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Elon Musk quiere hacer volar a Twitter de nuevo

El dueño de Tesla se convierte en el principal accionista de una red social que no ha crecido según su potencial y en medio de un debate sobre censura

Luis Pablo Beauregard
Elon Musk
Musk observa su teléfono móvil en una conferencia de prensa de SpaceX en Cabo Cañaveral, en enero de 2020.STEVE NESIUS (Reuters)

Twitter publicó el 1 de abril en la red social que estaba trabajando en un botón que permitirá editar sus mensajes después de haberlos publicado. Esta ha sido una de las peticiones más repetidas que los tuiteros han hecho a la tecnológica. Los usuarios más veteranos entendieron pronto que el mensaje era una broma de April’s Fool, las inocentadas que se hacen el primer día de abril en Estados Unidos. Cuatro días después, la compañía informó oficialmente que preparaba la anhelada herramienta. ¿Qué cambió en tan poco tiempo? El aterrizaje de Elon Musk, el hombre más rico del mundo con una fortuna de 213.000 millones de dólares, en la empresa y en su consejo de administración, donde permanecerá al menos hasta 2024.

El episodio del botón de edición es una muestra de la velocidad que puede imprimir Musk en una compañía que ha dejado pasar oportunidades de crecimiento y se ha visto superada por competidores como Snap y Meta (Facebook). La compra del dueño de Tesla del 9,2% de Twitter (73,5 millones de acciones por 2.400 millones de dólares) ha dado acceso al consejo a un activo usuario seguido por 80 millones de personas y quien ha lanzado más de 17.000 mensajes en 13 años. Uno de los más recientes, por cierto, fue una encuesta sobre el botón de edición (el 73% de 4,4 millones de personas votó sí; la empresa niega que la encuesta fuera un punto de partida). Como el resto de humanos que usan la plataforma, Musk se ha dividido entre el amor y el odio. En julio de 2016 le declaró su cariño para siete meses después calificarla de sitio infernal. En julio de 2020, dijo que la red “apestaba”.

La llegada de Musk a Twitter es lo más interesante que le ha pasado a la empresa en mucho tiempo. ¿Qué hará ahora el multimillonario con ella? Es la gran pregunta a la que todos intentan dar respuesta. Algunos han apostado por la réplica económica. “Twitter es uno de los productos más importantes de la historia (es una fuente de información en tiempo real y una plataforma de comunicación global), pero sigue siendo una inversión mediocre”, ha argumentado en su popular blog Scott Galloway, un académico de Marketing de la escuela de Negocios de NYU. A pesar de su omnipresencia en la vida cotidiana moderna, la empresa no ha incrementado considerablemente su valor (30.000 millones) ni ha logrado ampliar su base de usuarios.

La llegada de Musk dio un empujón al valor de los títulos de Twitter, que se dispararon un 30% superando los 40 dólares, una barrera que le había costado rebasar durante meses. Hasta diciembre pasado, las acciones de la compañía solo habían aumentado un 80% su valor desde 2013, mientras que las de Meta, por ejemplo, lo habían hecho un 788%. Esto llevó a varios inversores activistas, especialmente el fondo de inversión Elliott Managment, a pedir el cese de Jack Dorsey por incompetente, uno de los fundadores de la empresa y consejero delegado hasta finales de 2021. Musk, quien ya tiene cuatro veces más acciones que Dorsey, lo considera un tipo “de buen corazón”.

Las intrigas en el consejo parecen improbables por el momento. Parag Agrawal, el consejero delegado que sustituyó a Dorsey, ha dado la bienvenida a Musk, a quien ha llamado “un apasionado creyente e intenso crítico del servicio”. “Es lo que necesitamos”, añadió el ingeniero. En su aviso a las autoridades regulatorias, con las que Musk tiene un pulso desde hace mucho, Twitter indica que el empresario no puede hacer dumping con sus acciones y le impone un techo de 14,9% de acciones durante los dos años en los que estará en el consejo y 90 días después de dejarlo. La empresa se protege así de que el dueño de SpaceX le arrebate el control.

Otros analistas consideran que la batalla que Musk querrá dar está en el campo político y de la libertad de expresión. “Dado que Twitter sirve como una plaza pública de facto, su falta a los principios de la libertad de expresión minan la democracia. ¿Qué debemos hacer?”, preguntó el empresario días antes de que se hiciera pública su inversión en la compañía. Esta preocupación ha dado esperanza a los sectores de derechas y a los radicales, quienes han sido expulsados de Twitter y otras grandes plataformas digitales tras el asalto al Capitolio. Estos usuarios se han desplazado a marginales arenas radicales como Parler, Rumble y Truth Social, la aplicación de Donald Trump que tiene 1,5 millones de usuarios en la lista de espera (el expresidente ha lanzado un solo mensaje a sus 750.000 seguidores desde su lanzamiento el 21 de febrero).

“Si los locos de izquierdas que están intentando censurar la libertad de expresión se quieren ir de Twitter con la llegada de Elon Musk que lo hagan, será un mejor lugar”, dijo esta semana a la conservadora Fox News el polémico senador Rand Paul, que hace campaña por encarcelar a Anthony Fauci, el encargado de la respuesta de Estados Unidos contra la covid. Mike Davis, un republicano que fundó el Internet Accountability Project en Washington, considera que la llegada de Musk es “un paso en la dirección correcta”. “Es desafortunado que se necesite a un inversionista heroico como Elon Musk para luchar por este derecho”, señala. Él, como muchos de los conservadores que simpatizan con Trump, piden reducir el poder de las grandes tecnológicas. La congresista radical Lauren Boebert ya ha pedido al dueño de Tesla que se le levante el castigo al expresidente y se le deje volver a Twitter. Esta acción tendría consecuencias directas en las presidenciales de 2024. Adrián Zamora, un portavoz de la tecnológica, señaló que de momento “no existen planes de revertir ninguna decisión de políticas” y que estas no son adoptadas por inversionistas.

En los próximos 24 meses se verá si Musk logra impulsar el paso de Twitter hacia la web3, la tierra prometida de los visionarios tecnológicos, una evolución de la Red gracias al blockchain que daría nueva libertad a los usuarios. El empresario ha preguntado también a sus seguidores si Twitter debería hacer públicos sus algoritmos. La respuesta de lo que quiere Musk de Twitter podría estar en sus trinos. “Mis tuits son literalmente lo que estoy pensando en ese momento, no una basura cuidadosamente compuesta por un corporativo”, escribió en 2018. Hace unos días, elevó las expectativas de la próxima reunión del consejo —una cita aún sin fecha— con un meme de su paso por el pódcast de Joe Rogan, donde se fumó un porro (el momento depreció un 9% las acciones de Tesla). Musk tiene entre sus anécdotas más famosas el haber chocado un McLaren F1 de un millón de dólares que no estaba asegurado, lo que se ha convertido en Silicon Valley en una metáfora de su impulsividad.

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Sobre la firma

Luis Pablo Beauregard
Es uno de los corresponsales de EL PAÍS en EE UU, donde cubre migración, cambio climático, cultura y política. Antes se desempeñó como redactor jefe del diario en la redacción de Ciudad de México, de donde es originario. Estudió Comunicación en la Universidad Iberoamericana y el Máster de Periodismo de EL PAÍS. Vive en Los Ángeles, California.

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