Berlín estudia prohibir la venta a China de una fábrica de chips tras la polémica del puerto de Hamburgo
El ministro de Economía desaprueba la operación, que hace unos días se daba por hecha pese a la opinión negativa de la agencia de seguridad nacional
El debate sobre la venta de activos críticos a China arrecia en Alemania. La controversia generada por la entrada de capital chino en una terminal de contenedores del puerto de Hamburgo, aprobada la semana pasada, parece haber influido en la decisión de parte de los ministerios implicados de rechazar la nueva operación. El titular de Economía y Clima, el verde Robert Habeck, amenaza con vetar la venta del fabricante de semiconductores Elmos, con sede en Dortmund, en el oeste del país, a la firma sueca Silex, participada al 100% por la china Sai Microelectronics.
La presión sobre el Gobierno alemán por los tratos comerciales con Pekín no ha hecho sino aumentar en los últimos días, antes y después de la muy criticada visita del canciller, Olaf Scholz, a Xi Jinping el pasado viernes. La Oficina para la Protección de la Constitución, la agencia de seguridad nacional alemana, había dado la voz de alarma y recomendado al Ejecutivo que rechazara el acuerdo, pese a reconocer que la tecnología de Elmos no es puntera. El organismo recordó que China está apuntando a industrias determinadas para usarlas como moneda de cambio política. En esa línea, Habeck ha argumentado este martes que su opinión negativa se basa en que la transacción pondría en peligro la seguridad y el orden público en Alemania.
Elmos anunció en diciembre del año pasado su intención de vender la planta de producción de chips a su competidor sueco Silex por 85 millones de euros. La empresa asegura que la entrada de capital extranjero le permitiría asegurar su viabilidad futura en un entorno muy competitivo. Los chips de Elmos, una empresa de tamaño mediano, se utilizan en la industria automovilística alemana. De rechazarse la operación, es probable que el Gobierno tenga que ofrecer algún tipo de ayuda a Elmos para que pueda mantener la producción de chips. Al calor del previsible cambio de rumbo del gobierno, la acción de la empresa ha caído un 13% el martes.
Hasta hace unos días todo parecía indicar que la operación iba a tener el visto bueno del Gobierno, pero la controversia que ha generado la venta de la terminal del puerto de Hamburgo a Cosco ha provocado un cambio de rumbo. El trato de Hamburgo consistía inicialmente en la adquisición por parte de la naviera china Cosco del 35% de las participaciones de la terminal. El canciller estaba a favor, pero la oposición de varios de sus ministros —tanto los de sus socios liberales y verdes como algunos socialdemócratas— le obligó a aceptar una solución de compromiso. Finalmente, el consejo de ministros aprobó la venta del 24,9% para evitar que Cosco tenga derecho a tomar parte en decisiones operativas.
El Ejecutivo discute estos días cómo cambiar los procedimientos de evaluación de inversiones, de forma que se analicen por defecto cuestiones que van más allá de la propia operación: si Alemania aumenta aún más su dependencia de otro Estado; si se trata de una infraestructura crítica que pasa a estar bajo control de un tercero, o si existe el riesgo de que conocimientos tecnológicos cruciales salgan del país. Cortados casi todos los vínculos con Rusia tras la invasión de Ucrania, la atención se dirige ahora a China y su indisimulado intento de colonización económica. El Gobierno está actualmente trabajando en una nueva estrategia respecto al gigante asiático que, si recoge las claves que pactaron socialdemócratas, verdes y liberales en el acuerdo de coalición, implicará un discurso mucho más duro.
Se espera que la decisión final sobre la empresa de semiconductores se tome este miércoles en consejo de ministros. A diferencia del puerto de Hamburgo, el Ejecutivo de Scholz ha intentado dar una imagen de unidad. Hasta este martes ningún ministro se había pronunciado en contra de la operación, aunque sí lo habían hecho miembros de los liberales, como Lukas Koehler, vicepresidente del grupo parlamentario: “Es importante evitar la influencia china tanto en la infraestructura crítica como en las industrias clave”, aseguró.
En lo que va de año, el Ministerio de Economía ha iniciado 261 procedimientos de evaluación de inversiones nacionales. La mayoría se aprueban con rapidez porque los solicitantes provienen de países no sospechosos como Estados Unidos, Japón o la Unión Europea. Actualmente, hay 44 solicitudes pendientes, incluidas 17 de China, informa el Süddeutsche Zeitung. En abril, el gobierno prohibió la venta de la empresa de tecnología médica Heyer Medical, que entre otras cosas fabrica respiradores, a un inversor chino. El contexto era distinto y la noticia apenas tuvo repercusión. Ahora que Alemania está en pleno proceso de reevaluación de sus dependencias de terceros países, cualquier compra será analizada con lupa.
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