El plan de ahorro energético choca con las dudas de los empresarios: “Si los clientes entran en la tienda con 27 grados, se cuecen”
Algunos restaurantes y tiendas de alimentación advierten de que las nuevas temperaturas pueden perjudicar la calidad de sus productos
En la pastelería Formentor del barrio madrileño de Chamberí, el termómetro marca 21 grados. Un alivio en pleno verano que, sin embargo, tiene los días contados. El plan de ahorro energético aprobado este lunes por el Consejo de Ministros obligará a partir de la próxima semana a comercios, grandes almacenes, cines, hoteles o edificios públicos —excepto peluquerías, centros educativos y hospitales— a limitar a 27 grados el uso del aire acondicionado en verano y a 19 grados la calefacción en invierno. Estos establecimientos, además, deberán mantener sus puertas cerradas para evitar que el frío y el calor se escapen ―en este caso, antes del 30 de septiembre―, y apagar el alumbrado de escaparates a partir de las 22.00. Estas medidas, en vigor hasta noviembre de 2023 para intentar contener el consumo de energía en una época en la que los precios están por las nubes, han desatado incertidumbre, dudas e incluso críticas de muchos comerciantes y hosteleros. Otros afirman que ya habían adoptado medidas similares ante la escalada de los precios de la luz.
El presidente de la fundación Barcelona Comerç, Salva Vendrell, hace hincapié en que se ha hecho una regulación del sector sin preguntarle. “No es lo mismo una peluquería, que un restaurante, que una tienda de ropa, donde el cliente tiene que probarse la ropa y podría sudar más”, señala. Daniel Sánchez, dueño de la tienda de ropa Deportes Alaska, en Madrid, recela de las nuevas disposiciones del Gobierno. “Tengo calzados y abrigos que los clientes pueden probarse también en verano y si entran en la tienda con 27 grados, se cuecen”, apunta.
Coincide también en ese punto Eduardo Zamacola, presidente de Acotex, la patronal del comercio textil, que destaca el tope de la calefacción en invierno. “Un ambiente con 19 grados no será agradable para los consumidores cuando fuera hace frío. Y trabajar en esas condiciones tampoco es practicable”, comenta por teléfono con un perceptible enfado. Eso sí, no faltan comerciantes que ven las nuevas normas como el último remedio en plena crisis de precios energéticos. “Todos tenemos que poner un poquito de nuestra parte y arrimar el hombro”, afirma Fernando Ramos, vendedor desde hace 40 años y dueño de Relojería Ceni en la capital. Este negociante admite que trabajar con más calor o más frío será más agotador, aunque ya desde hace meses había entrado en modo ahorro. “Con la inflación tan alta, no me puedo permitir tener encendido el aire acondicionado todo el día. Cuando ya el calor se hace insoportable, lo ponemos, pero en la medida de lo posible lo mantenemos apagado”, zanja.
En los establecimientos que venden alimentos es donde se advierte más nerviosismo. A Miguel Ángel Serrano Asensio, pastelero de Formentor, la aplicación del nuevo plan de ahorro le genera dudas con respecto a su cumplimiento. Esta repostería cuenta con un único sistema de aire acondicionado que regula tanto la tienda como el horno, donde prepara los dulces. “Allí, una temperatura por debajo de los 24 grados supondría un problema. La ensaimada fermentaría más de lo necesario y se arruinaría. Intentaremos aplicar las medidas, aunque puede llegar a ser complicado”, confiesa. Pròsper Puig, propietario de la tocinería que lleva el mismo nombre en barrio de Sant Andreu de Barcelona, también se muestra contrario a la regulación. “En un comercio de alimentación, cuanto más frío hace, menos humedad se produce y más beneficioso es para el producto”, indica.
Escaparates apagados
La obligación de apagar los escaparates a partir de las diez de la noche es la disposición que más inquieta a Álvaro, empleado de la Librería San Pablo, en el centro de Madrid. “Estamos en un barrio turístico, donde la gente por la noche pasea, echa un vistazo a los libros y al día siguiente entra a comprarlos. Con el escaparate oscuro no podrá ver los productos, lo que podría tener consecuencias en las ventas”, asevera este comerciante. Zamacola, de la patronal del textil, también considera que se trata de una norma que doblegará al comercio al por menor. “Nos gastamos un auténtico dineral para intentar atraer a los consumidores a las tiendas y los escaparates son el principal instrumento de marketing a nuestra disposición. Las luces de las tiendas dan vida y seguridad a las calles”, agrega.
El plan energético puesto sobre la mesa por el Gobierno también pilla por sorpresa a los hosteleros. Carlos Rocha Da Cruz, segundo encargado de la taberna El Papelón, hace un listado de las máquinas que alberga su restaurante. “El horno, la salamandra, la freidora... todas calientan. Y si la temperatura en el local no llega a bajar, se pueden incluso estropear”, asegura. Ángeles Pastor, dueña del restaurante Basilea, especializado en comida suiza, tampoco ve lógica la regulación del aire acondicionado. “Si la gente no está cómoda y tiene calor, no vendrán a comer”, denuncia. Fuentes de la patronal Hostelería de España recuerdan que las normas aprobadas por el Consejo de Ministros deben ajustarse a las disposiciones mínimas de seguridad y salud en los lugares de trabajo aprobadas en 1997. Eso permitiría bajar de los 27 grados a los 25, según su interpretación.
De hecho, entre las excepciones planteadas por el decreto para el límite en el aire acondicionado y la calefacción están incluidos los lugares de trabajo en los que sea necesario mantener una “climatización acorde para que los trabajadores tengan unas condiciones climáticas adecuadas”, como las cocinas de los restaurantes, según ha explicado este martes en TVE la ministra de Industria, Comercio y Turismo, Reyes Maroto. También quedarán fuera las zonas de los supermercados para permitir el mantenimiento de la cadena de frío. “Pedimos a las administraciones que sigan dialogando con las autoridades de la seguridad alimentaria para adaptar las medidas de ahorro al contexto de los establecimientos”, anota Ignacio García Magarzo, director general de Asedas, patronal de distribución que agrupa a Mercadona, Lidl y Dia.
Puertas cerradas
El director general de asociación empresarial de Hostelería de Madrid, Juan José Blardony Arranz, critica la incoherencia de las medidas que se han impuesto al sector en los últimos dos años. “Pasamos de la apertura de las puertas para favorecer la ventilación en tiempos de pandemia a su cierre para no perjudicar la climatización”, asevera. Y es justo este precepto el que más agobia a Larisa Peni, administradora de Taberna Tirso de Molina. “Los camareros no pueden cargar con la bandeja y empujar la puerta para atender a los clientes en la terraza”, apunta. Vendrell, de la asociación Barcelona Comerç, advierte de que la obligación de colocar puertas en establecimientos que no disponen de ellas es inviable. “No pueden obligar a hacerlo antes del 30 de septiembre porque estamos en agosto y los industriales están de vacaciones”, concluye. Otra cosa son los grandes grupos, que ya se preparan para cumplir la norma. “Inditex aplica la normativa energética y ambiental vigente de forma estricta, tanto en España como en los más de 90 mercados en los que opera”, sostienen fuentes del grupo textil.
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