que había dicho a los cuatro vientos en Madrid: que era una “tomadura de pelo”. Muchos, y no solo esa vez, tomaron nota.

Tras un año de inédita presión sobre el sistema energético europeo, exacerbada tras el estallido de la guerra en Ucrania, el Gobierno español se vanagloria estos días de haber sido uno de los primeros en haber alertado de la amenaza de los precios sobre la estabilidad del proyecto común. Un reconocimiento que también está recibiendo del resto de socios europeos: frente a la negativa total que encontraban todas y cada una de sus propuestas en los primeros compases de la crisis, hoy el tono con el que se reciben en Bruselas los planteamientos de la entente de países del sur encabezada por Madrid es bien distinto. Como ha quedado patente con la reciente aprobación del tope al gas, los funcionarios de la Rue de la Loi y los países del norte de la Unión escuchan.

Las pocas fotos que trascendieron de la última cumbre de ministros de Energía de la UE tenían una potente carga simbólica: con la vicepresidenta tercera española en una posición central, en la cabecera de una mesa, hablando mientras varios ministros europeos y asesores escuchan. Varias fuentes diplomáticas que han vivido de cerca las negociaciones sobre asuntos energéticos que se han sucedido en la arena comunitaria en los últimos meses —en medio año de presidencia checa se han celebrado una docena de cumbres sobre el tema—, coinciden en achacar buena parte del éxito español al método Ribera: firmeza, mano izquierda y conocimiento de sus temas. Una combinación que la ha llevado a ser una de las figuras más respetadas en la capital europea.

“Conoce muy bien Bruselas, y Bruselas la conoce muy bien”, afirma una fuente diplomática no precisamente sospechosa de sintonía con España: su país no se cuenta entre los más entusiastas con la línea seguida por Madrid y el resto de capitales meridionales en materia energética. Él, en cambio, se declara casi un admirador de la ministra española: “Ha sido muy influyente en el último año. Es muy buena comunicadora y comprende el juego político. Además, es muy diestra, muy hábil, y ha elevado significativamente el perfil de España en el debate”, asegura bajo condición de anonimato. La de esta fuente no es una voz cualquiera: ha estado presente al más alto nivel en todos los últimos tira y afloja energéticos entre capitales.

De las peleas a puerta cerrada por el tope al gas, recuerda cómo Ribera prácticamente mandó callar a uno de los miembros del equipo alemán, recordándole que eran los ministros los que tenían que tomar decisiones. “No tiene miedo de regañar, no tiene miedo ni de los alemanes ni de los franceses”, se sonríe al recordar la escena. “Es una negociadora muy dura. Pero, a la vez, sabe exactamente cuándo es necesario llegar a un compromiso”, corrobora una segunda fuente muy conocedora de las intensas conversaciones de los últimos meses. Ambas fuentes diplomáticas pertenecen a países e intereses distintos en las duras negociaciones cerradas este lunes en Bruselas, en una última cita de la que Ribera salió, por fin, distendida y sonriente.

Sobre los hombros, la vicepresidenta española lucía la sudadera que la presidencia checa había distribuido a los ministros al final de su último encuentro, y que llevaba el lema con que los había amenazado su representante y negociador jefe en nombre de Praga, el ministro de Industria Jozef Sikela, cuando un acuerdo parecía misión imposible: “Convocaremos tantos consejos de energía como sean necesarios”. Sin querer adjudicarse la victoria —es “de todos”, aclaró— la satisfacción de Ribera al despedirse denotaba una sensación de misión cumplida.

Entre la habilidad y el contexto

La habitual infrarrepresentación de la cuarta economía del euro en los foros comunitarios es historia. “En los debates energéticos, los españoles siempre hemos sido peleones. Pero nunca nos han hecho tanto caso como ahora”, constata por teléfono Gonzalo Escribano, director del programa de Energía y Clima del Real Instituto Elcano. “Lo importante es que seamos capaces de trasladar esa influencia sobre qué hacer para salir del problema de corto plazo a la visión de largo: lo sucedido en los últimos meses nos pone en una situación de poder influir en el diseño futuro del sistema energético europeo. Nos lo estamos ganando a pulso”.

