“Dormíamos en literas, como si fuera un servicio militar”: así es ser animador de hoteles
Los empleados que entretienen a los huéspedes de los alojamientos se quejan de sueldos bajos, contratos de corta duración y malas condiciones higiénicas
Para Raymond Sánchez (46 años), animador turístico en hoteles desde hace tres lustros, los turnos tripartidos se han convertido en su peor pesadilla. “Entras a las 10.30, acabas a las 13.30, vuelves a empezar a las 15.30, terminas a las 17.30 y luego te preparas para el turno de noche, de 20.30 a 23.30. Pero siempre sales más tarde porque tienes que recoger el escenario después del espectáculo de la noche o ensayar para el día siguiente. Es imposible cumplir con los horarios”, cuenta.
El desempeño de actividades tanto deportivas como de entretenimiento conlleva un tiempo de planificación y preparación que no forma parte del horario laboral, denuncian varios profesionales del sector. Montse, animadora en un hotel de Benidorm (Alicante), hace hincapié en que si el turno empieza a las 11.00 siempre hay que llegar media hora antes para recoger el material y reclutar participantes. “He llegado a echar hasta 16 horas seguidas por temas de preparación de shows y días especiales, como fin de año o San Juan. En muchos casos no me han pagado esas horas. Es una pena que no estemos bien valorados. Nos dejamos la piel cada día bajo el sol y como mínimo deberíamos de tener unas condiciones justas”, agrega.
María del Cristo Mesa, técnica en Animación Sociocultural y Turística, considera que el de animador es un trabajo que se suele llevar a cabo por una breve etapa de la vida, puesto que los sueldos bajos no permiten la independencia económica ni tampoco formar una familia. “La precariedad se concentra en los hoteles de tres o cuatro estrellas, que hacen más negocio con los jóvenes animadores, a menudo subcontratados por empresas terceras. Estas saben que los chavales no se quedarán mucho tiempo en ese puesto, por lo que no valoran su trato con ellos”, señala.
Antes de la aprobación de la reforma laboral, las empresas multiservicio, aquellas que no tienen una actividad principal definida, disponían de la potestad de fijar los salarios a partir de su convenio particular. Sin embargo, desde que entró en vigor el texto impulsado por Yolanda Díaz, los sueldos quedan definidos, como mínimo, por lo que recoja el convenio de la actividad desarrollada, que en este caso corresponde a la hostelería. “El problema es que muchas subcontratas siguen infringiendo la nueva norma y no aplican ningún convenio colectivo a sus trabajadores”, reconoce Gonzalo Fuentes, responsable de hostelería y turismo de Comisiones Obreras, que anima al colectivo de animadores turísticos a luchar contra los incumplimientos.
De forma general, los animadores contratados directamente por los hoteles cuentan con mejores condiciones laborales, indica Fuentes. A pesar de ello, también se enfrentan a injusticias. Es el caso de Karina Moreno (45 años), que la temporada pasada vivió la precariedad en su propia piel. Estuvo durante 10 meses en un hotel de cuatro estrellas de Benidorm y durante ese período firmó 11 contratos temporales. “En la primera entrevista me prometieron que me iban a hacer fija, pero seguían dándome de alta y de baja continuamente. Cuando descendía la ocupación trabajaba mucho menos. En diciembre, me hicieron tres variaciones de contrato, de 20 horas a 40. Encima, no me pagaron 79 horas extras, al principio pagadas con dinero y luego con descanso”, denuncia.
Malas condiciones higiénicas
La mayoría de los animadores suelen tener alojamiento incluido, lo que no implica que el hotel les asigne una habitación de cliente. De hecho, esta aparente ventaja puede acabar siendo un gran inconveniente. Alan Leiro Gallardo (31 años) ha vivido durante varios meses en un sótano en un pasillo en la zona de mantenimiento del hotel. “Cuando quería descansar, siempre escuchaba a los empleados hablar o arreglar algo. Las baldosas se caían y muchos cables estaban por fuera. Además, tenía mala ventilación, porque mi ventana daba a los extractores de la cocina”, asegura.
Unas condiciones muy parecidas a las de Sánchez, que durante su estancia en Murcia este verano ha vivido en un sótano con tres compañeros, donde el aire casi no circulaba: “El polvo se acumulaba y podías enfermar con bastante facilidad. Era horrible”. Cuando trabajaba en un hotel en Lanzarote, Juan tuvo que compartir habitación en una residencia junto a otros cinco animadores que ni siquiera eran sus compañeros directos, al trabajar en otros establecimientos. “Teníamos un solo baño y no había aire acondicionado. Un calor que no veas. Dormíamos en literas, como si fuera un servicio militar”, dice este profesional que prefiere mantener el anonimato.
El desagrado se hace más patente cuando la mala higiene se extiende al comedor, como explica Gallardo. Entre sus varias experiencias, este animador recuerda que en un hotel en Cataluña la alimentación era nefasta. “La comida se hacía en el restaurante y lo que sobraba se guardaba en una especie de armario que mantenía el calor. Al día siguiente, los restos se destinaban a los directivos del hotel, a los dos días a los empleados y al cabo de los tres días al equipo de animación. En un mes había perdido ya 10 kilos”, confiesa. La baja calidad de la restauración fue una de las principales razones por las que Sánchez dejó el hotel de Murcia el mes pasado para desplazarse a otro en Mallorca. “Era todo el tiempo pizzas, patatas fritas y carnes a la plancha. La prioridad para la dirección era economizar. Nos trataban como un número sin mucha importancia”, afirma.
Sánchez, sin embargo, dice que de sus últimos sueldos no puede quejarse. “Un alivio en comparación con muchos compañeros mileuristas”, asevera. Gallardo fue menos afortunado: su sueldo más bajo era de 800 euros, mientras que el más alto no superaba los 1.350, siendo jefe de animación.
Para frenar la precariedad en el sector, Mesa ve necesario reorientar el aprendizaje proporcionado por la formación profesional. “Se debería abrir la puerta para que los animadores sean también guías turísticos, lo que podría mejorar su calidad de vida y su salario. Los mismos hoteles se beneficiarían, al poder aprovechar su equipo de animación para dinamizar las rutas y dar a conocer el entorno a los turistas”, señala. Todos los entrevistados coinciden en que es un trabajo muy gratificante, al alegrarles el día a los clientes para que se sientan como en casa. No obstante, las pocas posibilidades de crecimiento con las que cuentan estos profesionales y el estrés al que están sometidos cada día, empuja a muchos de ellos a tirar la toalla y cambiar de profesión. “Lo dejé al final del año pasado para seguir a mi pareja en Alemania y porque quería un empleo más estable. Además, es mucho más duro de lo que la gente piensa. No todo el mundo tiene la capacidad de coger un micrófono y ponerse a presentar”, zanja Gallardo.
Este es el octavo capítulo de la serie ‘Verano precario’, que ofrece testimonios de trabajadores en los sectores tensionados o especialmente duros durante julio y agosto. Si quieres compartir tu testimonio puedes hacerlo en el correo esanchezh@grupoprisa.com.
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