¿Vuelve la inflación?
Los próximos meses serán clave para comprobar si el escenario de recuperación y normalización gradual de la inflación que muchos compartimos se confirma sin excesivos vaivenes
Tras muchos años desaparecida del mapa como fuente de preocupación, la inquietud por la inflación ha resurgido desde que se asentaron los primeros brotes verdes de la recuperación. En abril se produjo un repunte muy fuerte del IPC en EE UU (en 1,5 puntos porcentuales hasta el 4,2%) y en varios países avanzados hay indicadores que apuntan en la misma dirección. Si continuara la aceleración de precios y se hiciese más permanente, podría obligar a la Reserva Federal americana a elevar sus tipos de interés antes de lo previsto, pudiendo frenar la recuperación, generar dudas sobre los niveles de deuda (que han crecido mucho con la pandemia) y ocasionar tensiones en países emergentes.
¿Qué está detrás de este repunte? Varios factores se entrecruzan, algunos más temporales que otros. Por un lado, el colapso de la demanda en la primera mitad de 2020 llevó a una fuerte bajada de la inflación, sobre todo en EE UU. Este efecto base puede explicar siete décimas del aumento de la inflación americana y desaparecerá gradualmente a partir de junio. La recuperación de la demanda a niveles históricos “normales” tras el shock de la covid-19 justificaría cuatro décimas más, con lo que solamente un tercio de los 1,5 puntos de aceleración mencionados se debería a una auténtica sorpresa de inflación.
Ahí es donde entran las restricciones de oferta durante la pandemia, los cuellos de botella en la producción de ciertos bienes intermedios clave —como semiconductores y algunas materias primas— que en principio deberían desaparecer una vez las economías se reajusten tras el shock pandémico. Aunque también pueden reflejar presiones excesivas de demanda en algunos sectores —cambio de patrones de gasto desde servicios hasta bienes de consumo, salida del exceso de ahorro forzoso durante la pandemia— que pueden ser algo más persistentes. Aun así, el aumento de precios no ha sido generalizado y, de momento, no se ha trasladado a las expectativas de inflación de los agentes.
Sí existe un factor que puede aumentar la demanda agregada de manera brusca y más permanente, lo que más preocupa de cara a un impacto inflacionista: el fortísimo impulso fiscal en EE UU, en buena parte concentrado en el corto plazo, y que se une a la persistencia de los cuellos de botella, al efecto rebote tras las vacunaciones y a la reapertura económica. Las autoridades monetarias, tanto en EE UU como en Europa (donde la amenaza es mucho menor), no parecen estar de momento excesivamente preocupadas, ya que no quieren cometer los errores de la pasada década de salidas en falso de la crisis. Los próximos meses serán clave para comprobar si el escenario de recuperación y normalización gradual de la inflación que muchos compartimos se confirma sin excesivos vaivenes.
Miguel Jiménez González-Anleo y Agustín García Serrador, de BBVA Research.
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