Los exportadores de crudo apuestan por un aumento de la demanda y reabren el grifo de la oferta
EE UU había urgido a Arabia Saudí a mantener el petróleo en niveles “asequibles” para evitar poner en jaque la recuperación económica
Si nada se tuerce y el calendario de vacunación sigue su curso sin grandes contratiempos, las economías avanzadas rebotarán con fuerza en la segunda mitad del año e impulsarán la demanda global del petróleo. Por eso apuestan los países exportadores de crudo, que este jueves han acordado incrementar en 1,14 millones el número de barriles que ponen cada día en el mercado internacional. Pese al aumento de la oferta, el crudo brent, la referencia europea, subía un 3% tras el anuncio.
El aumento es ligeramente inferior a lo que consume un país como España cada día y será gradual: 350.000 barriles diarios más en mayo y en junio, y otros 441.000 en julio. Para entonces, la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y sus socios externos encabezados por Rusia esperan que tanto Estados Unidos como Europa —junto con China los dos consumidores de crudo por excelencia— el rebote económico haya echado raíces y que los tijeretazos aplicados en los últimos meses sobre la oferta para contener la sangría de precios sean menos necesarios que en la fase más aguda de la crisis del coronavirus.
Cambio de guion
La reapertura del grifo petrolero supone un cambio de guion respecto a los últimos movimientos del cartel de países petroleros. En marzo, la OPEP ampliada u OPEP+, de la que dependen el 60% de la producción mundial de crudo, optó por dejar intacta la oferta salvo en dos países del club, Rusia —que lleva tiempo abogando por elevar los límites de producción— y Kazajistán, a los que se permitió aflojar ligeramente en las restricciones. “Lo que hemos hecho hoy es, creo, una medida muy conservadora”, ha subrayado el ministro de Energía saudí, Abdulaziz Bin Salmán, en una conferencia de prensa celebrada poco después del anuncio de este jueves.
Pese a la reapertura gradual del grifo de la demanda, el nivel actual de bombeo sigue casi siete millones de barriles por debajo de lo que colocaría en el mercado sin las trabas autoimpuestas para evitar un descalabro en los precios como el vivido en abril del año pasado, cuando el brent se fue por debajo de los 20 dólares por barril y el texas estadounidense llegó a cotizar en negativo. Hoy, el precio del crudo está de nuevo en niveles prepandemia, una recuperación que hubiera sido imposible sin la acción decidida de los exportadores. En mayo de 2020, cuando la OPEP+ acordó el mayor recorte de oferta de la historia, la reducción de los bombeos rozó los diez millones de barriles diarios para compensar el desplome —también sin precedentes— en el consumo de combustibles provocado por los confinamientos estrictos.
Con todo, el incremento en la oferta mundial de petróleo será mayor del pactado en el seno del cartel. Tras el anuncio del grupo, el mayor exportador del mundo y líder indiscutible de la OPEP, Arabia Saudí, ha anunciado que volverá a inyectar de nuevo al mercado el millón de barriles diarios que en febrero decidió dejar de bombear de forma involuntaria y que incorporó a los ya de por sí drásticos recortes del cartel. Lo hará, también, en tres fases: mayo, junio y julio. Para entonces, la oferta global sumará otros 2,14 millones de barriles de crudo cada día —casi tanto como lo que consume un país del tamaño y la riqueza de Alemania—: los 1,14 millones que introducirá de nuevo el grupo en su conjunto y el millón que Riad retiró unilateralmente.
La influencia de Washington en la decisión
La resolución de la OPEP+ y del Reino del Desierto llega poco después de que la nueva Administración estadounidense, liderada por el demócrata Joe Biden, llamase a las autoridades saudíes a mantener el petróleo en un nivel de precios no demasiado alto para evitar en jaque la recuperación económica. “Hemos reafirmado la importancia de la cooperación internacional para asegurarnos de que los consumidores disponen de fuentes de energía asequibles y confiables”, apuntó en Twitter la flamante secretaria de Energía, Jennifer Granholm, tras una llamada telefónica con su homólogo saudí.
Desde 2015, EE UU es el primer productor mundial de petróleo, pero la mayor parte de su producción es para consumo interno y su impacto sobre la cotización internacional de esta materia prima es menor. Cualquier movimiento de Arabia Saudí, por el contrario, tiene un impacto directo e inmediato en los mercados.
La llamada entre los responsables de la política energética estadounidense y saudí se dio a conocer justo coincidiendo con un cambio de tono en las conversaciones entre los delegados de la OPEP+, que hasta hace pocos días apuntaban al mantenimiento de los recortes como el escenario más probable. Pero ya en las 24 horas anteriores al inicio de la reunión de este jueves los representantes de los países en el cartel empezaron a dejar caer que un aumento empezaba a tomar fuerza.
La influencia de EE UU sobre Arabia Saudí, su gran aliado tradicional en Oriente Medio, dista mucho de ser una novedad. En los últimos tiempos, el predecesor de Biden, el republicano Donald Trump, ya ha usado en varias ocasiones la táctica de la persuasión para tratar de que Riad se ciñese a sus objetivos: cuando el precio del crudo subía, pedía al Reino del Desierto que aumentase la producción; cuando los precios se desplomaban y ponían en riesgo la viabilidad financiera de los productores estadounidenses de fracking, como la primavera pasada, urgía a recortar drásticamente los bombeos. Hasta ahora, la Administración Biden había evitado esta aproximación, procurando una distancia mayor y elevando el tono contra los numerosos desmanes de las autoridades saudíes. Hasta hoy.
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