La OCDE calcula que la guerra en Ucrania reducirá un punto el crecimiento mundial y aumentará la inflación
El organismo insta a “minimizar la dependencia de Rusia” para la importación de energía y aboga, a corto plazo, por imponer un impuesto sobre las “ganancias excepcionales” de las hidroeléctricas; a largo, pide acelerar proyectos estancados como el gasoducto entre España y Francia
El coste humano y económico de la guerra en Ucrania es todavía muy incierto y dependerá en gran parte de cuánto se extienda la ofensiva rusa en el país vecino. Pero ya hay unas primeras estimaciones y no son nada halagüeñas, ni humana, ni económicamente. La guerra le va a costar al mundo al menos un punto porcentual en su crecimiento este año —y hasta 1,4 puntos a la eurozona—, así como un añadido de 2,5 puntos en la ya de por sí alta inflación global, según una primera estimación de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
El organismo con sede en París advierte también de importantes consecuencias humanitarias. Por un lado, el impacto del alto número de refugiados ucranios, especialmente en Europa, a la que pide “solidaridad para afrontar el desafío”. De otro, el que puede provocar en poblaciones vulnerables un alza de los precios de productos como el trigo, lo que a la larga también podría provocar nuevos flujos migratorios si no se proporcionan ayudas y se ajustan las políticas para enfrentar esta carga añadida.
“Justo cuando la economía mundial parecía salir de dos años de crisis por la pandemia de coronavirus, una guerra brutal y devastadora ha irrumpido en Europa”, ha lamentado la economista jefa de la OCDE, Laurence Boone, al presentar este miércoles la Evaluación de los impactos económicos y sociales e implicaciones políticas de la guerra en Ucrania. El documento propone responder con medidas inmediatas, como estudiar el establecimiento de un impuesto a los “beneficios caídos del cielo” de las compañías eléctricas. A más largo plazo, alienta a acelerar todos aquellos proyectos que puedan ayudar a “minimizar la dependencia de Rusia” en materia energética. En este sentido, Boone aludió específicamente a uno de los proyectos “pendientes desde hace largo tiempo”, el nuevo gasoducto entre España y Francia, MidCat.
El documento presentado este jueves en París sustituye a la tradicional revisión trimestral de las perspectivas económicas del organismo, que debería haberse realizado en estas fechas y que ha sido aparcada debido a la incertidumbre que provoca la ofensiva rusa.
A falta de más datos —y de saber si, como muchos temen, el conflicto será de larga duración o no—, la OCDE advierte ya de que “los movimientos de los precios de las materias primas y de los mercados financieros vistos desde el comienzo de la guerra podrían, si se mantienen, reducir el crecimiento del PIB global en más de un punto porcentual en el primer año, con una profunda recesión en Rusia, e impulsar la inflación global en aproximadamente 2,5 puntos porcentuales”. Ante este panorama, el secretario general de la OCDE, Mathias Cormann, ha pedido “mantener la cabeza fría” a la hora de examinar una respuesta tanto de los mercados como de los gobiernos, a los que pide “acciones sensibles tanto a corto como a largo plazo”.
El llamamiento se hace especialmente acuciante para la Unión Europea, la región más afectada por la guerra de Ucrania, sobre todo para su mercado energético, altamente dependiente de Rusia tanto en sus importaciones de crudo (un 27% lo compra al mercado ruso), como de gas natural (41%) y de combustible sólido (47%). “En estas circunstancias extremas que afronta el mercado energético europeo, recomiendo encarecidamente una mentalidad abierta a la hora de reexaminar el marco normativo, incluyendo una revaluación de la estructura y diseño de mercado para garantizar la seguridad y asequibilidad energética, mientras se mantienen los objetivos de cambio climático”, ha dicho el australiano.
Apoyándose en el plan de 10 puntos de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), la OCDE recomienda en este sentido un “apoyo fiscal bien diseñado y cuidadosamente focalizado” que permita reducir el impacto negativo de la guerra en el crecimiento con solo un “pequeño impulso a la inflación”. Algo que algunos países, especialmente los europeos, podrían financiar con la “tributación de los beneficios excepcionales” de las eléctricas que, como recordó Cormann, se espera que puedan llegar a los 200.000 millones de euros. “Hay una oportunidad de ayudar a financiar medidas temporales dirigidas y para compartir el impacto del aumento del precio de la electricidad en los hogares vulnerables mediante medidas temporales impositivas sobre los beneficios excepcionales directamente ligados al actual diseño del mercado”, señaló al respecto.
En materia alimentaria, otra fuente de preocupación debido a la fuerte dependencia de Ucrania y Rusia en materias primas como el trigo, la OCDE recomienda, más allá de aumentar la producción propia, “abstenerse de medidas proteccionistas” y proporcionar “ayuda multilateral” a los países más afectados por la falta de aprovisionamiento ruso y ucranio.
Ayudar a los refugiados ucranios, un “deber moral”
La guerra en Ucrania ha provocado ya el mayor flujo de refugiados en Europa desde la Segunda Guerra Mundial —3 millones de ucranios ya han huido de su país y la UE calcula que podrían superar los 6,5 millones—. Ofrecerles ayuda humanitaria de emergencia, pero también un alojamiento, cobertura médica y colegios para los niños, así como ayudarles a “encontrar rápidamente un trabajo para sobrevivir”, es una “obligación moral”, subrayó Boone.
Pero ello conllevará una carga económica que también habrá que repartir, advierte la OCDE. En este sentido, el informe recuerda que en la anterior crisis de refugiados, en 2015 y 2016, el organismo estimó que “el coste de procesar y acomodar a demandantes de asilo en el primer año se estimó en unos 10.000 euros por demanda”, una cifra que un estudio alemán aumentó incluso a los 12.500 euros por refugiado. “A este nivel, la entrada de 3 millones de refugiados vista hasta el momento podría resultar en un coste directo de al menos 0,25% del PIB de la Unión Europea”. El coste será “mucho mayor” en los países que reciban a los refugiados, como Polonia que, ha recordado Boone, está “haciendo mucho más sin los mismos medios” que otros países. “Un reparto de la carga y un apoyo de la UE a los países que ayudan a los refugiados permitirá proporcionar la ayuda de manera más eficiente y mantenerla durante más tiempo si fuera necesario”, ha señalado la economista jefa.
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