Veinte millones son muchos millones
Es el inicio de un cambio de patrón de crecimiento, con empleo menos precario, más estable
Veinte millones de trabajadores ocupados. El empleo exhibe la mejor de las cifras económicas afloradas los últimos días. No porque sea nueva de trinca, sino porque consolida tendencia. Es el segundo trimestre que el cierre de la Encuesta de Población Activa supera ese listón, y como se dice en derecho, dos sentencias forman jurisprudencia.
Tampoco es el primer ejercicio en que sucede: ocurrió en 2006, 2007 y 2008. La secuencia quebró por la Gran Recesión 2008/2011. Bajó en 2013 a 17 millones. Un 26,06% de desempleo sobre la población activa. Pero en esta ocasión, para la recuperación del nivel ocupacional precrisis ha bastado un año, en lugar de diez. Y el paro no pasó del 16,13% en 2020, volviendo a mejorar la situación precrisis en 2021 (13,3%, contra 13,78% de 2019).
Además, ahora mismo los dos grandes registros, el del INE y el de la Seguridad Social, dan ambos por superado el listón de los 20 millones. Más a favor: la cifra de final del primer trimestre incorpora un mes problemático, el de la guerra contra Ucrania; los flecos de la pandemia; el último disparo de los carburantes. Con el consiguiente mal dato de paro.
Salvo alguna oscilación (o una catástrofe aún peor que las registradas desde 2020), este guarismo se convierte en colchón laboral de valor inestimable. Del inicio de un nuevo patrón de crecimiento, con empleos menos precarios, más estables y que, por tanto, presionan hacia una mayor calidad: al compás de la entrada en vigor de la reforma laboral —incluso desde poco antes—, el ritmo de contratos fijos supera el 30% del total, e irá a más. Y el parque de empleos asalariados por cuenta ajena, casi 17 millones, contabiliza 13 millones fijos.
Económicamente, es también una plataforma susceptible de convertirse en trampolín de productividad. Algunos subrayan que al recuperarse el empleo (pese al revés del paro del primer trimestre) a más velocidad que el PIB, baja la productividad global: pues una misma unidad de producto requiere más brazos.
Pero los 20 millones son un tesoro. Precisamente para aumentar la productividad, el aumento del factor trabajo exige a su vez que se acompase con más capital, con más y mejor tecnología. Está casi disponible, por los fondos europeos del Plan de Recuperación. Y si según calcula Fedea, de momento han llegado pausadamente —en un 27%— a la economía real, el impulso restante deberá acrecentar el PIB con mayor intensidad.
Presupuestariamente, el mayor empleo y el menor paro reducen el coste de las prestaciones por desempleo: desde el récord de 32.237 millones en 2010, a 22.093 millones presupuestados para 2022. Abren así margen para afrontar mejor otros gastos, como el aumento de las pensiones o el encarecimiento del servicio de la deuda pública que algún día —esperemos que lejano— provocará un aumento de los tipos de interés.
El mantenimiento de los tipos cero gracias al BCE y la gestión del Tesoro alargando la vida de la deuda viva —hasta 8,07 años este marzo (5,9 años en 2005)—, han bajado la carga de su factura: eran 38.590 millones en 2013; 31.547 en 2018 y 31.675 en 2021. Pero ¡habiendo aumentado en 220.000 millones la cantidad en circulación, de 1,2 billones en 2018 a 1,4 billones en 2021! Logros de financiación barata difíciles de repetir. Bienvenido, por tanto, también por eso, el ahorro en gastos de desempleo.
Agarren el catalejo. Los 20 millones de ocupados de hoy eran solo 12,3 millones al principio de la democracia, en 1978. Una progresión fulgurante. Entonces no había una sola multinacional española. Hoy son 124 con cifras de negocios superiores a 750 millones de euros. Dos caras de la misma moneda.
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