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El Banco Sabadell hace ‘tabula rasa’

La entidad catalana cambia ejecutivos y limpia el balance de cara a un trienio en el que no quiere hablar de fusiones

Sede del Banco Sabadell en Barcelona, el pasado noviembre.
Sede del Banco Sabadell en Barcelona, el pasado noviembre.David Zorrakino/Europa Press/Getty Images (Europa Press via Getty Images)

La dirección de Banco Sabadell vivió el lunes una mañana extraña, con una conferencia de prensa para presentar resultados con aires de despedida. Era la última para Jaume Guardiola, consejero del banco desde 2007, y para su responsable financiero, Tomás Varela. Y en pocos meses el presidente Josep Oliu abandonará su posición ejecutiva para asumir un rol de chairman anglosajón. Incluso los resultados evocaban una tabla rasa: beneficios llevados a su mínima expresión (dos millones de euros) para elevar las provisiones y prepararse para lo que tenga que suceder este ejercicio.

El banco catalán ha acordado también un recorte de plantilla de 1.800 personas, un ahorro de costes de alrededor de 145 millones de euros anuales y sus accionistas se han quedado sin reparto de dividendos. Tras contemplar diferentes opciones para crecer (estudiadas las fusiones con Popular o Kutxabank o las integraciones con Bankia y BBVA), la dirección de la entidad ha asumido que el volumen, su tamaño, ya no debe ser el principal factor para sobrevivir. “Ese no es el tema. La cuestión es ser o no ser rentable. Y si la coyuntura macro aguanta, el mercado se cree el plan”, señalan fuentes del mercado, basándose en la evolución de las acciones. La cotización ha mejorado tímidamente desde el anuncio de la próxima llegada de César González-Bueno.

Ese portón que cruzará el nuevo consejero delegado es una evidencia de la nueva etapa que se abre en el Sabadell tras negarse a ser absorbido por el BBVA. Una vez lo cruce, el ejecutivo deberá elaborar un plan estratégico a tres años para intentar probar que el Sabadell puede seguir volando en solitario. Si hubo afirmaciones tajantes en el lunes de aflicción, fueron estas de Oliu: “El tema BBVA pertenece al pasado” y “no forma parte de los próximos tres años buscar ninguna operación corporativa”.

“El entorno operativo es difícil y las presiones en la calidad de activos a raíz de la crisis desafían la capacidad de ejecución. También hay que ver cuál será el rumbo del banco bajo su nuevo plan estratégico que se presentará en el primer trimestre de 2021”, expone Cristina Torrella, responsable de banca española de la agencia de calificación Fitch, quien no esconde que, pese a los avisos de Oliu, el banco “esté sujeto a rumores de fusión en 2021”.

La consultora Álvarez & Marsal publicó a finales del año pasado un informe en el que señalaba al Sabadell como el banco español más interesante para entrar en operaciones corporativas. Sus puntos fuertes eran una baja valoración en Bolsa y el hecho de que, al ser una entidad mediana, su integración no entrañaba tanta complejidad como otras. “Un año en solitario lo veo”, opina su director, Eduardo Areilza. “El segundo ejercicio, si lo hacen bien, los accionistas les van a animar a seguir adelante, pero los potenciales compradores van a verlo otra vez como una oportunidad. Y en el tercero aparecerán de nuevo los bailes de integraciones o para ser absorbido. Pero no va a ser independiente siempre; su tamaño se ha quedado desfasado con la situación actual. La cuestión es el momento de la operación”, estima.

El interrogante, ahora, se encuentra en qué puntos fuertes tendrá el plan estratégico que presente y, sobre todo, “cómo se ejecuta”, afirma Areilza. En su opinión, “esa ejecución es algo que le ha faltado en los últimos cinco años, con una cuenta de resultados muy volátil cuando los reguladores quieren bancos que no den sustos”. Fuentes del sector creen que para salir airosos en la primera prueba, el plan estratégico tendrá que ser “en parte rupturista y en parte realista”, y capaz de “animar a la plantilla del Sabadell” tras meses hipnotizada por los tambores de fusión.

El fichaje de Leopoldo Alvear, un joven banquero fogueado junto a José Ignacio Goirigolzarri en el salvamento de Bankia que asumirá la dirección financiera de la entidad, es visto con buenos ojos en un banco en el que el saneamiento deberá jugar un papel importante. Como todos los bancos, el objetivo será la eficiencia en búsqueda de la rentabilidad y, en este caso, la digitalización sin las economías de escala que aportan las fusiones. El nombre de González-Bueno, procedente de la banca electrónica en España que puso de moda ING, puede jugar un papel relevante en esa carrera, si bien diferentes fuentes recuerdan que su experiencia está más vinculada con el negocio de particulares que con el mercado nicho de pymes que ha sido bandera del Sabadell. “Ese es su punto fuerte, es líder en ese ámbito”, subraya Areilza.

Pero en la actual situación, esa exposición al sector empresarial puede ser también un riesgo, según Barclays. “Creemos que es demasiado pronto para ser más optimistas sobre las acciones del Sabadell dada la incertidumbre y con el nuevo equipo directivo aún por presentar el plan estratégico. Pensamos que el mayor riesgo siguen siendo las provisiones para insolvencias en el sector corporativo y cómo estas evolucionarán una vez que los estímulos lleguen a su fin”. Además, el Sabadell puede estar hallando nuevos competidores en un mercado que históricamente ha sido el suyo. Grandes entidades como Santander y CaixaBank están aprovechando la oportunidad de los créditos avalados por el Instituto de Crédito Oficial (ICO) para entrar en ese mercado, lo que podría representar una peligrosa competencia en el futuro.

El golpe de TSB

La gran duda es si el Sabadell será tan paciente con su banco en el Reino Unido —el TSB— como lo está siendo con sus propias acciones. En los últimos años su filial se ha convertido en una continua piedra en el zapato para los planes de Oliu, sobre todo después de la crisis de la migración de datos a la nueva plataforma, en 2018. Aquel problema, que afectó a millones de clientes, se convirtió en un golpe a la reputación del banco español en Reino Unido y en un importante golpe económico en las cuentas de la entidad. En 2020 el impacto fue de 220 millones de euros. La estimación es conseguir beneficios por fin en 2021, lo que daría valor a una posible venta aunque la cifra final esté por debajo de los 2.350 millones que el Sabadell pagó en 2015.

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