La crisis económica agiganta los problemas electorales del peronismo en Argentina
El golpe de la pandemia sobre los indicadores espanta el voto oficialista hacia los candidatos de la oposición
El peronismo se asoma a una dura derrota electoral en las legislativas del domingo. No se trata solo de seguir lo que muestran los sondeos, siempre discutibles. Los candidatos del Gobierno al Congreso ya tuvieron un anticipo de lo que pueden esperar. Las elecciones primarias abiertas y obligatorias celebradas en septiembre supusieron un varapalo sin precedentes, con caídas en 18 de los 24 distritos del país. La pandemia ha tenido mucho que ver con ese resultado, como ha sucedido en otros países donde los gestores pagaron en las urnas el mal humor social que dejó el encierro y la parálisis económica. En Argentina, esa parálisis ha sido especialmente importante y potenció el impacto de los errores de gestión no forzados.
La economía del país sudamericano se derrumbó un 10% durante 2020, solo comparable en la región a la caída de Perú. La cifra estuvo cerca del 10,9% de 2002, cuando Argentina atravesó la mayor catástrofe económica de su historia. Este fin de año se espera una subida del 9%, producto del rebote estadístico que siguió al fin de la cuarentena. Pero la cola de problemas es enorme: la pobreza ha escalado hasta el 40%, el peso no deja de perder valor y la inflación en octubre acumulaba 41,8% desde enero y 52,1% interanual, casi tan alta como la de que dejó Mauricio Macri en 2019 (53,55%). La crisis de la covid-19 encontró a Argentina en un pésimo momento, después de dos años de caída del PIB y en cesación de pagos con sus acreedores privados y el FMI, al que ahora adeuda 44.000 millones de dólares que busca refinanciar.
Los argentinos están acostumbrados a las crisis económicas. La inflación anual del último siglo ha sido del 105% promedio, con una hiperinflación en 1989 y otra en 1991. El PIB nacional per cápita es apenas 10% más alto que en 1974. Argentina es hoy es el principal deudor del FMI y no tiene acceso al crédito, lo que ha obligado al Gobierno a imprimir dinero para financiar el déficit fiscal, incrementado por los recursos destinados a luchar contra la covid. No es el mejor escenario para ganar una elección.
La crisis le costó la reelección a Macri y castiga ahora al peronismo en esta prueba de medio término. Las expectativas no son las mejores. “En las elecciones de hace dos años se elegía presidente y la gente sabía que se venía un cambio, pero esta elección no es tan definitiva”, dice el economista y consultor Daniel Rubinstein, representante del Banco Central durante la gestión del ministro Roberto Lavagna. Por tratarse de una elección legislativa, donde se pone en juego el control oficialista del Congreso, una derrota de los candidatos del peronismo no genera expectativas de cambio sino dudas sobre la gobernabilidad. A Fernández le quedan aún dos años de gestión.
Los problemas inmediatos a resolver son mayúsculos. El dólar no oficial se vendió el viernes por arriba de los 200 (hace solo seis meses estaba en 150), el doble de la cotización oficial. Cuando la diferencia entre ambas cotizaciones es tan amplia crece el temor entre los argentinos de una inminente devaluación. Rubinstein dice que no espera una depreciación descontrolada del peso, cualquiera sea el resultado electoral, al menos hasta que no haya un acuerdo con el FMI que calme las aguas. “Devaluar cuando la inflación es del 50% necesita de mucha credibilidad y puede que incluso el FMI considere que no es una buena idea”, dice Rubinstein. “Nuestro escenario es de 60% que no se devalúa y 40% que sí se devalúa. Creemos que habrá una etapa avalada por el FMI sin maxidevaluación, pero es una cuestión que aún no está saldada”, agrega.
En cualquier caso, Argentina se enfrenta a los fantasmas de siempre, producto de problemas estructurales que la sumen en una situación de crisis perpetua. Néstor Castañeda, profesor asociado de la University College London, dice que la lógica electoral impide al país elaborar estrategias a largo plazo y eso lastra la inversión y la credibilidad del Gobierno de turno. “No hay un programa económico claro y no lo ha habido por años porque después de cada elección hay un movimiento pendular de un lado hacia el otro. Es imposible encontrar un consenso alrededor de qué es lo que se necesita hacer para mantener la estabilidad macroeconómica. Cada Gobierno hace lo opuesto del anterior o se dedica los primeros años de gestión en acabar con lo que ha heredado”, explica Castañeda. El resultado de este ida y vuelta sin fin es que cualquier gestión pierde rápidamente poder de fuego ante los problemas estructurales. “La falta de un programa”, remata Castañeda”, “no es de un lado ni del otro, todos cuando llegan al poder hacen lo mismo”. Este domingo los argentinos expondrán en las urnas, una vez más, su cansancio.
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