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Alimentos españoles para los nostálgicos

La catalana Expat Market, creada durante el confinamiento de 2020, vende comida tradicional a los nacionales que viven fuera

Nadia Calbo, fundadora de Expat Market.
Nadia Calbo, fundadora de Expat Market.

En 2020 casi tres millones de españoles vivían en el extranjero y de ellos en torno a un millón residían entre el Reino Unido y Francia, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Esta población suele sentir morriña por las marcas de alimentación tradicionales españolas, difíciles de encontrar fuera. Esta realidad fue el punto de partida de Nadia Calbo, fundadora de Expat Market, la empresa que ha hecho posible que estas marcas lleguen hasta el hogar de muchos expatriados. “Cuando vivía y trabajaba en París, era habitual reunirme con amigos cuando recibían algún paquete con alimentos españoles. Recuerdo la fiesta que montamos alrededor de un caldo de pollo”, comenta con cariño. Un hecho que se ha convertido en el eje de su empresa, que montó en la capital francesa durante el confinamiento tras encontrarse inmersa en un ERTE, pagando un alquiler muy caro y sin nada que hacer.

Sus comienzos fueron un tanto rudimentarios. Llamadas a teléfonos de atención al cliente de las empresas y la búsqueda de contactos a través de redes sociales fueron sus primeros movimientos. “No sé todavía cómo me hicieron caso, yo no era nadie. Le debo mucho al director comercial de Albo (marca de conservas), que fue mi mentor. Me atendió y explicó lo que podía hacer”, recuerda Calbo.

Una puerta que se abrió y que dio paso a los 35 proveedores y más de 100 marcas con las que hoy cuenta Expat Market, con productos tan variados como pipas de girasol, caldo en brick, especias, embutidos, conservas, leche o tomate frito, con el aceite de oliva como el alimento más vendido.

Tiene más de 5.000 clientes, en general con una edad media de entre 25 y 45 años, que se reparten sobre todo entre el Reino Unido, Francia y Alemania, aunque sus productos llegan a más de 20 países europeos, entre los que se encuentran la República Checa, Hungría o Finlandia. Los pedidos pueden tardar entre dos y siete días, según el país, pero llegan a cualquier lugar por remoto que sea, dice Calbo. “De hecho, durante el confinamiento llevamos un lote a una remota aldea inglesa, a la que los supermercados locales no llegaban”, añade.

Expediciones que conllevan gastos de envío según el pedido y el destino y que en los países más cercanos pueden oscilar entre 7,90 y 10,90 euros, y que pueden llegar a los 33,90 en Suiza. Los envíos suponen “un desafío por los miles de kilómetros que recorren”, comenta la fundadora. Tras recepcionar los productos en la nave de Barcelona y montar el paquete “con todo el cariño”, los trasladan a la aduana. “Entonces ves cómo pasan por manos distintas y por cintas transportadoras que, a veces, los tumban. Me duele verlo”, sonríe. Una parte poco amable del negocio, que tuvo su momento álgido en el Reino Unido durante el Brexit, en Navidad, cuando las largas colas de transportistas colapsaron la frontera, que supuso importantes retrasos en las entregas. “Para agilizar entregas, hemos tenido que rehacer la oferta en este país y sacar productos como lácteos, embutidos o leche que ahora deben pasar un control, para lo que solo existen tres puntos”, subraya esta emprendedora de 25 años.

El negocio cuenta con siete empleados, la fundadora y tres operarios en el almacén más otros tres para atención al cliente repartidos por Europa. Con apenas un año de vida ha hecho una caja de 267.555 euros en 2020, con más de 54.000 euros de beneficio. Una cifra que crece en 2021, con casi 183.000 euros de facturación en lo que va de año. Los datos animan a Calbo a ampliar marcas y productos en el Reino Unido y a lanzarse a la aventura de cruzar el océano en 2022 para llegar a Estados Unidos o Canadá.

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