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El turismo de Baleares ve la luz al final del túnel

Mallorca se prepara para la llegada de visitantes del Reino Unido con cierto temor tras el megabrote surgido en los viajes de estudios de jóvenes de la Península

Punta Ballena, en Magaluf, una de las zonas preferidas de Mallorca por británicos, este viernes.
Punta Ballena, en Magaluf, una de las zonas preferidas de Mallorca por británicos, este viernes.CATI CLADERA (EFE)

Tres mujeres hablan a las puertas de un local de souvenirs en la avenida Magaluf de Calvià, en Mallorca. Intercambian opiniones sobre la inminente llegada de turistas británicos a Baleares y sobre las últimas noticias del megabrote surgido en la isla que ha infectado a más de 600 estudiantes de varias comunidades autónomas. El día está tranquilo en el epicentro del turismo británico en la isla, hay pocos viandantes, la playa semivacía y una hilera enorme de locales de copas y pubs con rótulos en inglés cerrados. Todos esperan despertar del letargo el próximo 1 de julio, cuando los turistas británicos tendrán luz verde para viajar a las islas sin someterse a una cuarentena a su regreso después de que el Gobierno de Reino Unido incluyera el archipiélago en su lista de destinos seguros.

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“Lo vemos bien, pero con un poco de miedo porque aquí no tienen que presentar ninguna prueba y se habla mucho de la variante india”, dice Daisy, que atiende en un estanco en la avenida Magaluf. Cree que la llegada de los turistas va a cambiar la perspectiva del negocio “porque hasta ahora es un desastre” y le permitirá mejorar las ventas. En el local de al lado se ubica Plus Sport, una tienda de ropa deportiva que regenta Juana, que no se termina de creer de qué forma puede cambiar el panorama: “Todo dependerá de las condiciones en las que vengan y el ánimo que traigan. Que lleguen con dinero y dispuestos a gastarse un poco, porque el año pasado fue catastrófico”, subraya.

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La mayoría de la planta hotelera de la zona está cerrada o funcionando a medio gas. El director general de Garden Hotels, Gabriel Llobera, espera que la luz verde del semáforo británico sirva para dar el espaldarazo final a la temporada turística. “No sé lo que puede hacer el Reino Unido en el futuro, pero nosotros esperamos que esto valga para tener una temporada lo más parecida posible a las de antes”, señala. Su cadena tiene establecimientos en varias áreas de turismo inglés de Mallorca como Alcúdia, Cala Rajada o Playa de Muro. También en Ibiza y Menorca. Dos de los hoteles permanecen cerrados a la espera de ver cómo evoluciona la situación mientras que otro abrirá el 1 de julio gracias al anuncio de Boris Johnson. En los últimos días han pasado de una venta diaria de 10 estancias a tener 231 reservas para los primeros días del mes que viene en apenas unas horas.

La Federación Hotelera de Mallorca cree que la apertura de hoteles continuará en todas las zonas de turismo británico y los trabajadores se irán incorporando a sus puestos de trabajo. Su presidenta, María José Aguiló, está satisfecha, pero insiste en la necesidad de mantener las condiciones de seguridad y reclama al Gobierno central que obligue a los viajeros provenientes del país a presentar prueba negativa de coronavirus, algo que ahora no se les exige. Una petición a la que también se ha sumado el Gobierno de Baleares, que ya lo ha solicitado al Ejecutivo de Pedro Sánchez.

Reservas disparadas un 3.000%

Los primeros vuelos llegarán en julio. El turoperador TUI prevé retomar sus operaciones en las tres islas durante la primera semana de ese mes. “Esa semana iniciaremos las operaciones en Mallorca, Menorca e Ibiza. Hay una demanda muy fuerte de viajes a Baleares”, explica Ian Livesey, responsable del turoperador para España y Portugal. De la misma forma, Jet2 informó este viernes de que apenas 24 horas después de la inclusión de Baleares en la lista verde del Reino Unido las reservas hacia el archipiélago para julio se habían incrementado un 3.000%.

Mientras tanto, muchos en Magaluf esperan que no se repitan imágenes como las de los últimos días en la zona del Arenal de Llucmajor con los viajes de fin de curso de jóvenes procedentes de la Península. El encargado de un pub británico, que prefiere no dar su nombre, espera mano dura de la policía para detener las actitudes incívicas. “Llevo 30 años trabajando con este tipo de turismo, pero buena parte de culpa es nuestra por permitir ciertas cosas”, asegura. En el cercano restaurante Wellcome, Carmen sirve café a unas clientas. “Para nosotros la llegada de los británicos es ver la luz al final del túnel. Tenemos miedo de que después el Gobierno británico se eche atrás, esperemos que no ocurra”, concluye esta camarera.

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