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África traza su hoja de ruta para la recuperación

Expertos y políticos creen que el futuro del continente pasa por la industrialización y la transformación digital

Hilera de lechugas en un invernadero hidropónico en Pretoria (Sudáfrica).
Hilera de lechugas en un invernadero hidropónico en Pretoria (Sudáfrica).Martin Harvey

Aunque la propagación de la covid-19 en África es más limitada que en otros territorios, la economía del continente no ha sido inmune al virus. En su ruta a la recuperación, la región pone sobre la mesa la revisión de la deuda externa, la industrialización, la diversificación de las economías y la transformación digital, entre otros aspectos. “El final de la pandemia y la recuperación de la economía global puede convertirse en un espejismo si no incluye a África”, según el secretario general de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), Ángel Gurría, en la última y reciente edición del foro económico sobre este territorio.

El PIB del África subsahariana se contrajo un 2,6% en 2020, según los últimos datos del FMI, y al menos 41 países africanos entraron en recesión a raíz de la situación sanitaria, frente a los 11 que lo hicieron durante la crisis de 2008. La pandemia ha empeorado una situación previa en la que, entre 2010 y 2018, los ingresos per cápita ya se habían reducido considerablemente y África hace frente a esta crisis con menos recursos financieros que la anterior.

Las remesas cayeron un 9% y los ahorros per cápita, un 18%, en 2020. “Y la inversión directa extranjera, un impactante 40%”, asegura Gurría. “Cuando tienes una caída del 40%, la ayuda oficial al desarrollo de los socios no será suficiente”, añade el secretario general de la OCDE. Un año después de la irrupción del virus, 30 millones de personas adicionales están en riesgo de caer en la pobreza extrema. “Para todos los países africanos, los esfuerzos nacionales no serán suficientes para frenar el impacto de la crisis ni para la recuperación y el crecimiento”, dijo en el evento Macky Sall, primer ministro de Senegal, que presidirá la Unión Africana el año próximo. Sall recordó que los países del continente necesitan más recursos financieros y pidió una “reducción considerable” de la deuda.

El político senegalés señaló que la cuantía, 360 millones de dólares, representa solo el 2% del volumen global de deuda. A raíz de la pandemia, el G20 puso en marcha una moratoria, que, a pesar de ir en la buena dirección, es insuficiente. “Por lo que me gustaría ver una extensión durante 2021”. La OCDE incluye en sus comentarios finales, además, la reestructuración de la misma y, en algunos casos, su cancelación total. También hizo hincapié en este aspecto el economista francés Jean Hervé Lorenzi, que plantea una extensión de la prórroga hasta que se recuperen los niveles de crecimiento anteriores sumados al potencial perdido por la crisis. “Es legítimo”, dijo.

Otra de las vías para la recuperación es la necesidad de plantear maneras más eficaces de movilizar los recursos internos. Los ingresos por fiscalidad entre 2010 y 2014 se estancaron en un 16,8%, frente al 22,8% de Latinoamérica o el 34,2% de los países de la OCDE. Gurría explicó durante el foro que no aspiran a alcanzar el porcentaje más alto de manera inmediata, pero que hay margen de mejora. “Se necesitan mayores esfuerzos para encarar los flujos financieros ilícitos”, añadió.

El mandatario senegalés también hizo alusión a estos flujos que, dijo, cuestan a África más de 100 millones de dólares al año. Sostuvo, más allá de la situación derivada de la covid, la necesidad de revisar las políticas de tributación internacionales y los códigos mineros y petroleros y la lucha contra la evasión fiscal.

La receta para la recuperación incluye otros ingredientes importantes como la diversificación de las economías africanas. “Esto las hará más resilientes, productivas, menos dependientes del mercado global de materias primas”, según Gurría. La autosuficiencia del continente en este aspecto fue algo en lo que incidió el presidente de Madagascar, Andry Rajoelina, que habló de la necesidad de construir un modelo “menos dependiente de países extranjeros”.

Pieza clave

Otra de las palabras que se repitieron a lo largo del debate fue industrialización. “Necesitamos industrializarnos. Necesitamos crear empleos”, opina Arkebe Oqubay, asesor especial del primer ministro etíope. “Solo cuando desarrollemos capacidad de producción, podremos alcanzar un crecimiento sostenible”. Industria, sí, pero no a cualquier precio. Oqubay recuerda que África no puede repetir los errores de los países desarrollados o las economías emergentes en el siglo XX y defendió un desarrollo neutro en carbono.

Prácticamente todos los participantes en el evento evidenciaron la oportunidad que supone la digitalización en una nueva era de desarrollo. “La pandemia nos ha permitido entender la importancia de la digitalización y la estableceremos en todos nuestros servicios públicos”, dijo Rajoelina. “Es una ventaja importante para asegurar la diversificación de la competitividad y la creación de empleos de calidad, particularmente para los jóvenes”, señaló Moussa Faki, presidente de la Comisión de la Unión Africana. La transformación digital también está en la agenda de Togo, cuya primera ministra, Victoire Tomégah-Dogbé, quiso resaltar, además, la importancia de la juventud como uno de los principales motores de desarrollo.

El Acuerdo de Libre Comercio Africano (AfCFTA, por sus siglas en inglés) se ha mostrado como un marco de esperanza con un papel relevante en la recuperación. Para la primera ministra de Togo, por ejemplo, esta medida puede fomentar “un cambio radical en el sector agrícola, que es la fuente de ingresos para tantos”, en un momento en el que se ha visto la fragilidad de las cadenas de suministros globales.

Cristina Gallach, secretaria de Estado española de Asuntos Exteriores y para Iberoamérica y el Caribe, señaló su relevancia en la Agenda 2063, el plan de acción trazado por la Unión Africana para un desarrollo socioeconómico sostenible. “Será la estrategia que produzca los empleos para los millones de jóvenes africanos que llegan al mercado laboral cada año. No hay dudas, hará África más fuerte”, dijo.

Se trata de un proyecto prometedor y positivo, pero solo es el punto de partida. Esta fue la postura que defendió Oqubay, que ve en el acuerdo un potencial catalizador de la transformación productiva. En su opinión, ha propiciado un debate sobre la industrialización y asegura que, si no hay bienes para comerciar, si no hay empleos y sin capacidad de producción, la medida no tendrá impacto.

En su discurso final, Manuel Escudero, presidente de la Junta de Gobierno del Centro de Desarrollo de la OCDE, incluyó entre sus comentarios garantizar el acceso adecuado del continente a los mercados de capitales. “Los países africanos tienen poblaciones jóvenes y podrían proporcionar excelentes rendimientos a los inversores”, apuntó. Durante el encuentro también se puso sobre la mesa la necesidad de romper con la idea de que en África no hay lugar para las inversiones o que solo Asia apuesta por ello.

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