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Mireia Las Heras: “El teletrabajo supone una gran oportunidad para contratar a más mujeres”

La docente catalana recuerda que el empleo en remoto no es una obligación, sino una opción

La profesora del IESE Mireia las Heras, en el jardin del hotel Mimosa de Barcelona.
La profesora del IESE Mireia las Heras, en el jardin del hotel Mimosa de Barcelona.MASSIMILIANO MINOCRI (EL PAÍS)
Daniel Arribas

Mireia Las Heras (49 años, Barcelona) es profesora de Dirección de Personas en las Organizaciones en la IESE Business School de Barcelona. Su último estudio aborda los beneficios de instaurar un modelo de teletrabajo mixto, en el que la presencialidad se reduzca a tres días por semana. Con un chorro de voz que desprende entusiasmo al otro lado del teléfono, Las Heras afirma que la tendencia actual invita a buscar una “customización” de la vida laboral. Una realidad que permita a cada persona conciliar su empleo y su vida personal.

Pregunta. ¿Cómo puede influir el teletrabajo en el estado de ánimo?

Respuesta. El abanico es muy grande. Cuando el teletrabajo es parcial, de uno a tres días en remoto, el impacto sobre el estado emocional es muy positivo: menos estrés por tráfico, menos riesgos de sobrecarga cognitiva... Ahora bien, cuando excedemos ese punto y trabajamos lejos de la oficina más del 70% del tiempo, sufrimos los efectos negativos: desconexión laboral, falta de sociabilidad, soledad, depresión...

P. ¿Cómo se llega a ese punto?

R. Llevamos mucho tiempo creando sociedades que son islas. Hay una falta de relaciones, de cohesión y de interés por lo ajeno muy clara. Esto se agrava en los tiempos que vivimos, y más aún con todo lo que vivimos en la pandemia. Cuando el teletrabajo es absoluto y desde casa, los efectos nocivos son múltiples. La dificultad para definir los espacios, los horarios y las tareas es enorme. Y nuestras relaciones empeoran.

P. ¿Existe el miedo a la soledad laboral?

R. Yo creo que es más bien al revés. Si te sientes solo, siempre vas a tener el derecho a pedir la vuelta a la oficina. El teletrabajo no es ni mucho menos una obligación, sino una opción. Y creo que hay muchas ganas de incluirlo a nuestra vida.

P. ¿Hay diferencias entre hombres y mujeres?

R. Sí. Las mujeres tienen más interés por trabajar en remoto, a poder ser entre tres y cuatro días. Los hombres, en cambio, son partidarios de teletrabajar menos: uno o dos días.

P. ¿Por qué?

R. Pienso que puede deberse a que todavía estamos en una sociedad en la que las mujeres tienen más carga doméstica e invierten más tiempo con los hijos. También a que los hombres son más propensos a entablar amistades dentro del trabajo.

P. ¿Y entre rangos de edad?

R. Ahí tenemos muy pocas diferencias, que es algo que a mí me sorprende muchísimo. Tenemos tendencias que convergen. No es tan distinto cómo ve el teletrabajo una persona joven y una cercana a la jubilación.

P. ¿Es ese uno de los puntos fuertes del trabajo en remoto?

R. Sí, pero hay muchos. Por ejemplo, uno del que no se habla mucho es la posibilidad de flexibilizar el tiempo. Qué más da que coincidan los horarios y que todos lo queramos todo al mismo tiempo. Con el teletrabajo podemos reducir muchísimo la congestión de los servicios.

P. ¿Otro ejemplo?

R. Supone una gran oportunidad para contratar a más mujeres. Atender únicamente al rendimiento debería ser una de las consecuencias del teletrabajo. Que se evalúe a cada uno por su aportación y no por quién es o por el tiempo que trabaja. También debería aumentar la contratación de personas discapacitadas, porque dejan de ser necesarios los espacios adaptados.

P. En cualquier caso, no todo el mundo quiere trabajar desde casa ni lo quiere hacer todo el tiempo.

R. Cada uno tiene su propia configuración personal. Es muy distinto tener una casa grande y con luz natural a tener una pequeña y ruidosa. Pero es que luego influyen muchas cosas: la cercanía al trabajo, los hijos que tengo y la edad que tienen, las personas mayores a mi cargo... Cuando nos compramos unas zapatillas, elegimos talla y podemos personalizarlas. No tiene sentido pensar que vamos a tener una talla de teletrabajo que nos vaya bien a todos. Tenemos que ir hacia la customización de las condiciones laborales.

P. ¿Hay relación entre presencialidad y eficacia?

R. Sí, y muy negativa. En España pasamos muchísimas horas en el trabajo y siempre estamos en las últimas posiciones de rendimiento. Yo siempre pongo el mismo ejemplo: tu ritmo no es el mismo en una carrera de 100 metros y en un maratón, ¿verdad? Pues esto es igual. Trabajando desde casa no se te miden las horas, sino lo que produces. Cuando quieres terminar antes, tu productividad aumenta.

P. ¿El teletrabajo cambia las jerarquías?

R. Totalmente. Cuando se trabaja en remoto, los roles tienen menos importancia. Es otra de las grandes ventajas. Se pasa de una jerarquía piramidal a una más horizontal, basada en el apoyo y el conocimiento; algo mucho más adaptado a la realidad actual.

P. ¿Y cómo influye a las entrevistas de trabajo?

R. Bueno, yo es que pienso que deberían desaparecer. Es el método menos efectivo de contratar a alguien. Lo que recoges son percepciones, sentimientos y química con la otra persona, en lugar de aptitudes y competencias. Como política de contratación está fuera de cualquier realidad. Ahora bien, es lo más fácil y se seguirá haciendo, estoy segura. En España somos muy inmovilistas para estas cosas. Si siempre se ha hecho algo, nos parece lo adecuado. Los entornos cambian y no acabamos de verlo.

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Sobre la firma

Daniel Arribas
Es periodista en EL PAÍS desde 2021. Ha publicado reportajes en la sección de Madrid y en las páginas de fin de semana. Ahora es redactor de Deportes, donde cubre competiciones de baloncesto, tenis, ciclismo y otras disciplinas. Antes trabajó en El Mundo y Ogilvy.

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