Carlos Pérez de Bricio, el hombre de la reconciliación
Ministro de Industria durante la transición, presidente del grupo Cepsa y vicepresidente de la CEOE, siempre afrontó los problemas, por muy complejos que fueran, desde el diálogo y el pacto

Desaparece otro de los hombres que hizo posible la reconciliación entre las dos Españas. Carlos Pérez de Bricio (fallecido el sábado en Madrid a los 94 años) ocupó importantísimos puestos en la Administración Pública y en la empresa donde jugó un inequívoco papel de componedor. Pero, sin lugar a duda, se le recordará como ministro de Industria en el primer gobierno de la monarquía presidido por Carlos Arias Navarro y el segundo presidido por Adolfo Suárez. Un año y medio que fue fundamental para hacer factible la democracia. Sin aquella generación puente, ni la reconciliación ni la Transición habrían sido posibles.
Con posterioridad a su salida del gobierno se convirtió en 1978 en miembro del consejo de administración de Cepsa, donde llegó a ser presidente y consejero delegado, tras el fallecimiento de Luis Magaña, desarrollando un papel decisivo en la modernización e internacionalización de la petrolera. Puso las bases para que esta empresa jugase un papel fundamental en la política energética del país. Así durante su mandato logró transformar una compañía dedicada al refino y a la petroquímica en la empresa energética multinacional que es hoy, y de la que continuaba siendo su presidente de honor.
Su visión estratégica le permitió poner en marcha la construcción del gaseoducto submarino Medgaz, que conecta Argelia con España. Una obra de ingeniería compleja porque tenía que atravesar varias fosas mediterráneas, pero lo consiguió. También durante su presidencia se descubrió el yacimiento RKF y ORD, en Argelia, y se potenció la división química incrementando su presencia internacional. Esto fue posible porque confiaba plenamente en sus técnicos y, como recuerdan sus más estrechos colaboradores, él se dedicaba simplemente a marcar la hoja de ruta de la compañía con sentido común.
Muy comprometido con su responsabilidad al frente del grupo Cepsa, supo ganarse la confianza de sus accionistas. Aunque lo más difícil entonces, como ahora, eran las relaciones diplomáticas y políticas en el complejo mundo energético. Ahí se valió de la experiencia acumulada durante años en Bruselas como funcionario de aduanas. Con su perfil de hombre dialogante pudo mantener buenas relaciones con todo el mundo. Hasta el punto de que fue el facilitador de unas magníficas relaciones con los franceses, primero de Elf Aquitaine y luego de Total y, paralelamente, ser considerado por los representantes argelinos como “un aliado” y por los accionistas emiratíes como “un hermano”.
Pero esa vocación empresarial no impidió su compromiso social. Jugó un importante papel en la vertebración de las nuevas instituciones como partícipe en la fundación primero de Confemetal que era la organización de mayor peso en la patronal y posteriormente en la Confederación Española de Organizaciones Empresariales, de la que fue vicepresidente. Desde ese puesto jugó un importante papel como hombre de confianza de Carlos Ferrer Salat primero y de José María Cuevas, después. Impulsó la política de concertación que dio paso a los grandes pactos sociales entre Gobierno, sindicatos y empresarios que dio lugar al Estatuto de los Trabajadores y la sucesión de pactos que han ido configurando los grandes acuerdos sociales.
Hay una constante en su trayectoria política, empresarial y social, que ha sido su capacidad de afrontar los problemas por muy complejos que fueran desde el diálogo y el pacto. Fue un superviviente en el equilibrio. Un hombre inteligente, con mucho carácter, capaz de tomar grandes decisiones, aunque estas siempre estuvieron apoyadas en su capacidad para entender la posición del adversario.
Alfonso Escamez Torres, secretario del Consejo de Administración de Cepsa entre 2006 y 2012
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