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La quema de carbón marca un nuevo máximo en el año de la guerra

La Agencia Internacional de la Energía cree que el consumo mundial del combustible fósil más contaminante no bajará hasta la segunda mitad de la década

Quema de carbón
Vista aérea de una mina de carbón a cielo abierto en Welzow (Alemania), en octubre de 2021.MATTHIAS RIETSCHEL (REUTERS)
Ignacio Fariza

En plena era de las renovables, la fuente de energía más contaminante también sigue creciendo. La quema de carbón marcará un nuevo récord en 2022, un año en el que la guerra en Ucrania ha puesto patas arriba el sistema energético europeo y ha obligado a una búsqueda exprés de alternativas al gas natural. La demanda del mineral cerrará el ejercicio con un crecimiento del 1,2% a escala global, según las previsiones publicadas este viernes por la Agencia Internacional de la Energía (AIE), que cifra por primera vez su consumo en más de 8.000 millones de toneladas. El brazo energético de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) cree que la demanda aún podría subir algo más en 2023 para estabilizarse en los dos años siguientes. La senda bajista empezará, como pronto, en la segunda mitad de la década.

El inédito estallido de precios del gas natural en Europa, donde su cotización se ha llegado a quintuplicar en cuestión de meses, es uno de los factores esenciales detrás de este incremento en la demanda de este combustible, que, aunque también se ha encarecido, lo ha hecho a un ritmo notablemente menor. “La invasión rusa de Ucrania ha provocado una alteración brusca en las dinámicas del mercado de carbón, su precio y los patrones de demanda”, explican los técnicos de la AIE en el monográfico presentado este viernes. “Se ha producido un alejamiento del gas, aumentando la demanda de otras opciones más competitivas, como el carbón”.

Pese al estirón coyuntural de la demanda europea de carbón —tanto por la sustitución de gas como por el parón nuclear francés y por el frenazo en la generación hidroeléctrica provocado por la sequía—, y salvo excepciones —Polonia y Alemania—, el uso del carbón en el Viejo Continente tenderá claramente a la baja en el medio y el largo plazo. También en Estados Unidos, donde a pesar de que aún genera más de la quinta parte de la electricidad que consume, su peso relativo y absoluto caerá con fuerza de aquí a 2025.

Todo lo contrario ocurre en el mundo emergente. China, que hoy engulle el 53% del carbón que se quema en el mundo, seguirá aumentando su demanda de aquí al ecuador de la década. Aún mayor será el aumento en India, que el año que viene se convertirá en el país más poblado del planeta. En ambos gigantes asiáticos, este combustible sólido sigue siendo la “columna vertebral de su sistema energético”: a diferencia de lo que ocurre en Occidente, allí el peso del gas es pequeño y, a pesar de que las renovables cubren buena parte del crecimiento de la demanda, aún están lejos de sustituir a las centrales térmicas puestas en pie en las últimas décadas. Además de ser los mayores consumidores de carbón del globo, China e India son también los mayores productores e importadores de este mineral, cuya desaparición de la matriz energética mundial es esencial para evitar los peores escenarios del cambio climático.

Reconfiguración del mercado mundial

Como con el petróleo y el gas, las sanciones occidentales a Rusia tras la invasión de Ucrania han traído consigo una importante reconfiguración de los flujos comerciales de carbón. El país euroasiático, tercer mayor productor del planeta, está teniendo importantes problemas a la hora de conseguir compradores alternativos para el ingente volumen que hasta hace pocos meses vendía a los países de la UE. “Dado que no hay capacidad ferroviaria, una parte de la producción que Rusia antes enviaba a Europa no puede ser redirigida hacia el sur o el este”, se lee en el informe del organismo con sede en París.

Los compradores europeos, por su parte, están buscando nuevas fuentes de suministro, sobre todo en Sudáfrica, Colombia o Indonesia —en este último caso, a pesar de la interrupción temporal de sus exportaciones en los primeros compases del año—. También en otros países más pequeños, como Tanzania o Botsuana. El resultado de esta sacudida en las corrientes telúricas del bazar energético mundial no es otro que “una caída en las exportaciones rusas y un estrechamiento del mercado”.

Atonía en la inversión

Con todo, y a pesar del resurgimiento en los precios del carbón —que este 2022 también han marcado su máximo histórico—, la inversión en nuevos proyectos extractivos está lejos de vivir una nueva edad dorada. “Se podría haber esperado un aumento del interés en minas, pero, salvo en China e India, donde la producción doméstica ha crecido para reducir su dependencia del exterior, no hay señales de reversión de la tendencia previa”, zanja la AIE. “Los Gobiernos, los bancos, los inversores y, también, las empresas mineras, continúan mostrando, por lo general, una falta de apetito en la inversión en carbón”.

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Sobre la firma

Ignacio Fariza
Es redactor de la sección de Economía de EL PAÍS. Ha trabajado en las delegaciones del diario en Bruselas y Ciudad de México. Estudió Económicas y Periodismo en la Universidad Carlos III, y el Máster de Periodismo de EL PAÍS y la Universidad Autónoma de Madrid.

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