La decadencia de la demonización republicana
Los conservadores de Estados Unidos ya no saben cómo tomar decisiones difíciles, negociar los acuerdos o conseguir que las cosas se hagan
El plan de ayudas por valor de 1,9 billones de dólares presentado por el presidente Joe Biden, denominado Plan de Rescate Estadounidense (ARP, por sus siglas en inglés), ya se ha convertido en ley. Sin embargo, se trata tan solo de una medida a corto plazo, diseñada principalmente para hacer frente a la pandemia de covid-19 y sus consecuencias inmediatas. Las medidas a largo plazo —que se prevé que combinarán cuantiosos gastos en infraestructuras con un aumento de los impuestos a los ricos— todavía se están formulando. Todos opinan que convertir en ley estos últimos será mucho más difícil que aprobar el ARP. Pero ¿qué pasaría si estuviesen equivocados?
Casi todos los analistas a los que sigo afirmaron, prácticamente hasta el último momento, que 1,9 billones era la cantidad inicial para el plan, y que la factura final sería muy inferior. Sin embargo, los demócratas se mantuvieron unidos e hicieron casi todo lo que habían prometido. ¿Cómo lo han conseguido? Buena parte de los análisis posteriores a la aprobación del plan de estímulo destacan las lecciones aprendidas por los demócratas durante los años de Obama, cuando la moderación de las políticas en un intento de conseguir el respaldo de ambos partidos no sirvió sino para que la recuperación económica resultase más débil de lo necesario. En el otro bando también se ha producido un cambio, a saber, que a los republicanos ya no les resulta tan fácil demonizar las políticas progresistas.
Fíjense en que he dicho “políticas”. Ciertamente, la demonización abunda. Muchísimos votantes republicanos creen que Biden solo es presidente gracias al fraude electoral invisible. Pero el Partido Republicano ha fracasado en su intento de convencer a los votantes de que los planes de gasto y fiscalidad de Biden les perjudicarán.
De hecho, las encuestas son tan favorables al plan de rescate que, quienes recordamos los debates políticos en tiempos de Obama nos parecen casi surrealistas: alrededor de tres cuartas partes de los votantes, incluida una mayoría de republicanos, apoyan el plan. En cambio, en 2009 solo una ligera mayoría del electorado respaldó el estímulo económico de Barack Obama, a pesar de que los índices de popularidad del presidente seguían siendo muy altos.
¿A qué se debe la diferencia? En parte, sin duda, a que esta vez los políticos republicanos han dedicado una cantidad inusualmente baja de energía a criticar las políticas de Biden. ¿Qué ha sido de las espeluznantes advertencias sobre la inflación desbocada y la depreciación de la moneda, por no mencionar los “comités de la muerte”? (Al parecer, ahora mismo la preocupación por la inflación procede sobre todo de algunos economistas de tendencia demócrata).
Es verdad que, de vez en cuando, algún legislador republicano murmura uno de sus lemas: “políticas de izquierda destructoras de puestos de trabajo”, “descalabro presupuestario”, “socialismo”. Pero no se ha hecho un esfuerzo concertado para transmitir ese mensaje. De hecho, se ha formulado tan poca crítica política partidista que casi un tercio de las bases republicanas creen que su partido apoya el plan, a pesar de que este no ha recibido un solo voto republicano en el Congreso.
Pero ¿por qué esta somnolencia? A lo mejor los republicanos se dan cuenta de que un intento de retomar las críticas formuladas en la época de Obama pondría al descubierto su historial de hipocresía: tras declarar en época de Obama que el déficit es una amenaza existencial, y luego olvidarse del tema en el mismo instante en el que Donald Trump accedió a la presidencia, es difícil dar otro giro de 180 grados.
También es posible que se sientan cohibidos por el absoluto fracaso de sus predicciones anteriores, ya sea la de la inflación con Obama o la de que la rebaja fiscal de Trump daría lugar a un enorme auge de las inversiones, a pesar de que, en el pasado, los hechos inoportunos no parecieron suponerles mucho problema. A un nivel más profundo, quizá los republicanos simplemente hayan perdido la capacidad de tomarse la política en serio.
Jonathan Cohn, autor de The Ten Year War: Obamacare and the Unfinished Crusade for Universal Coverage (La guerra de los 10 años: el Obamacare y la cruzada inconclusa por la cobertura universal), sostiene que la razón principal por la que Trump no revocó la Ley de Cuidado de Salud Asequible es que los republicanos han olvidado en gran medida cómo gobernar. Ya no saben cómo tomar decisiones difíciles, negociar los acuerdos necesarios para construir alianzas y conseguir que las cosas se hagan.
A mi modo de ver, esa misma pérdida de seriedad ha inhibido su capacidad de responder eficazmente al plan de rescate de Biden. Los republicanos han sido incapaces de reflexionar con seriedad para establecer una línea de ataque verosímil. De modo que mientras los demócratas aprobaban deducciones fiscales que reducirán la pobreza infantil casi a la mitad y subsidios que harán más asequibles los seguros de salud, los republicanos se centraban en suprimir la cultura y al Dr. Seuss.
Y de cara al futuro, ¿por qué vamos a esperar que el Partido Republicano haga una oposición mejor a las iniciativas estructurales de Biden? Tengamos en cuenta que tanto el gasto en infraestructuras como la subida de impuestos a los ricos son muy populares. Parece que entre los demócratas hay unidad al menos en torno a los principios de un plan fiscal y de inversiones, y que hoy muestran una considerable capacidad de transformar estos principios en legislación de hecho.
Para obstaculizar este empuje, a los republicanos se les tendría que ocurrir algo distinto a las denuncias trilladas de que los socialistas destruyen puestos de trabajo. ¿Lo conseguirán? Probablemente no. En resumen, las perspectivas de que se apruebe un proyecto de ley sobre gasto y fiscalidad son muy buenas, porque los demócratas saben lo que quieren conseguir y están dispuestos a poner manos a la obra, mientras que los republicanos no.
Paul Krugman es premio Nobel de Economía. © The New York Times, 2021. Traducción de News Clips.
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