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Petroleras y gasistas obtendrán unos beneficios extraordinarios de dos billones de euros en 2022

La Agencia Internacional de la Energía prevé que el consumo de combustibles fósiles toque techo en tres años para caer “de forma constante” desde entonces

Una planta marítima de producción de gas natural, en aguas de Israel.
Una planta marítima de producción de gas natural, en aguas de Israel.ENERGEAN (VIA REUTERS)
Ignacio Fariza

La Agencia Internacional de la Energía (AIE) pone cifras al enriquecimiento del sector fósil al calor de la crisis energética. Las empresas petroleras y gasistas se anotarán este año unos beneficios extraordinarios de dos billones de euros a escala global (el equivalente al PIB de la tercera mayor economía del euro, Italia) gracias al brutal encarecimiento de los combustibles fósiles, según los datos publicados este jueves por el brazo de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). En el lado opuesto están los hogares más pobres: los que gastan “una fracción mayor de su renta en energía” y los que, por tanto, están sufriendo la “carga más pesada”.

La contracara de las cuentas de resultados de los colosos energéticos está en el esfuerzo fiscal que están teniendo que hacer los Gobiernos para ayudar a hogares y empresas a sobrellevar el golpe de las facturas. La AIE calcula que los erarios, sobre todo en los países ricos, han comprometido ya 500.000 millones de euros. Una cifra enorme que es, sin embargo, cuatro veces menor de las ganancias extraordinarias de las firmas fósiles.

La situación es aún peor en el bloque emergente, donde el margen de maniobra fiscal es menor. Allí, el encarecimiento de la energía, arrastrado por el gas natural, está “aumentando la inseguridad alimentaria”. Y está llevando a 75 millones de personas a quedar a un paso de no poder pagar sus facturas. “Desde que empezamos a medirlo, es la primera vez que el número de personas sin acceso a la electricidad ha empezado a subir”, se lee en el informe anual de la AIE, presentado este jueves en París.

“La crisis va a acelerar la transición a energías limpias”

Casi todos los impactos de la crisis energética son negativos, desde el golpe de los precios para consumidores domésticos y empresas hasta el auge coyuntural del carbón, el combustible más sucio para generar electricidad. Hay, sin embargo, algunas noticias positivas a largo plazo: “Nuestros números confirman que esta crisis va a ser un punto de inflexión y va a acelerar la transición a energías limpias”, confía el director ejecutivo de la AIE, Fatih Birol.

A diferencia de lo que ocurría hasta hace unos meses, cuando la reducción de emisiones era el principal argumento para llevar a cabo inversiones en eólica o solar, el economista turco cree que ahora la seguridad energética ha tomado el relevo. “Soy optimista: vamos a ver una gran aceleración: 2022 será recordado como el año en el que se activó el turbo en el despliegue de energías limpias”, ha dejado caer en la puesta de largo del informe.

La AIE calcula que el consumo global de combustibles fósiles tocará techo en alrededor tres años para, a partir de entonces, descender “de forma constante”. Por primera vez desde que se elabora este informe anual, el más icónico del mundo energético, el organismo atisba “un pico o meseta” en la demanda mundial de energía sucia. Entre 2025 —cuando se alcanzará el máximo de emisiones de gases de efecto invernadero— y 2050, la caída anual en la demanda conjunta de combustibles fósiles equivaldrá a la de un gran yacimiento petrolero durante toda su vida útil.

Los ritmos de caída, sin embargo, son muy distintos: tras su inesperado (y puntual) auge como alternativa al gas natural, el carbón regresará a la senda bajista en los próximos años; el consumo de gas marcará su máximo “a finales de esta década”; y el de petróleo se estabilizará hacia 2035 “antes de retroceder ligeramente a mediados de siglo”, presionado a la baja por la electrificación del parque automovilístico.

“Por cada dólar que se invierte en combustibles fósiles, ya hay 1,5 yendo a energías limpias”, ha constatado Tim Gould, economista jefe del organismo con sede en París, que ha advertido, sin embargo, de que el coste del capital para desarrollar un proyecto de solar fotovoltaica (la energía que está llamada a dominar la matriz eléctrica global en las próximas décadas) en un país emergente es entre dos y tres veces mayor que en el bloque desarrollado o en China. Algo que, según Gould, tiene que cambiar para acelerar en el combate contra el cambio climático.

Rusia pierde el paso y dudas sobre el gas

La invasión de Ucrania y el paulatino ocaso de los combustibles fósiles serán una pesada losa para Rusia. El gigante euroasiático seguirá siendo una potencia energética en varios frentes (gas, petróleo y carbón), pero su dominio ha entrado en una fase de inexorable declive. “Sus exportaciones nunca regresarán a los niveles de 2021″, sentencian los técnicos de la AIE. La reorientación hacia Asia, aparentemente la baza más sencilla de Moscú para escapar del frenazo de las exportaciones a Europa, puede funcionar con el petróleo y el carbón. Pero no con el gas natural.

Esta gigantesca reorientación global de los flujos energéticos, con una búsqueda contrarreloj de suministradores alternativos a Rusia en Europa, tendrá un efecto adicional en el largo plazo: “La era de rápido crecimiento de la demanda de gas llega a su fin”, subraya el brazo energético de la OCDE. No solo en Occidente: “El impulso también se ha ralentizado [en gran medida, por el estallido de los precios] en las economías emergentes, especialmente en Asia, y está haciendo mella a las credenciales del gas como un combustible de transición”.

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Sobre la firma

Ignacio Fariza
Es redactor de la sección de Economía de EL PAÍS. Ha trabajado en las delegaciones del diario en Bruselas y Ciudad de México. Estudió Económicas y Periodismo en la Universidad Carlos III, y el Máster de Periodismo de EL PAÍS y la Universidad Autónoma de Madrid.

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