Si usted es cliente de Orange o MásMóvil, prepárese para cambiar de marca
La fusión entre ambas compañías provocará también despidos entre los trabajadores de ambas operadoras
La tan cacareada como anunciada fusión entre Orange y MásMóvil llenará los bolsillos de los actuales accionistas de las dos compañías (sobre todo los de los fondos de inversión y los de los directivos de MásMóvil), pero también tendrá consecuencias prácticas para millones de clientes y para algunos miles de empleados que trabajan en ambas firmas. Orange y MásMóvil son solo dos empresas, pero funcionan con 10 marcas comerciales para dar servicio a más de 30 millones de líneas, tanto de conexión a internet por banda ancha fija (más de 7 millones), como de móvil (20,2 millones) y de televisión (1,5 millones).
La fusión de ambas compañías traerá necesariamente un considerable aligeramiento del catálogo de productos y de marcas en un mercado como el español que cada vez apuesta más por la simplicidad. Consecuentemente, miles de abonados se verán obligados a cambiar de marca o serán incitados a modificar su plan de tarifas. El consuelo para ellos es que hasta dentro de al menos un año no se materializará la fusión, aunque las dos compañías pueden aprovechar ese periodo para cambiar su cartera.
Orange posee un catálogo mucho más simplificado que su socio, con tres marcas posicionadas claramente en los tres segmentos fundamentales del mercado: Orange, para clientes premium que además de internet y móvil están abonados a la televisión de pago; Jazztel, para abonados de renta media que precisan de una buena conexión de fibra y móvil y varias líneas; y Simyo, especialmente dirigida a clientes low cost que buscan sobre todo una conexión asequible. La filial de la operadora francesa ya hizo recientemente una criba importante de su oferta comercial, jubilando sus marcas Amena y República Móvil.
Más camino por delante tiene MásMóvil. Las sucesivas adquisiciones con las que se ha constituido en el cuarto operador español han añadido multitud de enseñas comerciales: MásMóvil, Yoigo, Pepephone, Lebara, Llamaya, Lycamobile, Virgin, Euskaltel, R, Telecable y Guu. La empresa dirigida por Meinrad Spenger tiene complicado adelgazar ese catálogo por variadas razones. MásMóvil es el estandarte que da nombre al grupo; Yoigo es la marca con más pedigrí publicitario, sobre todo en los clientes de solo móvil; Pepephone es el principal baluarte de la oferta low cost con un nivel de fidelidad muy importante entre el público joven; Virgin, heredado de Euskaltel, es la enseña con más crecimiento en los últimos meses debido a la promoción publicitaria; y las marcas cableras regionales (Euskaltel, R y Telecable) no pueden desaparecer debido a compromisos por motivos políticos y nacionalistas a los que se llegó cuando se aprobó la compra. Solo el resto de marcas como Lebara, Llamaya o Lycamobile, inicialmente nacidas para clientes inmigrantes, son de fácil desaparición.
Orange querrá también hacer valer su fuerte posición en la televisión de pago (690.000 abonados), segmento en el que su socio apenas tiene una presencia testimonial con su propia marca MásMóvil (un acuerdo con Agile TV), pero en el que heredó casi 800.000 clientes de la televisión de Euskaltel. La estrategia pasa por convencer a esos abonados de la cablera vasca de que pueden disponer del fútbol si se unen a Orange, que comparte con Telefónica la exclusiva de la Liga española y de la Champions.
Ajuste de empleo: tan negado como inevitable
La otra consecuencia práctica de la fusión entre Orange y MásMóvil será el ajuste laboral. Los en torno a 9.000 trabajadores que emplean ambas compañías tienen motivos para temer por su puesto de trabajo. Como suele ser tradicional en este tipo de operaciones, los protagonistas siempre afirman que las plantillas con complementarias, pero a los pocos meses de concretarse la fusión aplican un expediente de regulación de empleo (ERE) para “evitar duplicidades”. Sucedió con la compra de Ono por Vodafone, con la de Jazztel por Orange y volverá a ocurrir en esta ocasión.
El ajuste laboral puede afectar en un principio en torno a 1.000 trabajadores, poco más de 10% de una plantilla conjunta de 9.000 empleados, de los que 1.900 corresponden a MásMóvil y el resto a Orange. No obstante, el grueso de los despidos se centraría en las oficinas centrales y, afectaría en menor medida al personal de las tiendas y los call center, informaron fuentes sindicales. La operadora francesa ya cerró en junio un ERE voluntario para 400 empleados con el compromiso de no volver a aplicar un ajuste en al menos un año, pero esa cláusula estará ya vencida cuando se culmine la fusión en el segundo trimestre de 2023, por lo que tendrá las manos libres para negociar un nuevo ERE.
Por su parte, MásMóvil también se aseguró cuando adquirió Euskaltel de poder aplicar ajustes laborales. Y es que aunque el cuarto operador precisó en el folleto de adquisición que no haría un ERE en los próximos cinco años en la cabecera vasca, supeditó ese compromiso a las “variaciones derivadas de la evolución del negocio”. Más despejado tiene aún el camino para despedir a trabajadores de las filiales gallega R Cable y la asturiana Telecable, con las que simplemente pactó un acuerdo de intenciones de no ejecutar otro expediente.
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