Consejos para usar mejor la tarjeta bancaria
El dinero de plástico se ha convertido en una herramienta indispensable, pero conviene saber sus costes y comisiones
Si ya era difícil vivir sin dinero de plástico antes de la pandemia, ahora se antoja imposible. El año pasado solo en España se realizaron 4.735 millones de operaciones con tarjetas de crédito por importe de 160.551 millones de euros (unas 100 por habitante y año). En el primer trimestre de este 2021 el número de transacciones ha crecido un 15%, según el último boletín del Banco de España. La tendencia es conocida: aumentan las compraventas en comercios y por internet, y caen en picado las retiradas de efectivo en los cajeros. Cajeros que, por cierto, cada día son más escasos: por primera vez en cuatro años bajan de 50.000 unidades instaladas, al ritmo del cierre de muchas oficinas bancarias.
Es el signo de los tiempos: los españoles llevan en el bolsillo 86 millones de tarjetas de crédito o débito, casi 10 millones más de las que había en 2016 (y aquí se incluyen las tarjetas vinculadas a teléfonos móviles). Su número creciente ha provocado una paulatina caída de las comisiones medias que abonan los comercios a la banca por admitir el pago electrónico, pero del lado de los usuarios hay una red cada vez más tupida de productos con sus cargas correspondientes: comisiones por emisión, renovación y tenencia de tarjetas, por pagos en el extranjero, por retirada de efectivo o por otros servicios que pueden incluir, por ejemplo, una simple consulta de saldo. Eso sin contar los elevados intereses cuando hay un descubierto, que rondan en un gran número de casos el 20% TAE por pagos aplazados.
En España hay 86 millones de tarjetas de crédito o débito emitidas
Lo primero que hay que tener claro a la hora de contratar una tarjeta es, como recuerda la OCU, saber para qué la queremos. Si se contrata una nueva tarjeta puede que se vayan a dejar de utilizar otras, así que lo mejor es cancelarlas para no encontrarnos con sorpresas más adelante. Existen tarjetas bancarias, no bancarias (que suelen utilizarse, por ejemplo, en determinados comercios, franquicias o grandes almacenes) y de fidelización (por ejemplo, las que emiten las aerolíneas para acumular puntos canjeables).
Entre las bancarias, Helpmycash recuerda que hay varios tipos según lo que busca el cliente: de crédito, débito o prepago. Las últimas pueden ser de utilidad porque son recargables y no están asociadas a una cuenta bancaria, “lo que las convierte en opciones muy seguras para comprar, por ejemplo, por internet”, señalan en la plataforma. Aunque no todas permiten pagar suscripciones periódicas, como pueden ser las de las plataformas de cine y series o música. También son muy útiles en viajes, sobre todo ante la eventualidad de sufrir un robo. En ese caso hay que asegurarse de que se podrán hacer recargas en el extranjero.
Entre las bancarias también están las revolving, tarjetas de crédito en las que se ha elegido la modalidad de pago flexible y que tanta polémica han levantado por el cobro de intereses considerados abusivos por el Tribunal Supremo.
Ojo con el saldo
Sería imposible condensar aquí el abanico de comisiones que conllevan estos productos. Lo más habitual es que las entidades cobren un fijo en el momento de la emisión, que se renueva cada año o de manera semestral, según las entidades. Las comisiones también están vinculadas a los duplicados, a traspasos de saldo de la cuenta asociada a la de saldo en una tarjeta monedero y pueden aparecer incluso por pedir extractos especiales o activar pagos a través de teléfonos móviles o dispositivos similares. En el caso de las tarjetas de crédito, utilizar el saldo tiene las mismas consecuencias que disponer de cualquier otra modalidad de financiación: hay que devolver el dinero en un plazo determinado, con intereses. Muchas enganchan al consumidor con ventajas, como pueden ser cheques regalo, devolución de un porcentaje del dinero gastado en estaciones de servicio, financiación a varios meses sin pago de intereses, retirada de efectivo en cualquier cajero sin coste o ventajas para ciertos colectivos, como las tarjetas exclusivas para autónomos. Pero la letra pequeña siempre está ahí y conviene pararse unos minutos. Por ejemplo, en los casos en que el mantenimiento es gratuito los primeros 12 meses, o para conocer los límites de pago que impone la entidad en cada producto.
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