La realidad ha ido dando la razón a prácticamente todos los diagnósticos del bloque liderado por Madrid desde el inicio de la crisis energética. Que el sistema marginalista para determinar el precio de la luz no tiene sentido cuando, como ahora, la brújula del mercado energético se desimanta. Que la excepción ibérica lleva aparejados muchos más beneficios que riesgos. Que las compras conjuntas de gas son una solución factible. Y que limitar el precio del gas importado no era una quimera. La escalada en el precio de la luz, un fenómeno que llegó antes a España que al resto del continente, también permitió a Madrid ir por delante, tanto en el análisis de la situación como en las propuestas.

El paso adelante de España en la diatriba energética se ve respaldado, también, por su privilegiada atalaya para afrontar la transición energética. Frente a la enorme dependencia exterior en la era fósil, ahora tiene una oportunidad única para aprovechar su gigantesco potencial de sol y de viento: todos los mercados de futuros apuntan a una creciente brecha con el resto del continente que queda patente en la apuesta de las grandes empresas europeas del sector por la península Ibérica, tanto en electricidad como en hidrógeno verde. El mundo energético, en fin, mira a España con unos ojos muy distintos a los de hace pocos años. Y eso es, también, un empujón para las tesis españolas en los debates comunitarios.

Influyen, también, otras cuestiones de carácter más macro. Si hace 10 años los países del sur partían como farolillo rojo en los debates económicos comunitarios, los gruesos errores cometidos en la gestión de la crisis del euro por las naciones más al norte —cuando Alemania y sus satélites (Holanda, Austria, Finlandia) impusieron su receta: una cura de austeridad de consecuencias desastrosas para el arco mediterráneo— cargaron de razones al grupo.

Afinidad con la presidenta

La llegada de Ursula von der Leyen a la cúspide del Ejecutivo comunitario remó igualmente a favor: aunque alemana, su afinidad con Pedro Sánchez y otros líderes meridionales fue evidente desde el minuto cero. La pandemia, que terminó por alumbrar los eurobonos, terminó de dejar claro que se había pasado página en lo económico. Ahora, ese viraje se ha trasladado al terreno energético.

“La secuencia, los aliados, el contexto y los acontecimientos nos han ayudado mucho”, esboza Escribano. “Las cosas se han hecho bien, pero el cambio de entorno también ha sido clave: hemos pasado de ser periferia e isla a ser parte importante de la solución. Y se ha construido bien el relato: España no solo está liderando el debate regulatorio, sino también el climático, en las últimas COP. Eso suma, y mucho”, sentencia.

“El norte llegó mucho peor preparado a esta crisis, con una mayor exposición al gas ruso. Si en la crisis de deuda nosotros éramos los débiles, en este plano estamos más cubiertos y podemos llevar la voz cantante“, sintetiza Natalia Collado, de EsadeEcPol. “Tener a una persona como Ribera, que ha demostrado su experiencia en el sector energético, también ha sido clave. Son ambas cosas las que han permitido este cambio en el equilibrio de fuerzas entre norte y sur, y que España haya podido asumir un papel protagonista”, zanja esta experta. El Rubicón, a su juicio, se cruzó la primavera pasada con la excepción ibérica: “Si no hubiéramos llegado a implementarla, la foto de Ribera la semana pasada, rodeada por el resto de ministros, no se habría producido”.

No obstante, incluso los más favorables en Bruselas al método Ribera advierten de que hay un límite a las “líneas rojas” que España ha ido imponiendo estos meses a las negociaciones europeas. Al fin y al cabo, recuerdan, “no es buena idea alienar demasiado a alemanes, franceses u holandeses, países necesarios para construir mayorías”. Y todavía queda mucho por negociar en Europa.

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