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La inflación argentina trepa hasta el 6,7% en marzo, la mayor desde la crisis del corralito en 2002

La reaparición pública de la vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner, profundiza la crisis interna del Gobierno de Alberto Fernández

Protesta de piqueteros en la Plaza de Mayo
Manifestación de los momimientos sociales argentinos en la Plaza de Mayo, este miércoles 13 de abril.TOMAS CUESTA (AFP)
Federico Rivas Molina

La inflación está disparada en Argentina, más que nunca. Los precios subieron un 6,7% en marzo (55,1% interanual), el peor registro desde abril de 2002, cuando arreciaba la crisis del corralito. La subida ha sido más grave en alimentos: 7,2%. Se trata de un rubro especialmente sensible por su impacto entre los más pobres. La conflictividad en la calle crece junto con la pérdida del poder de compra de la moneda local. Este mismo miércoles, organizaciones sociales no alineadas con la Casa Rosada marcharon hacia la Plaza de Mayo y cortaron durante horas la 9 de Julio, la principal avenida de la ciudad de Buenos Aires. Ha sido un miércoles complicado para el presidente Alberto Fernández. Junto con el dato de inflación y la movilización callejera volvió Cristina Fernández de Kirchner, su peor enemiga en la interna que desangra al Gobierno. No es que Kirchner se hubiese ido, pero llevaba sin hablar en público desde diciembre pasado.

Cristina Fernández de Kirchner abrió en Buenos Aires la Asamblea Parlamentaria Europea-Latinoamericana (EuroLat), que por primera vez sesiona en forma presencial desde la pandemia. El escenario no pudo ser mejor. La vicepresidenta recordó que fue ella quien inauguró en 2015 el Centro Cultural Kirchner (CCK), una obra monumental que transformó el edificio del Correo Central en una gran sede para convenciones y eventos culturales. El CCK fue icono de las bonanzas económicas del primer kirchnerismo. Este miércoles, el público argentino recibió a Cristina Fernández de Kirchner de pie, con una ovación, ante la mirada azorada de los eurodiputados y legisladores latinoamericanos, invitados sin saberlo a un mitin en clave local.

Kirchner habló del papel del Estado en la pospandemia, y enseguida se acordó del presidente y la rivalidad que los enfrenta. “Hablamos de poder cuando alguien toma una decisión y esa decisión se puede aplicar y es respetada por el conjunto de la sociedad. Eso es el poder. Que te pongan una banda y te den el bastón un poquito es, pero créanme, créanme…”, dijo, negando con la cabeza. “Y ni te cuento si además no se hacen las cosas que hay que hacer, pero dejémoslo ahí”, agregó.

El de Kirchner fue un disparo dirigido contra Alberto Fernández que agiganta el conflicto en una coalición de Gobierno asimétrica. La vicepresidenta considera que ella es el poder real y que Fernández le debe la presidencia. El mandatario, por su parte, asegura que no es títere de nadie y a través de sus voceros pide a sus detractores del peronismo que “al menos no estorben”. Es en este escenario de debilidad que el Ejecutivo debe luchar contra la inflación. “Se necesita de apoyo político porque la economía no funciona en un vacío”, advirtió el martes el ministro de Economía, Martín Guzmán, al anticipar que el IPC estaría “por arriba del 6%”.

La estrategia contra la subida de los precios divide a Fernández y su vice. “Los economistas afines al kirchnerismo te dicen que estamos ante una puja distributiva”, explica Marina Dal Pogetto, directora de EcoGo Consultores. “Esa puja escala cuando la inflación va a este ritmo del 6% mensual: el que gana con la inflación quiere mantener y el que pierde con inflación quiere recuperar. Si todos quieren ganar, la rueda va cada vez más rápido”, dice. Es la carrera de precios contra salarios. El kirchnerismo apuesta entonces por controlar los primeros con acuerdos con las empresas y estimular los segundos para que le ganen al IPC. En el Ejecutivo de Fernández, el argumento es que la disparada es consecuencia de la guerra rusa en Ucrania y que debe atacarse con políticas macroeconómicas: menos déficit fiscal, menos subsidios a la energía (treparon hasta el 11% del PIB en 2021) y menos emisión monetaria. Esa es la fórmula de emergencia acordada con el Fondo Monetario Internacional, solo malas palabras para el kirchnerismo duro.

El acuerdo con el FMI terminó por dinamitar la alianza en el binomio presidencial argentino. Hoy cunden los rumores de un cambio de ministros que limpie de kirchneristas el Ejecutivo. Un paso semejante dejaría a Fernández sin su principal base electoral, pero también lo protegería del fuego amigo, como el que recibió este miércoles de Cristina Fernández de Kirchner. Mientras tanto, el mercado apuesta a la continuidad de Martín Guzmán, el ministro que acordó con el FMI. “Si bien no convence plenamente, la alternativa podría generar una incertidumbre aun mayor”, dice Pablo Waldman, estratega senior de la plataforma digital de inversiones Inviu. “El acuerdo con el FMI despeja en gran medida los peores escenarios potenciales. El mercado espera que el ministro actual, en la medida de sus capacidades, intente cumplir el convenio alcanzado. Todo lo que atente contra la viabilidad del pacto con el multilateral no sería bien recibido por los grandes agentes económicos”, dice.

Argentina se someterá a revisiones trimestrales del FMI, la primera el mes próximo. Necesita pasar la prueba para que lleguen los 4.100 millones de dólares del segundo desembolso previsto. Cuando termine el acuerdo, dentro de 30 meses, el país sudamericano habrá recibido 45.000 millones de dólares, que usará para cancelar dólar por dólar la deuda que asumió Mauricio Macri con el multilateral en 2018. Y luego, vuelta a empezar.

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Sobre la firma

Federico Rivas Molina
Es corresponsal de EL PAÍS en Argentina desde 2016. Fue editor de la edición América. Es licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Buenos Aires y máster en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona.

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